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Reportaje:REPORTAJE | NIÑOS

Héroes de la era 'twitter'

Sábado, seis de la tarde. Sándwiches de jamón y queso, coca-cola sin cafeína y Lady Gaga. Un grupo de niñas en torno a los doce años celebran el cumpleaños de Carmen y Ruth. Sólo chicas, porque los niños son unos pesados", comenta una de las asistentes mientras de fondo suena Bad romance, el último hit de la cantante. La estrella, icono global entre chavales de todas las edades, no sólo marca tendencia en la ropa, la música o el lenguaje, sino también en la manera de vivir. Los ídolos siempre han existido, pero en el siglo XXI aparecen antes, la necesidad por emularles es más fuerte y su influencia perdura en el tiempo. Son nuevos héroes que dejan su rastro en Twitter, sus imágenes en Youtube y sus hazañas se comentan en el Messenger.

"Los iconos desempeñan un papel relevante en la personalidad. El problema es que no todos son positivos"
"En este momento se toman como ejemplo figuras que destacan excesivamente por su imagen externa"

Las paredes de la habitación de Carmen, anfitriona de la noche, están llenas de pósteres de vampiros y hombres lobo descamisados, pero junto a la cama descansa una montaña de peluches, entre ellos uno de Pocoyó. Los balbuceos y la espontaneidad del bebé digital, creado por los españoles David Cantolla, Luis Gallego y Guillermo García Carsi, atrapan la atención de los preescolares (su público objetivo son niños de tres a seis años) y la admiración por él no disminuye con la edad. El merchandising del personaje azul triunfa en más de 10 países y no hay perfil colgado en las redes sociales que no haya sentido la tentación de pocoyizarse (hacer una figura digital a imagen y semejanza del original incorporando tus rasgos personales). Los más pequeños se identifican con su cara redondeada, su cuerpo regordete y su manera de hablar, mientras que a los más mayores les inspira ternura. Cuando te enganchas a Pocoyó, no es fácil deshacerse de él. Ésa es la base de la admiración y el fanatismo. "Los ídolos se convierten en modelos de identificación, en símbolos de diferenciación grupal, y generan pautas de conducta, estilos comunicativos, modas o formas de vestir diferenciadoras", explica la psicóloga Amaya Gallardo.

"A mí no me dejan meterme en Tuenti", exclama entre disgustada y curiosa Ruth en medio del cumpleaños. La edad permitida para acceder a la red social es de 14 años. Ella tiene 12, por lo que fomenta sus relaciones en el Messenger, donde triunfan las conversaciones sobre princesas Disney, Hannah Montana o la saga Crepúsculo. Cuerpos blanquecinos, torsos imponentes, un amor imposible y una sexualidad muy inocente son parte del secreto que mueve a legiones de tweens (preadolescentes) y adolescentes a los cines y luego a las librerías.

El ser humano aprende por imitación y siempre busca modelos. Primero son los padres, pero una vez pasada la etapa infantil, cuando se dan cuenta de que sus progenitores no son perfectos, comienza la búsqueda de nuevos referentes", relata María Marcos, profesora de psicología evolutiva de la Universidad Complutense de Madrid. Esos referentes suelen ser personas del entorno, pero en la era digital han aumentando las influencias a las que están expuestos, y las pantallas (la de la tele, la del ordenador o la del móvil) también hacen cercanos a cantantes, personajes de series, de películas o de videojuegos.

"Desde que estoy en la serie", asegura Inma Cuesta, que interpreta a Margarita, la heroína de Águila Roja (TVE), "se me acercan muchos niños y en sus ojos puedes ver una admiración increíble. Mi personaje ha llegado, lo noto. La serie juega mucho con la imaginación, la fantasía y la historia, eso conecta con la gente joven". Una joven enamorada del prota, pero valiente, directa y atrevida; una mujer del siglo XVII con valores feministas contemporáneos.

"Los iconos desempeñan un papel muy relevante en el desarrollo de la personalidad", aclara Ana Hernández, profesora de secundaria, de 35 años, con casi una década de experiencia. Freud definía el concepto de idealizar, entendido ahora como el fenómeno fan, como una mezcla entre la reafirmación personal, el ejemplo de los padres, sus sustitutos y los ideales de la sociedad. "El problema es que ahora tienen tanto en lo que fijarse que los ídolos cambian continuamente y no todos son positivos", continúa Hernández; "los padres tienen que tutelar las aficiones de sus hijos, pero algunos están tan ocupados que los ponen delante de la pantalla y les dejan horas. Estos niños se sienten muy solos y se agarran a cualquier referente. Una niña de mi clase veía tantos realities que su afán en la vida era ser comentarista de Sálvame deluxe".

Los adolescentes que tocan en un grupo de música quieren ir como los Jonas Brothers; a los que les gusta el deporte quieren ser como Casillas o tener tanta suerte como Sergio Canales, mientras que los cinéfilos no se lavan el pelo porque Robert Pattison, que interpreta al vampiro Edward Cullen en Crepúsculo, dijo en una entrevista que no lo hacía. "En la actualidad, los ídolos se identifican casi exclusivamente con figuras del espectáculo. De ahí que cuando preguntamos a los chavales acerca de los personajes que admiran o a quiénes les gustaría parecerse, suelen señalar actores, cantantes, futbolistas…", explica Beatriz Tejera, que trabaja de orientadora psicológica en el colegio Cenit de Madrid.

"Cada época", continúa Tejera, "se encuentra marcada por una serie de personajes que son admirados por sus cualidades. Hace años eran superhéroes o personas entregadas a causas justas. En este momento se toman como ejemplo figuras que destacan excesivamente por su imagen externa. Para estos chicos, lo que importa es lo que se ve, todo aquello que les llega desde los medios de comunicación que asocia el éxito con la imagen y el consumo".

"No era consciente de ser un icono juvenil, lo siento como una responsabilidad bastante grande", comenta divertida Pilar Rubio. La presentadora de MQB (Telecinco), reportera irreverente y actriz de 32 años, es objeto de deseo de adolescentes mientras los más pequeños se fijan en lo bien que baila. La mayoría no sabe que tuvo su propia banda de rock, que adoraba a Alaska o que empezó Económicas, aunque lo que le encantaba era teñir el pelo de las Barbies con pasta de dientes de colores.

"La imagen del ídolo es positiva, aporta la inquietud por superarse, de mejorar, de poder cambiar. Ofrecen lo positivo de la superación", continúa Beatriz Tejera. "Pero ahora se buscan unos ideales un tanto superficiales, basados en la belleza y el éxito fácil, y no se profundiza más en las cualidades de los ídolos".

Diego no ha sido invitado al cumpleaños de las niñas. Tiene 14 años, le gusta el hip-hop, los grafitis y se mantiene en contacto con sus colegas por Tuenti. "Me mola que la gente sea reconocida por lo que hace, no por ser guapo o famoso", dice Diego, que pinta en paredes o trenes y le gusta ver fotos de sus creaciones en la Red.

Justamente fue gracias a un videoclip en Youtube por lo que Luis Fernández Perla se transformó en El Culebra, protagonista de la serie Los protegidos (Antena 3), y en el penúltimo fenómeno adolescente. "A mí me ficharon de casualidad porque me vieron actuar en el videoclip de Darmo, mi grupo de rap. Dejé mi curro en el registro de la propiedad y me lancé. Aunque no lo había hecho antes, me siento bien actuando. La gente cree que hay mucho Perla en El Culebra, pero no hay tanto, sólo que soy un chico echado para adelante y que tengo buen fondo, como él", explica con naturalidad. Deportista, jugaba al fútbol de chaval, rapero, actor y fichado en su barrio por la calidad de su trabajo. "Creo que en los parques hay mucho talento", asegura Perla, que cumple todos los requisitos para ser admirado y deseado.

Sus fotos en ropa interior y mostrando uno de sus tatuajes lo están transformando en un sex-symbol contemporáneo que también gusta a chicos. A Jorge, de 17 años, le mola "el rollo de la serie por los poderes de los protas y la intriga", pero ahora está centrado en otras preocupaciones como convencer a sus padres para que le dejen quedarse hasta la madrugada o pasar el control de seguridad de la discoteca Kapital. "Muchos jóvenes crecen, pero no maduran; son mayores, pero mantienen comportamientos adolescentes", dice Luis Merino, monitor durante más de diez años en un grupo de tiempo libre. Jorge esta noche no piensa en eso, piensa en la disco y en ligar mientras de fondo vuelve a sonar Lady Gaga.

Pilar Rubio Cuerpo de rockera

De pequeña le gustaban Alaska, Diana, la mala de V, la serie de alienígenas, y Mick Jagger. A los 32 años seduce con sus bailes, su espontaneidad y su belleza. Muchos chavales la recuerdan por su trabajo como reportera insolente, pero otros sintonizan cada miércoles Más que baile sólo para verla. "Me gusta mucho la música, vivo por ella y me encanta bailar. Me muevo por impulsos y lo que hago es porque me divierte", comenta la presentadora.

Sergio Canales Tocado por el Madrid

Con 18 años le acaba de fichar el Real Madrid, aunque permanecerá cedido al Racing de Santander hasta la temporada 2011. Sus regates, pases con la zurda y sus goles lo han elevado al Olimpo de los deportistas. Canales se centra en "jugar partidos y curtirse en el campo", pero sabe que no hay chaval que juegue al fútbol que no envidie su suerte.

Luis Fernández Ídolo por casualidad

Un videoclip de rap, una de sus pasiones desde los 12 años, le condujo a protagonizar Los protegidos y El Culebra, el personaje que interpreta y que lo ha encumbrado a icono adolescente. Ser natural, directo y resultón son

algunas de las claves que hacen que cada semana tres millones de televidentes no le quiten ojo.

Inma Cuesta Aventurera del siglo XVII

"Un día montas a caballo, al día siguiente traen un oso y al otro tienes que huir por un bosque. Águila Roja me ofrece la posibilidad de abarcar la aventura, un género que engancha mucho a los chavales", explica Inma Cuesta, de 34 años, que interpreta a Margarita en la serie. A pesar de haber realizado otros trabajos, reconoce que los niños nunca la han abrazado tanto como ahora.

El muñeco Pocoyó, el bebé más conocido de las pantallas
El muñeco Pocoyó, el bebé más conocido de las pantallasÓSCAR CARRIQUÍ

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