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Reportaje:

Historias de la otra Europa

La literatura proveniente de los antiguos países del Este goza de un auge creciente. Cada vez hay más rescates y novedades en librerías, en parte porque hay traducciones mucho mejores

Los puentes que abundan en la literatura de Andric como símbolo del tránsito entre culturas fueron dinamitados
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Peces gordos en caladeros poco conocidos

Durante el totalitarismo, Fatos Kongoli, periodista sobre asuntos culturales en Tirana, era un autor de una mediocridad perfecta. Para sus compatriotas fue una sorpresa, cuando cambió el régimen, ir descubriendo en él a un autor muy interesante y penetrante, por ejemplo con la novela La vida en una caja de cerillas (Siruela). En ella un álter ego, el veterano y alcoholizado reportero Bledi Terziu, mata a una muchacha gitana (como en El rey de las Dos Sicilias, de Kusniewicz, ¡qué libro tan sensual, elegiaco y espléndido!) accidentalmente, y esa muerte fortuita a la que reacciona como si fuera el culpable de un asesinato le impulsa a hacer balance de su vida y repensar el pasado reciente, los últimos años del antiguo régimen, la crisis de las pirámides financieras, etcétera.

Entre otros autores emergentes de la "otra Europa" llama la atención la prosa febril, urgente, de Nikolái Lilin, autor de Educación siberiana (Salamandra), un libro testimonial sobre las andanzas criminales de su clan urca, comunidad de bandidos deportados desde su Siberia natal a Transistria (país que declaró su independencia en 1990, pero no la reconoce ningún país), con los que convivió y realizó un sinfín de fechorías (aunque sujetas siempre a un estricto código de honor) hasta ser reclutado para la guerra en Chechenia. El húngaro rumano György Dragomán publica El rey blanco (RBA y La Magrana, comedia negra sobre la infancia del hijo de un preso en la Rumania de los últimos años de Ceausescu, comentada recientemente en Babelia. En Un santo en el ascensor (Icaria), el rumano Petru Cimpoesu novela las tragicomedias de la transición del comunismo al capitalismo en el marco de la comunidad de vecinos de un edificio en una ciudad de provincias.

Entre los clásicos del siglo XX, se presenta una novela hasta ahora inédita en España de Karel Capek (pronúnciese Chapek). Prematuramente fallecido en 1940, el autor checoslovaco fue en su tiempo un escritor muy popular en toda Europa como pionero (contemporáneo de H. G. Wells) de las novelas de anticipación futurista, con un estilo ágil y humor irónico teñido de crítica a la deshumanización de la vida en las sociedades modernas. Sus mejores novelas vienen siendo reeditadas desde el año 2003 por Valdemar, Siruela y otras editoriales, a las que se suma ahora El Olivo Azul con La krakatita, donde inventa la energía nuclear y la bomba atómica veinte años antes de los experimentos del Proyecto Manhattan. Una fantasía nuclear con todo el sabor de época de las antiutopías de Capek.

RBA recupera, con una traducción por primera vez rigurosa y directa desde el original, la obra maestra del mejor novelista yugoslavo, El puente sobre el Drina, de Ivo Andric, narrador bosnio en Belgrado, que en sus libros y especialmente en esta suntuosa epopeya, cuyo argumento abarca vidas y peripecias de numerosos personajes desde el siglo XVI hasta principios del XX, postuló la tradición y la posibilidad de la convivencia entre todos los pueblos de Yugoslavia; ya sabemos cómo acabó esa posibilidad; los puentes que abundan en la literatura de Andric como lugares para el paseo y los encuentros, y como símbolos del tránsito entre culturas, entre pueblos, etnias, religiones, fueron dinamitados, a diferencia de este que permanece intacto como un formidable monumento funerario.

Libros del Asteroide continúa con la publicación de dos trilogías considerables: la del húngaro Miklós Bánffy (Los días contados, Las almas juzgadas), fallecido en 1950, novela la caída del imperio de los Habsburgo desde el punto de vista de la aristocracia húngara; el búlgaro Ángel Wagenstein (Lejos de Toledo) cuenta el regreso de un exiliado en Israel a su Bulgaria natal, una Bulgaria actual corrompida y violenta.

La hora 25, del rumano Virgil Gheorghiu, fue en su momento un best seller internacional, considerado un edificante alegato antibelicista y denuncia del nazismo, el comunismo y también el materialismo tecnificado del "americanismo", bajo la forma de la peripecia de un inocente campesino rumano que padece por ser judío, luego es paradójicamente exhibido por las SS como ario prototípico, luego condenado en Núremberg, y luego enrolado en el Ejército de Occidente para combatir contra Oriente en la Tercera Guerra Mundial.

Acaban de aparecer casi simultáneamente los testimonios de dos supervivientes de los campos de concentración nazis: Ana Novac, húngara de Transilvania, exiliada en París, que ha fallecido a principios de este año, fue internada en Auschwitz ya avanzada la guerra, en 1944, donde se las apañó para llevar y preservar un diario que dos décadas después, ya asentada como escritora en Francia, corrigió, publicó y fue traducido a varias lenguas. Ahora aparece traducido al castellano con el título de Aquellos hermosos días de mi juventud (Destino) del que Babelia publicó un fragmento el pasado día 18. Es un anecdotario terrible hasta el punto de que la lectura se hace a ratos difícil. Un texto de la misma familia aunque con una ambición estructural más compleja y un discurso más meditabundo y abstracto, también salpicado por multitud de detalles sobre la rutina del exterminio, es el del esloveno de Trieste Boris Pahor, de quien sólo conocíamos, si no yerro, un relato en Zgodbe. Antología del nuevo cuento esloveno, que recientemente ha publicado Páginas de Espuma. Pahor estuvo internado en el campo de exterminio de Natzweiler-Struthof (a cincuenta kilómetros de Estrasburgo) y en Necrópolis (Anagrama) convoca, muchos años después, sus recuerdos y meditaciones a partir de una visita turística al lugar. Según Claudio Magris, que apadrina el texto en la edición de Anagrama, "es una obra magistral, si es lícito utilizar juicios estéticos para un testimonio del mal absoluto".

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