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Reportaje:ARTE | Exposiciones

Imágenes y semejanzas del arte virreinal

A lo largo de los tres siglos que van de principios del XVI hasta los primeros años del XIX la monarquía española gobernó un imperio vastísimo y complejo en buena parte de América y en Filipinas. ¿Qué saben hoy los españoles de aquella época? Al parecer, no mucho. "En los textos oficiales que utilizamos, en 2º curso de la ESO se dedican 15 líneas a la conquista de América y a la organización del Imperio español de Ultramar. Al ir acompañadas de un mapa, ocupan media página", afirma María del Carmen Martín Rubio, titular del centro concertado Liceo Versalles, de Madrid, e historiadora americanista. "En 4º curso de la ESO se completan estos conocimientos con otra monografía de lectura sobre la conquista de los nuevos mundos, su explotación y el surgimiento de los Estados norteamericanos. No se estudia, ni se lee nada, sobre las grandes culturas precolombinas y tampoco sobre la cultura virreinal. Solo se nombra la existencia del virreinato de Nueva España (México) y el de Perú, sin adentrase más". ¿Tabú o indiferencia?

En 2º curso de la ESO se dedican 15 líneas a la conquista de América y a la organización del imperio español de ultramar
Sevilla concentraba el mercado de toda Europa. De ahí llegaron a America ingentes cantidades de obras de arte
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Los bicentenarios de las independencias de las repúblicas latinoamericanas que se celebran ahora podrían empezar a remediar ese lamentable desconocimiento. La exposición Pintura de los Reinos. Identidades compartidas en el mundo hispánico, exhibirá en el Palacio Real de Madrid y el Museo del Prado más de un centenar de obras que representan la perspectiva más actual de las relaciones entre la pintura española y la de los virreinatos americanos. El comisario de la exposición es el estadounidense Jonathan Brown, una autoridad en pintura del Siglo de Oro español, que desde hace unos quince años ha encontrado en el arte virreinal una nueva pasión. "Fue un amor a primera vista", dice. "En 1994 me invitaron a un seminario en México y pude ver muchas obras que me impresionaron. Tener un conocimiento profundo del arte español me permitió comprender de inmediato las similitudes y diferencias, y encendió mi deseo de conocer mejor el arte novohispano. Si pudiera vivir de nuevo me dedicaría a estudiar el arte del siglo XVIII en México. Una pintura que es una explosión de inventiva y originalidad", concluye el mayor experto en Velázquez. "Uno de los fines de esta exposición es precisamente presentar una rica selección de obra mexicana y peruana, indicando su relación con la pintura europea y española", explica Brown por teléfono. "Hasta ahora no se ha hecho una exposición de estas dimensiones y nuestro fin es que los españoles, una vez expuestos a estas obras ordenadas dentro de un esquema conceptual, lo empiecen a tomar en serio".

"Hay un cambio de tercio en estos estudios de arte", continúa. "El modelo que prevalecía hasta hace poco era el de centro-periferia. Las divisiones que se hacen de campos de estudio conforme a las fronteras políticas del siglo XX no son válidas para la época moderna. Lo que presentamos aquí es lo que se llama un área cultural. Es decir, lo que abarcaba la antigua monarquía española que en ese momento era un imperio mundial. Una zona cultural que está en un movimiento constante de gente, de obras de arte. Un modelo vivo que no está establecido ni sujeto a un examen crítico".

Como explica el propio Brown, las facultades de Artes en Estados Unidos tienen cada vez más tesis sobre arte latinoamericano ("ahora tenemos una veintena en el Institute of Fine Arts, de Nueva York", dice) y los museos norteamericanos están revalorizando sus colecciones de esta especialidad, como se dice en el amplio reportaje publicado en abril en la revista ArtNews, titulado La revolución colonial.

"Esta exposición tiene dos caras", continúa Brown. "Una es la española, para quienes la evolución del arte en América es una extensión de los valores estáticos españoles. La otra cara representa los cambios que hubo en América cuando se dio este flujo constante de imágenes de Europa. España tuvo en sus territorios ultramarinos una producción altísima de enorme valor, lo que demuestra la elasticidad de la cultura visual española. Si yo fuera un español no destacaría el impacto que ha tenido mi propia historia artística. Y si yo fuera latinoamericano para mí esto constituiría un ejemplo de la búsqueda de una identidad. Porque en América no siguieron los modelos pictóricos de forma exacta, siempre hacían cambios, y es lo que intentamos demostrar. Es una exposición francamente ambiciosa y novedosa. Las personas que la visiten van a poder seguir paso a paso el proceso de la transferencia de la cultura visual española en América".

Para Brown, uno de los máximos representantes de la pintura novohispana es Cristóbal de Villalpando. El profesor estadounidense señala alguna de las obras clave de la exposición. "Soy un gran admirador de De Villalpando, de él veremos por ejemplo La Trinidad en la tierra, de la catedral de Puebla, o Dulcísimo nombre de María, un cuadro espectacular. Luego están los biombos, muy propio de América porque era el soporte más abierto al paisaje, a los cuadros de género. Luego está El bautismo de los señores de Tlaxcala, de José Sánchez, o la pintura de un anónimo peruano titulado Unión de la descendencia imperial incaica con la casa de los Loyola y Borja", un asunto -la boda de un sobrino de Ignacio de Loyola con una noble inca- del que existen varios cuadros.

La exposición y, sobre todo, el exhaustivo catálogo de la muestra son fruto del trabajo de varios años de un equipo de estudiosos mexicanos (el proyecto y la muestra están patrocinados por Banamex) y latinoamericanos al que se sumó Brown, que añadió su conocimiento y prestigio a los estudios del arte novohispano. El otro polo de producción de imágenes, además de México, es el virreinato de Perú. "Lo más original del arte virreinal peruano surge con la consolidación de la sociedad criolla, entre el último tercio del siglo XVII y la primera mitad del siglo siguiente. Es el momento en que eclosionan las escuelas pictóricas regionales, tanto en Lima como en Cuzco y el Alto Perú", dice Luis Eduardo Wuffarden, uno de los expertos que participa en el proyecto. También responde a la pregunta sobre el papel de los pintores indígenas en el arte colonial. "Su aporte es fundamental, pues sus habilidades artesanales fueron reconocidas por los conquistadores españoles y se incorporaron rápidamente a una práctica artística que, en sentido estricto, era nueva para ellos. El ejercicio de la pintura los exoneraba del tributo y además se consideraba una ocupación decente, por lo que muchos miembros de la antigua aristocracia incaica se dedicaron a este arte".

"Los pintores indígenas tuvieron poder e influencia en el arte andino por su número y por su jerarquía social. Sin embargo, no debe asociarse mecánicamente determinado estilo con la condición étnica del artista: no existe una pintura indígena con determinadas características, sino un gusto regional que se va formulando a través de amplios consensos sociales. No olvidemos que Diego Quispe Tito y Basilio Santa Cruz Pumacallao, ambos nobles indígenas, representan el punto más alto de la pintura de corte europeísta en los Andes", relata. "Hubo, ciertamente, una superioridad numérica de pintores indígenas que estuvieron durante mucho tiempo subordinados a los maestros españoles -en realidad, criollos o mestizos en su mayoría- debido a las normas gremiales existentes. Esta situación ocasionó en 1688 la ruidosa separación del gremio de pintores entre españoles e indígenas, considerado por muchos como el origen de la Escuela Cuzqueña".

La exposición Pintura de los Reinos mostrará en el Palacio Real 69 obras de los siglos XVI y XVII, con obras de Berruguete, Zurbarán o Juan de Juanes en la primera parte del recorrido para explicar "la formación de un lenguaje común". La segunda incidirá en la transmisión del lenguaje pictórico en América a través de los maestros que llegaron a México y Perú, y para ilustrar las "identidades compartidas y sus variantes locales" habrá piezas de De Villalpando, Rubens o Juan Correa. En el Museo del Prado la exposición de 39 obras incluirá maestros europeos y americanos. A la pregunta de si el arte colonial hispanoamericano tendría un lugar en el Prado, Jonathan Brown asegura que sí. "Lo que ha pasado es que hubo en algún momento la decisión de separar en las colecciones la pintura hispanoamericana de la europea. La primera fue al museo de América y la otra al Prado. Una decisión burocrática sin mucho sentido hoy en día".

Concepción García Saiz es directora del Museo de América, en Madrid, especializada en arte y pintura colonial latinoamericana. En la colección del museo hay verdaderas joyas de ese periodo. "Para entender este universo hay que tener en cuenta que en esa época Sevilla concentraba el mercado de toda Europa. Desde ahí llegaron a América ingentes cantidades de obras de arte. Por otro lado, también llegaron enormes cantidades de obras de arte de América a España, tanto de los que regresaban como de los presentes y regalos que se enviaban a autoridades, familiares y a iglesias de los pueblos originales de los emigrantes. Por eso España está llena de cuadros de la Virgen de Guadalupe, por ejemplo", afirma García Saiz.

En este universo las imágenes no solo representaban prestigio social sino que eran el vehículo comunicativo más eficaz para el proyecto de evangelización como medio de ejercer el poder. Abundan las vírgenes, santos, escenas bíblicas y de devoción. "Es un arte casi fundamentalmente religioso, con un componente para afianzar las identidades propias. Los elementos autóctonos se introdujeron a través de las apariciones milagrosas en esas tierras, los santos locales o los retratos que se hacían los donantes dentro de los cuadros devocionales, que también representaba su lugar en la sociedad", añade García Saiz. "Al apreciar la pintura virreinal se pueden confundir ciertas prácticas con una mala técnica pictórica. Criterios occidentales sobre la perspectiva, la proporción o la composición no tienen los mismos parámetros en el mundo andino. Y no se trata de idealizar a estos pintores, solo que hay que aprender a aproximarse a ellos entendiendo estas particularidades".

Para ella el desconocimiento de esta etapa de la historia y de su arte se da por ambas partes. "Creo que hay una responsabilidad que debe ser compartida. Desde España el periodo virreinal se ha considerado siempre como una prolongación de la vida española. Nunca se pensó que fuera algo muy distinto", explica. "Por otro lado, en América el periodo colonial estuvo mucho tiempo en el olvido, sobre todo a partir de la independencia. El desconocimiento de ambas partes ha dejado en una nebulosa esa etapa de la historia para la mayoría de los españoles", prosigue. "El mundo virreinal es parte de la historia de todos nosotros. Los saltos en el vacío no conducen a nada. Con sus luces y sus sombras la historia es lo que es. El desconocimiento solo lleva a que se creen historias falsas. Creo que la reivindicación más fuerte de ese pasado común debe trabajarse desde América Latina que es donde se ha vivido más intensamente. En relación con los bicentenarios de las independencias de América, pienso que hay mucho más que aprender del mundo virreinal que del prehispánico".

Pintura de los Reinos. Identidades compartidas en el mundo hispánico. Palacio Real de Madrid. Museo del Prado. Del 26 de octubre al 30 de enero de 2011.

Incredulidad de Santo Tomás (circa 1643), de Sebastián López Arteaga. Museo Nacional de Arte. México
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La imposición de la casulla a san Ildefonso (1636), convento de los Descalzos .Lima
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