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Entrevista:Nick Hornby | LIBROS | Entrevista

"Letras de canciones, guiones, novelas..., para mí todo es escritura"

Nick Hornby (Redhill, Surrey, Inglaterra, 1957. www.penguin.co.uk/static/cs/uk/0/minisites/nickhornby) enciende otro Silk Cut y lo sostiene entre sus uñas mordidas. Sentado en su espartana oficina de Islington, norte de Londres, habla de su última novela, Juliet, desnuda (Anagrama y Empúries), una exploración de la devoción incondicional que despierta un músico desaparecido.

Es evidente que Hornby conoce la obsesión y la mira de cerca: "La única que de verdad tengo es la de mi equipo de fútbol, el Arsenal", se justifica. Y ahí está la prueba: en la estantería de IKEA, en un lugar de honor junto a las fotografías de los hijos del escritor está la imagen enmarcada de Charlie George, futbolista y legendario gooner, chutando el balón.

"Se conecta más facilmetne con la música que con la literatura, por eso elegí a un músico como personaje"
"No quiero escribir el libro que defina la sociedad contemporánea. Ni novela histórica"

Su primer libro, Fiebre en las gradas, es un retrato autobiográfico como hincha del Arsenal. Una afición que le dio un lugar en el mundo, un vínculo con su padre y una agridulce esclavitud. Con este libro, Hornby despojó la escritura futbolística de toda épica, sin ocultar las indignidades que inflige el fervor. Su publicación en 1992 fue todo un hito en Reino Unido, su éxito integró en el paisaje literario a un segmento de lectores hasta entonces ignorado.

A continuación llegó Alta fidelidad, su primer título de ficción. Otra historia sobre un fanático -en este caso de la música- creador compulsivo de listas e incapaz de comprometerse con una mujer. Le sucedieron cuatro libros más, que cimentaron el infalible toque Hornby: humor melancólico, neurosis, crisis personales y abundantes referencias a la cultura popular. Su escritura, tan familiar como la confesión amistosa y a la vez tan británica como el sonido de una tetera hirviendo, tiene hoy un alcance internacional.

Juliet, desnuda cuenta la historia de Duncan, maduro fan de Tucker Crowe, un músico de culto que se ha apartado del ojo público. Nuevo material de Crowe aparece por sorpresa, convirtiendo los foros de Internet en un hervidero de especulaciones. Annie, la desencantada pareja de Duncan, publica una crítica personal del disco. Lo que desata inesperadas consecuencias.

La novela se mueve en un territorio familiar -que no predecible- para Hornby. Uno de sus temas habituales, el lugar que ocupa el arte en nuestras vidas personales, se renueva con la incursión de Internet. Nos relacionamos de manera diferente y modificamos nuestro consumo de bienes culturales. "Mi manera de trabajar no ha cambiado tanto, solo que la Red distrae más a los escritores. Lo que sí se ha transformado es mi manera de escuchar música". La novela incluye correos electrónicos, entradas apócrifas de Wikipedia y construye el argumento en torno a un encuentro que comienza en el ciberespacio. Ha sido definida por un crítico británico como un ejemplo del acercamiento posmoderno a la ficción. "No lo creo", opina Hornby. "¿Por incluir un par de entradas de Wikipedia inventadas y algunos e-mails? Son ornamentos. En realidad se trata de una novela de estructura tradicional".

Las aficiones desbocadas que pueblan los libros de Hornby pueden provocar dos tipos de reacciones. Para algunos son alicientes vitales que enriquecen la existencia; para otros, una ridícula venda en los ojos: "La respuesta que puedan provocar mis personajes, y en concreto en Juliet, desnuda, está basada en puro esnobismo. Si hubiera estado obsesionado con Keats en lugar de con un músico casi desconocido, nadie diría que se trata de una persona triste con una vida vacía. Muchos académicos son así, tienen una obsesión vitalicia con un escritor que se percibe como algo valioso".

El comentario ilumina la sospecha que muestra Hornby por lo académico. Junto a otros padres, ha fundado una escuela para la educación de su hijo autista y planea establecer una escuela de escritura creativa para niños. Pese a su interés por la enseñanza, quiere mantenerse lo más lejos posible del discurso docto. Cursó literatura inglesa en Cambridge, donde no se adaptó. Sintió que su licenciatura era "inútil" y perdió la seguridad en sí mismo frente a los estudiantes que veían su educación de élite como un derecho heredado. Tras licenciarse, probó como periodista, trabajó como profesor en una escuela y pasó años profesionalmente a la deriva, intentando vender guiones cinematográficos. Su primer trabajo publicado fue una serie de ensayos críticos sobre la novela americana.

Su estilo es modesto, como un objeto cotidiano que hace su función eficazmente sin exigir una segunda mirada. Pero de una espontaneidad engañosa, porque en realidad es el producto de años intentando desprenderse del tono que el autor describe como "un mal ensayo universitario". Para Hornby, que ha sido acusado de hacer literatura plana y simplista, la virtud de la escritura reside en su capacidad democrática. No es extraño que uno de sus escritores más admirados sea Charles Dickens, un autor popular, sin una actitud exclusivista de la literatura: "Intento leer uno de sus libros al año. Se preocupaba por sus semejantes y no era excluyente, hizo best sellers. Muchos pensaban que era malo porque atraía gran cantidad de lectores. Yo le veo como gran estilista cómico, y admiro su gran energía. Cada novela está poblada por cientos de personajes diferentes y publicaba sin cesar".

Hijo de padres divorciados, Hornby vivió entre el ambiente de la clase media- baja suburbana de su madre secretaria y las lujosas residencias en Francia e Inglaterra de su padre, un exitoso hombre de negocios. Esta doble vida le ha dejado un poso de eterno outsider. Y es que ni siquiera en las gradas del Emirates, el nuevo estadio del Arsenal que sustituye al viejo Highbury, puede sentirse en casa: "Es uno de esos sitios nuevos, cómodo, anónimo, podría ser un aeropuerto. Hace que ver el fútbol sea una experiencia similar a ir al cine o al teatro. Hay una mayor distancia. Todavía no han ganado un trofeo desde que se mudaron allí. Algo falta. No hay pasión".

A mediados de la década de los noventa, Fiebre en las gradas y Alta fidelidad desataron un aluvión de libros sobre hombres medianamente jóvenes y confundidos, adictos a la cultura pop, que deben aprender a enfrentarse a la vida. Hornby creó escuela, dando pie a la lad lit, como denominan los anglosajones a la literatura para hombres en oposición a la chick lit (para mujeres). Desde entonces a Hornby se le ha identificado con esta tendencia, algo que él considera erróneo: "Me convertí en un escritor inclasificable y eso no gusta. Durante mucho tiempo en la prensa me definieron como 'escritor especializado en fútbol'. Publiqué 5 o 6 libros que no trataban de fútbol y entonces te conviertes en un escritor para hombres. Pero de hecho, la mayoría de mis lectores son mujeres. Mis dos primeros libros fueron escritos para las mujeres. Para mi agente, mi editora, mi entonces esposa. Como una explicación de cómo son los hombres".

El autor prefiere leer a escritoras como Muriel Spark, Lorrie Moore o Anne Tyler. "Estoy en una etapa de mi vida en la que considero que ahí encuentro las historias. Es decir, las emociones y los sentimientos". La observación de que puede estar cayendo en el tópico de que las mujeres solo escriben desde un plano íntimo le incomoda. Aunque como ex periodista, acierte a responder con cautela: "Es que no quiero escribir el libro que defina la sociedad contemporánea. Ni novela histórica. Alta fidelidad fue un intento de hacer literatura doméstica desde el punto de vista masculino".

El autor acaba de lanzar un álbum, Lonely Avenue, junto al músico estadounidense Ben Folds. Hornby se encarga de las letras y el resultado es una colección de historias minúsculas sobre el divorcio, perros agresivos y Levi Johnston, el ex novio de la hija de Sarah Palin. Hornby, que esporádicamente escribe reseñas de discos (especialmente una dura crítica de Radiohead causó cierto revuelo), no se arrodilla ante ningún mito con guitarra: "Hay quien adora a Bob Dylan sin aceptar que puede tener un mal disco, intentando descifrar todos sus mensajes ocultos. Yo no soy capaz de demostrar tanta lealtad".

Pocos escritores tienen la facultad de captar el encantamiento que la música ejerce en nuestras vidas. Pese a todo, la idea de Juliet, desnuda no era hablar sobre ello: "Mi intención fue acercarme a lo que le importa a la gente ahí fuera. Se conecta más fácilmente con la música que con la literatura, por eso elegí a un músico como personaje". A su vez, inspirado por el trabajo del crítico John Carey, quiso mostrar el inescrutable camino que traza una obra de arte cuando deja a su autor: "No puedes entender la respuesta que recibe lo que publicas, porque no existen las reacciones coherentes".

Tres de los títulos de Hornby (Fiebre en las gradas, Alta fidelidad, Un gran chico) han sido adaptados a la gran pantalla. Hornby conoció a su actual esposa, la productora Amanda Posey, en el rodaje de la primera película, y recientemente el autor ha retomado la escritura de guiones. El sutilmente prodigioso guión de Hornby basado en la autobiografía de la periodista Lynn Barber recibió varias nominaciones en los pasados oscars. "Es como si se cerrase el círculo. He aprendido que lo mejor que se puede hacer es empezar escribiendo literatura. No pierdes nada, puedes publicar algunos ejemplares por poco dinero. A los veintitantos años yo iba por ahí pidiendo dos millones de libras para hacer películas". Está trabajando en proyectos cinematográficos, entre ellos su primera adaptación de un título de ficción ajeno: Brooklyn, del irlandés Colm Tóibín. Por ahora, no hay novela a la vista: "Letras de canciones, guiones, novelas..., para mí todo es escritura. Estoy disfrutando de las colaboraciones. Paso mucho tiempo aquí, solo, y está bien tener compañeros. Durante las entrevistas no hablas tanto sobre ti mismo".

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