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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Malas noticias

Jordi Gracia

LA MOTIVACIÓN de esta novela es política y su factura y voluntad es literaria. Sin embargo no va a satisfacer ni a quienes comparten el imperativo ético de la crítica social ni a quienes exigen de la narrativa una formalización creativa del inconformismo ético. Es un experimento fallido que al lector cómplice de Isaac Rosa y de buena parte de sus artículos en Público le dolerá en carne propia porque Rosa ha sido una de las voces nuevas de los últimos diez años más atrevidas. Sus dos novelas sobre la mentira del presente en torno a un pasado sucio no nacieron ni de modas sociales ni de oportunismo: La malamemoria en 1999 pecaba de inocencia pero era una primera novela valiosa (más, a mi modo de ver, que la ampliación glosada y autocrítica que fue ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil!, en 2007) mientras que El vano ayer (2004) tenía la insolencia que debía esperarse de un muchacho de 30 años alarmado por la deformación ética que engendra un pasado culpable y corruptor.

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Esta última tuvo una amplia repercusión y fue premiada internacionalmente, pero Rosa tuvo la inteligencia literaria de salir del guión de novelista-de-lamemoria para meterse en una aventura de nuevo valiente: sin oportunismo tampoco, abordó la estrategia colonizadora del miedo a partir de la pulsión protectora de un padre hacia su hijo acosado. El país del miedo (2008) tenía incluso algo de metáfora sobre los mecanismos colectivos de autoindulgencia que activamos cuando el miedo nos hace delincuentes.

Esta vez la fiera es el capitalismo con la mano invisible del título pero el resultado es débil y netamente inferior a sus dos novelas de madurez. No tiene nada que ver con la buena voluntad y con los malos resultados; tiene que ver con la inverosimilitud de los retratos y la falta de credibilidad de personajes tipo, tiene que ver con el lenguaje y el pensamiento de esos mismos personajes. Tiene que ver con no haber hallado el mecanismo literario para hacer vivir de veras la frustración, el desnortamiento o la desprotección de una costurera, un mecánico, un carnicero o un montador expuestos a un experimento perverso (trabajar sin producir ante una grada de espectadores, como en un plató televisivo).

La dimensión parabólica de la novela se pierde irremisiblemente en la descripción de sentimientos y de vivencias. Un crítico o un lector jamás debería meterse a recomendar nada a los autores, pero no pude quitarme de la cabeza hasta el final la sensación de estar ante un libro con el género equivocado: imaginaba cuánto hubiese ganado ese experimento convertido en una novela corta y comprimida, tan fría y entomológica como lo es esta, para reforzar su voluntad parabólica y eliminar las explicaciones banales sobre vidas banales.

Quien no tiene nada de banal es Rosa, pero los recursos que ha dispuesto como escritor han jugado contra sí mismo. O

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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