Mapa mudo

Poesía. La escritura poética de Jorge Valdés Díaz-Vélez (Torreón, Coahuila, 1955), una de las voces de más honda madurez de la poesía mexicana actual, es bien conocida en nuestro país, pues además de haber sido director del Instituto de México en España y consejero cultural de su embajada, aquí ha editado algunos de sus libros y obtenido destacados premios. Como señala su título, este poemario semeja esos mapas que de niños debíamos completar escribiendo los nombres que faltaban, una cartografía espacial, una toponimia sentimental sobre lugares y ciudades que, alejados en la memoria, buscan la fijeza del poema, una isla "entre la inmensidad y yo". En este "mester de travesías" están la emoción, la nostalgia y el anhelo del viaje interior: "Tal vez solo se trate / de encañonar la pena y el dolor del milagro / al que llamamos vida". Poemas de gran perfección formal, medidos y acompasados, una transparente expresividad al servicio de la íntima arquitectura de una gramática afectiva que quiere tocar lo que nombra: "la vida en flor de otro lenguaje". En los escenarios de este universo caben el espacio y el tiempo, la nostalgia y la esperanza, el recuerdo y el olvido, las certezas y las pérdidas, el amor y la pasión, todo aquello que da sentido al desarraigo, lo mudable y transitorio, a eso que queda abismado por la contemplación y el sometimiento de las palabras, como "la música de un pájaro / perdido, aquí en el pecho". Poemas fruto de una experiencia practicable que, en la mezcla de escenas, conversaciones y exploraciones introspectivas, acaban por hacer visible un núcleo de brillante emoción, justo allí donde "El eco del relámpago da tumbos / y asciende a reventar contra el espacio".