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Reportaje:LIBROS

Mujeres de armas tomar

Dignas sucesoras de escritoras como P. D. James, Ruth Rendell, Margaret Millar o Dorothy L. Sayers, entre otras autoras, las actuales damas del crimen eligen, en general, el género negro para explicar su tiempo. Casi todas son feministas, aunque hay una excepción. La francesa Fred Vargas no luce feminismo en sus historias, ni falta que le hace. Admiradora confesa de Agatha Christie, rechaza la etiqueta negra y dice que sus novelas son de enigma. Uno de sus mayores logros es la sabia confrontación entre dos mundos, el de ahora mismo y el de las fábulas, las leyendas y lo sobrenatural. Es la escritora más interesante del panorama actual.

En el otro extremo, la china Diane Wei Liang que nos acerca al Pekín posolímpico con tal realismo que casi duele. Bien conocida es la estadounidense Patricia Cornwell, que con Niebla roja, ganadora del quinto Premio Internacional de Novela Negra RBA, llega a la 19ª entrega de su serie protagonizada por la médica forense Kay Scarpetta. La noruega Anne Holt y la finlandesa Leena Lehtolainen publican en España novelas que aparecieron en sus respectivos países en la primera mitad de la década de los noventa. Hay puntos en común entre ellas. La estadounidense Rebecca Cantrell nos lleva a la Alemania nazi.

Vargas confronta dos mundos, el de ahora mismo y el de las fábulas. Es la escritora más interesante del momento actual

El Ejército Furioso es una de las mejores novelas de Fred Vargas. Crea un mundo tan fabuloso que poco importa el enigma o el suspense, que los hay. El comandante Adamsberg, responsable de la Brigada Criminal de París, debe resolver uno de esos casos que tanto le gustan: el Ejército Furioso, integrado por muertos vivientes, descarnados, que se lleva a hombres y mujeres vivos que han cometido "inmundas fechorías". Señala a culpables impunes y los "prendidos" mueren. El fantasmal ejército aterroriza a un pequeño pueblo de Normandía. Vargas parte de una leyenda del siglo XI. "Hacer mala justicia era entonces tan grave como los delitos de sangre", escribe.

No es el único caso que atiende Adamsberg: un palomo cruelmente atado por las patas, que se lleva a casa; un anciano que asesina a su esposa asfixiándola con migas de pan. Los problemas de Momo Mecha-Corta, pirómano de coches, por el que el comisario infringirá todas las reglas para evitar que le acusen de asesinato. Y, por si fuera poco, las barrabasadas de un importante grupo empresarial y la lucha por el poder y el dinero.

Vargas crea personajes entrañables. Solo por eso ya vale la pena leerla. El equipo que trabaja con Adamsberg es fantástico: el comandante Danglard, el gran sabio de la comisaría, que se pirra por el vino blanco; el teniente Voisinet, un zoólogo especializado en peces; el teniente Mercadet, que padece hipersomnia; la enorme, enérgica e inteligente teniente Violette Retencourt; el teniente Vayrenc, con mechas naranjas resultado de una cuchillada que recibió de pequeño; la teniente Froissy, delgada como un alambre y siempre famélica, que esconde comida por todos los lados... La verdad es que no me importaría trabajar en esa comisaría. Es una novela para disfrutar.

Si Qiu Xiaolong retrata Shanghái hasta el último detalle, el escenario de Diane Wei Lang es Pekín. Ambos sufrieron la Revolución Cultural, ambos se fueron de su país y ambos escriben en inglés. La Casa del Espíritu Dorado es la tercera novela de la serie protagonizada por la detective privada Mei Wang (Mariposas para los muertos y El ojo de jade) y la confirma como una excelente cronista de la China actual.

Mei debe investigar por cuenta de una empresa familiar que es estafada. Se enfrenta a grandes dificultades. El oficio de detective privado está prohibido y le cierran la oficina. Nada escapa a la mirada de Mei: la lucha por el poder en el ejército a causa del dinero. "El Ejército Popular es el grupo empresarial más rico y poderoso de China", escribe. La contaminación insoportable, los atascos, las enormes diferencias entre ricos y pobres; la oscura justicia; el tráfico de armas, la peligrosa lucha contra los monopolios estatales. En La Casa del Espíritu Dorado emerge un personaje, que apareció en la anterior novela, el inspector Zhuo, ascendido y trasladado a Pekín representa el desarraigo personal y profesional en la gran ciudad. Las peripecias personales de Mei y de su familia enriquecen la novela.

Los lectores de la doctora Kay Scarpetta ya saben de qué van las novelas protagonizadas por esta médica forense. Sin ellas probablemente no existirían series de televisión como CSI o Bones. Niebla roja es una novela compleja con muchas historias que se interrelacionan, del presente y del pasado. Scarpetta se mete en una trampa y sufre lo indecible para salir de embrollo. Directora del Centro Forense de Cambridge (Massachusetts), conocedora de todas las nuevas tecnologías, en este caso, en el que trabaja prácticamente sola, se guía más por su intuición. Se acumulan extrañas muertes a causa de una toxina botulínica y hay un montón de mujeres malas y muy inteligentes, las verdades y las mentiras se mezclan y Kay no puede evitar el sentimiento de culpa. Destaca en Niebla roja una interesante reflexión sobre la pena de muerte.

La noruega Hanne Holt, que trabajó como asesora de la policía de su país y que luego fue ministra de Justicia, debutó en la novela negra en 1993 con La diosa ciega, protagonizada por la subinspectora Hanne Wilhelmsen. Es lesbiana y vive con su pareja de hace años, pero no permite que sus compañeros sepan nada de su vida privada. En Bienaventurados los sedientos (1994), la segunda de esta serie, Wilhelmsen tiene dos frentes abiertos: la violación de una estudiante y las masacres de los sábados. Una caseta, un aparcamiento, una estación de metro... aparecen literalmente regadas con sangre humana y animal.

Holt analiza en esta novela la inmigración y la xenofobia en Noruega, el incremento de las violaciones y la lentitud de la policía. La joven violada y su padre descubren quién es el violador antes que la policía. Wilhelmsen decide, al final de la historia, salir del armario. En Mi primer muerto, publicada en Finlandia en 1993, Leena Lehtolainen muestra la misma preocupación que Holt por la difícil integración de una mujer en un cuerpo policial dominado por hombres. Con esta novela inició la serie de la policía Maria Kallio, que duda sobre su profesión y que estudia Derecho para abrirse nuevos caminos. Es una joven idealista que desea una sociedad más justa y que cree que con su trabajo de policía podrá ayudar tanto a las víctimas como a los criminales. La primera decepción le llega ya en la escuela de policía.

La escritora muestra una Finlandia pacífica, en la que apenas hay asesinatos; homicidios y broncas, sí, casi siempre provocados por el alcohol. Tanto ella como Holt explican el tráfico de alcohol clandestino en esos años. Kallio investiga la muerte de un seductor joven, Jukka. Él y seis o siete amigos y amigas, pertenecientes a una asociación de cantores universitarios, se reúnen para ensayar en una lujosa casa de los padres de Jukka, pero sobre todo se dedican a beber. La borrachera se les pasa de golpe cuando Jukka aparece muerto. Como en muchas novelas de Agatha Christie, todos tienen un motivo para asesinarle.

El tema del nazismo sigue fascinando. Entre los autores que han abordado este periodo en clave negra, destacan Philip Kerr (creador del detective Bernie Gunther), Pavel Kohout (La hora estelar de los asesinos), Hans Hellmut Kirst (La noche de los generales) o Pierre Frei (Berlín, 1945). Se añade ahora la estadounidense Rebecca Cantrell con un título quizá más ambicioso que la propia novela, La noche de los cuchillos largos, sobre un momento muy concreto de Alemania, 1934, de junio a julio, cuando de orden de Hitler las SS eliminaron a la SA (camisas pardas). Cantrell estudió Filología Alemana en la Universidad Libre de Berlín y cuando empezó a escribir decidió centrar sus novelas en la Alemania de los años treinta con la periodista Hannah Vogel como protagonista.

La noche de los cuchillos largos es la segunda de la serie. Cantrell maneja buena documentación y mezcla personajes reales con los de ficción, pero ahí chirría un poco la historia. Ernst Röhm, comandante de la SA y ministro sin cartera de Hitler, secuestra a Hannah y a su hijo adoptivo Anton, con la pretensión de casarse con ella para ocultar su homosexualidad. Röhm, según Cantrell, estuvo enamorado del hermano de la periodista. Hitler en persona detiene a Röhm, y ella, que estaba en el cuarto de baño, huye con el Mercedes del comandante siguiendo el convoy de Hitler.

Madre e hijo quedan separados y Hannah lucha durante toda la novela por recuperarlo, corriendo las aventuras más peligrosas y a menudo increíbles. Por ejemplo, se cuela en el piso de un hauptsturmführer de las SS para investigar y cuando es detenida será ese mismo dirigente quien la salvará del interrogatorio y luego se irá a cenar tranquilamente con la superperiodista para preparar su fuga. La novela mantiene suspense y tensión en todo momento y refleja bien el miedo de esos tiempos.

El Ejército Furioso. Un caso del comisario Adamsberg / L'exèrcit furiós. Fred Vargas. Traducción de Anne-Helène Suárez Girard / Anna Torcal y Salvador Company. Siruela / Amsterdam. Madrid / Barcelona, 2011. 368 / 408 páginas. 21,95 / 20,95 euros. La Casa del Espíritu Dorado. Diane Wei Lang. Traducción de Lola Díez. Siruela. Madrid, 2011. 400 páginas. 19,95 euros (electrónico: 11,99). Niebla roja. Un caso de la doctora Kay Scarpetta. Patricia Cornwell. Traducción de Alberto Coscarelli. RBA. Barcelona, 2011. 474 páginas. 22 euros. Bienaventurados los sedientos. Anne Holt. Traducción de Mario Puertas. Roca Editorial. Barcelona, 2011. 224 páginas. 17,50 euros. Mi primer muerto. Leena Lehtolainen. Traducción de Dulce Fernández Anguita. Destino. Barcelona, 2011. 318 páginas. 19,50 euros (electrónico: 13,99). La noche de los cuchillos largos. Rebecca Cantrell. Traducción de Antonio-Prometeo Moya. Duomo Ediciones. Barcelona, 2011. 358 páginas. 19,50 euros. BCNegra se celebrará en Barcelona entre los días 2 y 11 de febrero. www.bcn.cat/bcnegra.

Fred Vargas (París, 1957), en una imagen de 2006.
Fred Vargas (París, 1957), en una imagen de 2006.ALEXANDRE ISARD / CORBIS

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