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Operación Libertad 8

Por el café Libertad 8, en Madrid, han pasado Luis Pastor, Rosana, Pedro Guerra, Javier Álvarez, Ismael Serrano… Ahora cumple 30 años y nadie olvida que fue una escuela musical imprescindible: allí se enseñaba la emoción de cantar

Jorge Drexler caminaba por el barrio madrileño de Chueca con un paquete bajo el brazo. Todavía no había anochecido, pero nadie pareció reconocerle. Cuando entró en el café Libertad 8, los escasos clientes que charlaban al fondo del local tampoco le prestaron atención. Sin embargo, los camareros, el dueño, Ricardo del Olmo, y Julián, el encargado de las actuaciones, le saludaron efusivamente. Drexler colocó el paquete sobre la barra y les mostró lo que traía. Envuelto en una de esas bolsas de tela que ofrecen los hoteles para guardar la ropa sucia, se refugiaba el oscar que ganó el 27 de febrero de 2005 por su canción Al otro lado del río, interpretada en la película Diario de motocicleta. La estatuilla dorada relucía sobre la oscura madera del mostrador.

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Durante el tiempo transcurrido desde que le entregaron el premio, Drexler había recorrido medio mundo cantando: Italia, México, Argentina, Chile, Brasil, EE UU… El público se entregó a su voz, a su música, a su poder de seducción. En Uruguay, su país, hasta 25.000 personas acudieron a escucharle. Pero Drexler no había olvidado el Libertad 8, donde apenas entran 90 personas. En su memoria estaban muy vivos el escenario -cuatro metros cuadrados donde permanece arrumbada una vieja pianola-, el suelo de barro cocido, las vigas de madera, los ventiladores del techo, las lámparas con flecos, las paredes crema… Casi un año después de ganar el Oscar, regresó para compartir su éxito con aquellos que le acompañaron al principio de su aventura como cantante en España.

La decisión de Drexler de llevar el oscar al Libertad 8 era un gesto de amistad, pero también de reconocimiento a la labor musical de un café legendario que este año celebra su 30º aniversario. Cuando el cantautor subió al escenario del teatro Kodak, en Los Ángeles, para recoger la estatuilla, en lugar de hablar, cantó. Era la primera vez que un intérprete aparecía sin una banda que le arropara, confiando tan sólo en su voz, en la belleza del texto y la melodía de su canción. Aquella actuación tan sobria y sentida conmocionó Hollywood. Sin embargo, Drexler ya había hecho eso mismo en multitud de ocasiones en el diminuto escenario del Libertad 8.

"Estaba más nervioso la primera vez que actué en el Libertad 8 que cuando canté al recibir el Oscar. Ese café ha sido mi escuela: allí aprendí a mirar y a cantar para otras personas, buscando la comunicación y no la perfección", cuenta Drexler. Una larga lista de cantautores podría hacer suyas esas palabras. Por el escenario del Libertad 8 han pasado Rosana, Pedro Guerra, Luis Pastor, Javier Álvarez, Ismael Serrano… Ninguno lo ha olvidado.

Este año, la Fundación Autor, de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), celebra los 50 años de canción de autor en España, 50 años desde que Paco Ibáñez musicó La más bella niña, de Luis de Góngora. Medio siglo con Raimon, Labordeta, Sisa, Luis Pastor… Y la apertura en 1976 del Libertad 8, donde se ha escrito una parte esencial de la historia musical de este país.

El pequeño café de Chueca celebra su 30º aniversario con poesía y música sobre su escenario y a través de un nuevo sello discográfico: Libertad 8 Records, dedicado a la canción de autor. El primer álbum editado es un hermoso recopilatorio que reúne a artistas esenciales para entender la música de la última década -Rosana, Drexler, Pedro Guerra, Javier Álvarez, Luis Pastor, Javier Ruibal, Pablo Guerrero…- con voces nuevas. El proyecto, una idea de Paco Ortega, es ambicioso, romántico y arriesgado en plena crisis de la industria discográfica: apoyar a nuevos cantautores por la calidad de su música y no por las ventas. Frente a Operación Triunfo, Operación Libertad.

"La canción de autor es la expresión más genuina de la música, y yo quiero mostrar que hay una vía que no pasa por OT. Artistas como Sabina, Calamaro o yo mismo nunca hubiésemos ganado un concurso así. Lo importante es llegar al público y emocionarlo; qué dices y cómo lo dices, no mover las manos o bailar break mientras cantas", explica Ortega.

El Libertad 8 es la enseña lógica de esta revolución en marcha, pequeña pero profunda. Desde que abrió sus puertas, allí siempre se ha cantado sin atender a las ventas. Su primer dueño, Paquito Otero, recibía al propietario actual, el Capitán Mercante Ricardo del Olmo, a ritmo de copla. Cuando le veía entrar con sus compañeros marinos, entonaba Él vino en un barco (Tatuaje) y le despedía con la Bien pagá. A mediados de los ochenta, Ricardo compró el café, dejó Bilbao, y, tras colocar encima de la pianola una foto en blanco y negro donde aparece de niño junto a su hermano, se puso frente al nuevo timón: recitales de poesía, cabaré, tertulias, conciertos, bebida y algún canuto discreto. Allí podías encontrar una noche a Francis Bacon, y otra, a Martirio y a Javier Ruibal cantando con el actor Juan Diego. Aquel espacio musical era contagioso y a nadie le extrañaba ver al poeta Ángel González convertido en trovador.

"Cantaba temas asturianos, sefardíes, del Siglo de Oro. Mi mayor éxito fue una letra sefardí: Dame la mano, tú, paloma, para subir a tu lado… El público aplaudía mucho, aunque la mitad eran amigos. Me divertía, pero nunca pensé en cambiar de profesión. Ya estaba pasado de años para esos números acrobáticos", ríe el poeta, hoy académico y premio Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana.

Entre su público se encontraban Caballero Bonald, Juan Cruz, Dulce Chacón, Pedro Ávila, Julio Llamazares, Blanca Andreu… "Yo llegué allí por Antonio Martínez Sarrión, al que llamaban El Moderno. Los whiskys eran buenos, nos dejaban usar el teléfono y hacíamos lo que nos daba la gana: cantar, recitar… Había una sensación de camaradería, de juventud", explica el escritor Juan Cruz. El periodista Javier Rioyo, otro incondicional, recuerda el clima político de euforia y peligro que se vivía en la calle de la Libertad, donde estaban, además del café, la CNT y el FRAP. "Allí nos juntábamos novelistas, poetas, periodistas, actrices, cantautores y cantamañanas. De vez en cuando venían a molestarnos los Guerrilleros de Cristo Rey, pero el ambiente era estupendo".

El arte pasaba de unas voces a otras en aquel local que, según Caballero Bonald, olía a maletita vieja. Los versos que un día escribía el asturiano Ángel González los cantaba noches después el canario Pedro Guerra. "La música da una luz nueva al poema, y Pedro lo hace muy bien", declara el poeta, que será protagonista del próximo recopilatorio del sello Libertad 8 Records y completará así el ciclo creativo del café, pues ha sido cantante, público y canción.

Pedro Guerra cantaba los versos de Ángel González y sus propios temas. En el escenario del Libertad 8 sonó por primera vez una de sus canciones insignia: Contamíname. Y allí interpretó la mayor parte de su primer disco, Golosinas. "Vine por primera vez en 1993, con 27 años. Todo lo que me ocurrió fue muy especial. El primer día había unas cuatro personas, y en un mes eran 80 o 90. El público se multiplicaba, coreaba las canciones y el café creaba un encuentro íntimo, reflexivo".

Pedro Guerra llegó de la mano de Luis Pastor, principal responsable del movimiento que convertiría el Libertad 8 en el templo de los cantautores en los noventa. Su voz fue como la aguja que se coloca en el primer surco de un vinilo y ya no cesa de girar. "El café es un salón de amigos donde cantar sin micrófono, si lo deseas. El escenario, las mesas y las sillas son una misma cosa, y esa unidad convierte cada actuación en irrepetible". Siguiendo la huella sonora de Pastor aparecieron muchos artistas: cubanos como Compay Segundo y Habana Abierta, argentinos como Gema y Pavel, guineanas como Las Hijas del Sol, españoles como Javier Ruibal, Bebe, Amaral, Tontxu… Una lista tan brillante que asombra que aún no hayan colocado una placa conmemorativa a la entrada del local.

Joaquín Sabina presentó a Drexler y Pedro Guerra en 1995. "Pedro me invitó a subir al escenario con él", cuenta Drexler. Era la primera vez que actuaba en España tras dejar Uruguay. "A los pocos días escuché ahí mismo a Javier Álvarez, y, al ver de nuevo la atención religiosa del público, confirmé un presagio: allí estaba naciendo una nueva tendencia". Javier Álvarez, que había pasado de cantar en el parque del Retiro a hacerlo en el café, guarda muy buenos recuerdos. "El local estaba siempre lleno y acudían ojeadores de las discográficas en busca de promesas".

Así sucedió con Rosana. "En 1995, una compañía me citó en el Libertad 8 para escucharme. Fui el día antes para ver el local y allí estaba Drexler. Me encantó, es un gran autor y un gran guitarrista". La noche siguiente ocupó el lugar del uruguayo y cantó Lunas rotas. "Era la primera vez que me escuchaba con un micro y ante un público. Antes de empezar dije: 'Soy Rosana y aún están a tiempo de irse". Aquella actuación cambió su vida: la compañía la fichó, pasó de ser compositora a convertirse en cantautora e inició la grabación del disco que la consagró. "Libertad 8 se convirtió en un talismán".

No importa el éxito que haya tenido un cantautor tras pasar por Libertad 8; todos mantienen vivo el vínculo. Rosana acude a actuar por sorpresa. "Pregunto por mi trono, una silla de madera, pero tremendamente cómoda, y canto. Me devuelve al comienzo. En el Libertad 8 actúas como en casa y para los amigos. Ese efecto de ida y vuelta, de bumerán, lo hace mágico. Allí te emocionas y te ríes hasta con las paredes".

Escuela, talismán, espacio mágico. La historia de amor con el local se repite entre los cantautores. Como Tontxu, que llegó en 1996 de la mano de Jorge Drexler. "Vine de Bilbao para actuar. Noche a noche, el público fue creciendo y, finalmente, me ficharon para grabar mi primer disco. Ahora soy un bilbaíno de Chueca".

Desde su apertura, nada ha cambiado en el café. Una impresión de atemporalidad que acentúa el hecho de que sea imposible utilizar el móvil, pues no hay cobertura. Sin embargo, a pesar de su magia, el Libertad 8 no ha podido blindar a los nuevos cantautores de algunos de los males del siglo XXI. Hace tiempo que no pasan los ojeadores de las discográficas y más de una noche se abren vacíos en el público. Ricardo del Olmo, su dueño, lo achaca al tirón del fútbol, a los programas basura de la televisión… Otros mencionan a los triunfitos, la crisis discográfica, la piratería, las modas y los nuevos soportes como Internet. "Existe además una tendencia errónea a identificar al cantautor con la canción protesta, pero son tan cantautores Michael Jackson, Madonna y Prince como Bob Dylan, Joni Mitchell o Joan Baez. Hay cantautores protesta, pero también funk, soul, rock, pop… Yo, por ejemplo, soy un cantautor pop", explica Javier Álvarez.

Los problemas están a la vista, pero el Libertad 8 tiene fuerza hasta cuando parece enfermo. Su última pirueta lleva el nombre de Paco Ortega. Hace un año, el músico entró en el local con la sobada cartera negra donde guarda los asuntos pendientes. Teniendo en cuenta su biografía -es cantante, editor, ha producido, entre otros, a Niña Pastori, Diego el Cigala o José Mercé; ha compuesto las bandas sonoras de Sobreviviré, Cleopatra, Vida y color…-, pueden imaginar el tamaño de la cartera.

Ortega propuso a Del Olmo comprar el café. "Venía de París, donde había descubierto el recopilatorio francés Rue de Chansons. Funciono por intuiciones, e inmediatamente visualicé el Libertad 8 como referencia para la nueva compañía", rememora. Ricardo dejó entreabierta la puerta. Una aventura conjunta se puso en marcha: nació el sello discográfico Libertad 8 Records, dedicado a pescar a los mejores entre los cantautores aún desconocidos. Un equivalente digital del café: espacio de vanguardia, laboratorio creativo de ensayo, fusiones y descubrimientos.

"He pasado de cantautor a cazautor", comenta Ortega. El sello representa un pulmón de oxígeno para una época difícil para los músicos. "Queremos crear una red de salas en España afines a Libertad 8 para nuestros artistas. Es la técnica de la mancha de aceite: si funciona en un lugar, se irá extendiendo".

Desde que inició Operación Libertad, Ortega recibe innumerables maquetas de Argentina, París, Italia, España… El primer artista en pasar por el estudio ha sido Paco Sanz. Y en el escenario del Libertad 8 calientan motores estos meses las próximas artistas del sello: Laura Granados y Vicki Gastelo. Ambas sobreviven de los derechos de autor de temas que han escrito para Pasión Vega, Malú, Clara Montes, Mónica Molina… Ambas, como decía Gabriel Celaya, cantan como quien respira.

Entre las paredes del Libertad 8, en pleno festejo de su 30º aniversario, rebulle el futuro. Es un espacio fecundo por pura lógica histórica: antes de convertirse en referencia para los cantautores, fue lugar de diversión literaria, taberna de la célula ferroviaria del PCE y, a principios del siglo XX, vaquería. Listones de granito sellan hoy los canalones del antiguo establo que recorren el suelo. Un lugar de leche, de vino y de ideas es un espacio nutricio, un buen sitio para el arte.

MÚSICA Y ENCUENTROS. Por el pequeño café del barrio de Chueca han pasado decenas de cantautores que se fueron invitando unos a otros a compartir escenario, música y letras.
MÚSICA Y ENCUENTROS. Por el pequeño café del barrio de Chueca han pasado decenas de cantautores que se fueron invitando unos a otros a compartir escenario, música y letras.JERÓNIMO ÁLVAREZ

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