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Crítica:LIBROS / Poesía y Narrativa
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Pasajero de la luz' La sombra y la apariencia

Poesía. Hay libros que es imposible leer de corrido y fuerzan al lector a volver sobre sus pasos y demorarse en sus páginas. La última obra de Andrés Sánchez Robayna, La sombra y la apariencia, es un buen ejemplo de lo que digo. ¿Cómo avanzar en el mar de dunas del poemario si la materia misma que lo compone parece desvanecerse al hilo de la lectura como por efecto de un espejismo? La levedad de las sombras que traza y la textura áspera entretejidas en un lienzo que es a la vez pintura y poema, el mosaico corroído por la tenacidad de un tiempo que huye de nosotros y nos deja irremediablemente atrás, ¿cómo dar cuenta de ellos?

Indaguemos las pistas. El epígrafe inicial del canciller López de Ayala ("asy como la sombra nuestra vida se va") y la cita final de Wallace Stevens (poetry is often a revelation of the elements of appearance) son los dos extremos entre los que oscilan la luz y la oscuridad del libro. La materia desvelada por la presencia omnímoda del sol (las palabras: piedra, roca, polvo, isla, mar) y la ocultación que la acecha (silencio, obscuridad, vacío, nada) nos remiten a la fugacidad de ese "pasajero de la luz" que es el ser humano, vilano errante a la merced del aire: "solo tu sombra/ pesa menos que tú / sobre la tierra. / Aún menos que tu sombra / nuestro paso en el polvo".

La sombra y la apariencia

Andrés Sánchez Robayna

Tusquets. Barcelona, 2010

240 páginas. 16 euros

La sublimación del verbo en la busca de lo que José Ángel Valente llamaba "palabras substanciales" plasma en la sencillez y plenitud del lenguaje del poeta. La desnudez del universo anterior a la existencia del hombre, la reiteración de los ciclos solares ante el ojo del tiempo (sólo el mar quedará cuando volvamos a la entraña del astro) son evocados desde la conciencia de la extinción de la mirada sin melancolía alguna. Ajeno a toda retórica y sentimentalismo, Andrés Sánchez Robayna cifra nuestra vida como un don precario en la levedad de la luz. La gravitación sobre la tierra de una hoja seca es la que nos atrae también a nosotros y nos integra en ella. El poeta no plantea ninguna interrogación metafísica, ese ¿por qué hay algo y no nada? de los filósofos, ni recurre a la bella espiritualidad sanjuanista y de la rica tradición sufí. Su palabra brota de la materia formada por los tres elementos y esa dimensión para la que no corre ningún reloj. El ojo que capta aquellos está y no estará e inútil será preguntarse por el sentido e inevitabilidad de lo efímero. Los signos que descifra son como las gotas errabundas [que] / llevadas por el viento sobre el mar / frente al acantilado en la mañana / van de su nada, vienen de su nada. La sombra nocturna disipará su apariencia.

La relación privilegiada de Andrés Sánchez Robayna con algunos pintores, magníficamente expuesta en los ensayos incluidos en Deseo, imagen, lugar de la palabra, nos ayudan a apreciar su concepción del lienzo-poema. La página en blanco es la tela en la que inscribe la móvil ligereza del trazo, las manchas y rayos de luz, la ausencia de cuanto no cabe en ella. Miró, Chillida, Tàpies, Broto, Frederic Amat, José María Sicilia, parecen transparentarse en cada una de las hojas de La sombra y la apariencia. Los destellos de claridad, las siluetas fugaces, el reflejo del sol que visten la desnudez áspera de la tela, abierta a la avidez del pincel, nos esclarecen el sentido de su imagen poética. La intensidad del dibujo que busca en sí mismo su razón de ser es la de la palabra que explora el silencio y brota de la nada, esa nada que, entre nacimiento y extinción, vislumbramos apenas sin saber adónde vamos.

Toda obra literaria o artística aparece en un ámbito poblado de obras cuya existencia prolonga o modifica y, por dicha razón, el poeta o pintor no pueden fingir inocencia e ignorar el pasado si quieren afianzar su labor y proyectarse al futuro. El conocimiento de la propia tradición y la apertura a las demás son esenciales para el autor que no confía únicamente en la inspiración. Mirar hacia atrás para seguir el propio trayecto creativo, tal fue la gran lección de Picasso en la elaboración de su genealogía artística. Algunos grandes poetas en lengua española de la pasada centuria, como Cernuda, Octavio Paz y Valente, conjugaron simultáneamente su arte poética con la reflexión crítica. La una no iba sin la otra y se alimentaban como vasos comunicantes. La sombra y la apariencia, como las obras que la precedieron -La roca, Sobre una piedra extrema, El libro tras la duna...- no pueden entenderse sin la fecunda exploración de otros ámbitos por la pluma de su autor. Las calas en Juan de la Cruz, Góngora, Rimbaud, Mallarmé, Valéry, J. R. Jiménez, Lezama Lima, etcétera, proyectan su luz sobre ellas. Como resume Sánchez Robayna en uno de sus ensayos, la palabra poética es "el supremo testimonio espiritual de una reconciliación del hombre consigo mismo y con la muerte". No a la manera atormentada de Unamuno sino con la ingravidez del ave cuya sombra cruza rauda, a la luz del sol, la tierra que aún pisamos.

El escritor Andrés Sánchez Robayna (Gran Canaria, 1952).
El escritor Andrés Sánchez Robayna (Gran Canaria, 1952).Ricardo Gutiérrez

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