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Pixar, dibujos 'superstar'

'Toy Story', 'Bichos', 'Monstruos', 'Nemo', 'Los Increíbles'… Y ahora 'Cars', la nueva entrega de Pixar. Entramos en estos estudios, revolucionarios de la animación y salvadores, tras un acuerdo multimillonario, de Disney

Pixar, dibujos 'superstar'

'Toy Story', 'Bichos', 'Monstruos', 'Nemo', 'Los Increíbles'… Y ahora 'Cars', la nueva entrega de Pixar. Entramos en estos estudios, revolucionarios de la animación y salvadores, tras un acuerdo multimillonario, de Disney. Por Rocío Ayuso. Fotografía de Jessica Brandi Lifland.

Los estudios Walt Disney tuvieron la oportunidad de adquirir Pixar por cinco millones de dólares hace más de dos décadas, pero lo dejaron pasar y Steve Jobs, el cofundador de Apple Computer, se llevó el gato al agua. Tampoco les interesó por 50 millones de dólares años más tarde y se conformaron con entrar en un lucrativo acuerdo de distribución y coproducción que ha durado 15 años. La animación por ordenador nunca estuvo en sus planes de futuro a menos que fuera para ir más rápido y abaratar costes en el campo del dibujo animado tradicional, donde desde los tiempos de Blancanieves Disney reinaba a sus anchas. De hecho, los estudios Walt Disney pudieron ser la cuna de Pixar y poner en marcha la revolución digital animada sin que les costara un duro con sólo haberle prestado más atención a uno de sus empleados, John Lasseter, ese californiano que decidió ser animador tras ver Merlín el encantador, pero que se quedó fascinado con Tron y a partir de ahí estuvo seguro de que el futuro del medio pasaba por los ordenadores y no el grafito. Pero hubo que esperar a que el gigante de la animación necesitara algo de esa magia que durante años creía tener en monopolio para que la compra de Pixar fuera un hecho. El precio, 7.400 millones de dólares, está lejos, muy lejos, de la primera oferta.

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También lo está Pixar. Cuando se cumple el vigésimo aniversario de la formación oficial del primer estudio que llevó la animación a la era digital, el estreno de su próxima película, Cars, les pilla en plena forma. Su séptimo largometraje llega precedido por una carrera intachable: seis éxitos de sus seis estrenos y una taquilla mundial que en total supera los 3.200 millones de dólares y pone la media por película en los 539 millones de dólares. Además está el reconocimiento unánime de cada uno de esos títulos -los dos Toy Story, Bichos; Monstruos, SA; Buscando a Nemo y Los Increíbles- por parte de la crítica y del público, una sólida reacción que aún no han conseguido ni los mayores éxitos de la competencia como Shrek, La Edad de Hielo y Chicken Little. Según una reciente encuesta, hoy día a las madres con niños menores de 12 años les es más fácil reconocer una película de Pixar que una de Disney. Y la imagen de marca significa mucho cuando se habla de las que compran las entradas para llevar a la familia al cine.

Un detalle que no se le escapó a Bob Iger, presidente ejecutivo de Walt Disney, cuando el pasado enero cerró un trato multimillonario que durante años parecía imposible. Tampoco se le había pasado por alto, tras la inauguración del parque de Disney en Hong Kong, que los únicos personajes que han conseguido una popularidad cercana a la del ratón Mickey en los últimos años de producción animada llevan el sello Pixar, sobre todo los ya clásicos Woody y Buzz Lightyear de la saga de Toy Story. "Mientras sopesaba todas las posibilidades para devolverle la grandeza a la animación de Disney tuve claro que la relación con Pixar era esencial", concluyó Iger en el comunicado que cerró la compra. La respuesta oficial de Lasseter, director creativo de Pixar, no tuvo una gota de orgullo, sino de humildad, al subrayar la influencia Disney que existe en todos los artistas de Pixar. "Durante estos 20 años hemos creado nuestros filmes de la forma en que nos inspiraron Walt Disney y los grandes animadores de Disney", contestó con sobriedad en su comunicado.

De puertas adentro, en los estudios de Pixar en Emeryville, parte de la llamada "área de la bahía" al norte de San Francisco, el ambiente es más relajado a la hora de explicar el triunfo de este pequeño estudio que ha cambiado 80 años de tradición animada. "Pixar es el mejor estudio de animación del mundo", confiesa sin rodeos Brad Bird, director de Los Increíbles, película con la que obtuvo el Oscar al mejor filme de animación. "A diferencia de otros muchos estudios, aquí domina la pasión del director. Sin importar lo caros que son estos proyectos y la complicación que conllevan, lo que da la luz verde es la pasión. Hacemos grandes producciones, pero a la hora de la verdad son películas de lo más personales", describe Bird, amigo y compañero de promoción de Lasseter. "Nuestra única motivación es que cada vez queremos hacer una película mejor que la anterior", añade Andrew Stanton, otro de los directores de Pixar, que estuvo al frente de Buscando a Nemo, también premiada con el Oscar. Pete Docter, detrás de Monstruos, SA, coincide: "Al final lo que importa son los personajes y la historia, porque la audiencia se quedará fascinada durante cinco minutos con una nueva técnica, pero lo que la mantiene pegada a sus butacas es una buena historia".

En esta ocasión, la historia es una de autos, Cars, un tema muy personal para Lasseter, de 49 años, hijo de un vendedor de recambios para coches Chevy que proclama a los cuatro vientos que en sus venas corre sangre de Disney y aceite de coche por partes iguales. Un filme que le coloca de nuevo en el asiento del director, algo que no hacía desde Toy Story 2, y uno de los más arriesgados para este estudio en todos los sentidos. Cars significa mucho. En el campo técnico, el realismo de los autos -desde el brillo de su chapa hasta el ruido de sus motores- ha sido un reto. En el campo económico, es la última película de una era, la de Pixar como pequeño estudio independiente, y por la que se juzgará la primera etapa del nuevo Disney; la crítica y los inversores querrán ver si está justificada esta compra millonaria y los 2,5 millones de dólares que Lasseter cobra de sueldo.

La historia, escrita por Lightning McQueen, trata de un automóvil nacido para correr y al que se le ha subido el éxito a la cabeza; a punto de ganar su última carrera, descubre en un pueblo perdido de la Ruta 66 que tal vez la velocidad no lo es todo, que a veces conviene levantar el pie del acelerador y disfrutar del paisaje. "De nuevo lo importante es la historia. Eso es lo que caracteriza las películas de Pixar; aquí la técnica y el arte se dan la mano para contar algo que nos es tan cercano como nuestros amigos, nuestras familias, nuestra vida", dice Lasseter de su nuevo trabajo. "Es un filme de coches, pero está inspirado en la historia de esas pequeñas ciudades que quedaron olvidadas en el mundo moderno, ese momento en el que todo cambió. Las autopistas cambiaron la forma de viajar, y lo importante ya no es el viaje, sino llegar cuanto antes. Una metáfora de nuestra vida".

Por si quedara alguna duda, los estudios resaltan que Cars es una película familiar, para todos los públicos, y que, como todos los filmes anteriores de Pixar, llegará acompañada de un ejército de juguetes y merchandising en todos los soportes imaginables. Pero Lasseter asegura que lo que más disfruta del mundo es hacer películas para todos: "Matinales para los niños y para llevar a la novia a la sesión de noche", se regocija este padre de cinco hijos, casado con su amor de juventud, Nancy, con quien vive en Sonoma (California). Ella fue quien le recordó que al hacer una película sobre el mundo del automóvil se olvidara un poco de los amantes del volante y tuviera en mente al resto del público. Uno más de los detalles heredados de Disney, "el toque Disney". "Hacer una película con corazón, con personajes fuertes y una buena historia. Se trata de llegar a todos los públicos. Como Dumbo", señala Lasseter poniendo como ejemplo su película favorita. "Disney diría que por cada risa tiene que haber una lágrima, una idea que compartimos de todo corazón".

Pero entre tanta insistencia en la historia y en el corazón, lo que a primera vista distingue a Pixar en el campo de la animación es su técnica, los primeros en apostar por la tecnología digital como alternativa a los dibujos animados tradicionales. Alvy Ray Smith y Ed Catmull fueron los pioneros a la hora de darse cuenta de este nuevo mundo de posibilidades que les abrían los ordenadores, un futuro lleno de personajes animados en tres dimensiones. El mismo sueño que tuvo Walt Disney cuando inventó la cámara multiplano para Blancanieves en 1937, pero ahora con mucha más profundidad y volumen. "Es parte de la historia de la animación, de la historia de Disney, la búsqueda de una mayor dimensión para los dibujos", explica Lasseter. Pero tanto Smith como Catmull no eran más que técnicos en ordenadores que en la década de los setenta acabaron formando parte de los estudios Industrial, Light & Magic, de George Lucas, donde se dedicaron a la programación en el campo de los efectos especiales, no de la animación. Aun así consiguieron convencer a Lasseter, desencantado con el estancamiento de los estudios Disney, para que se uniera a ellos en un departamento que tenía poco de lo que hoy es Pixar y mucho más de equipo de programación. "Si en Disney aprendí de los maestros de la animación la importancia de los personajes y de la historia, en Lucas, con Catmull, conocí un nuevo mundo de posibilidades. ¡Imagínese un trabajo artístico donde los mismos que fabrican los lápices hicieran los dibujos!", agrega aún incrédulo con el hecho de haber sido el primer animador tradicional que se interesó en trabajar con ordenadores. "Mi primera preocupación fue aprender a programar hasta que me di cuenta de que eso no era lo mío. Ellos sabían programar y yo sabía darle vida, personalidad, a sus técnicas. Ahí fue cuando nos sentamos juntos a colaborar", recuerda de los comienzos. "Es el secreto Pixar, un puente entre el arte y la tecnología donde la tecnología inspira al artista y el arte le pone nuevos retos a la tecnología". Un concepto que da el nombre de Pixar, surgido de la fusión de pixel y arte.

Sí, había nacido un estudio, pero el momento no pudo ser peor, justo cuando el creador de la saga de La guerra de las galaxias necesitaba dinero para pagar el divorcio de su esposa, Marcia Lucas. A veces la historia es así de casera. Lucas pedía 30 millones de dólares por lo que no era más que un departamento de programación en Industrial Light & Magic, y la única oferta sólida que consiguió fue la de su amigo Steve Jobs, por cinco millones de dólares. Catmull, cómplice con Lasseter, intentó que Disney se interesara en la compra, pero Jeffrey Katzenberg, entonces presidente en el hogar de Mickey Mouse, vetó el acuerdo. Esto fue en 1983, 11 años antes de que Katzenberg, junto con Steven Spielberg y David Geffen, fundaran DreamWorks SKG, ahora la principal competencia de Pixar. "Nunca me pude imaginar el futuro de nuestro estudio", admitió Jobs en una de sus pocas entrevistas concedidas a la prensa extranjera para hablar de Pixar. "Cuando conocí a Catmull y fundamos la compañía sabía que tenía conmigo a gente con una visión. Yo compré esa visión, pero también sabíamos que desarrollarlo nos llevaría unos años. Al final tardamos una década, pero hicimos lo que soñábamos, películas que, como dijo Walt Disney, son entretenidas para toda la familia. ¿Cuánta gente puedes encontrar en el mundo que no haya visto Blancanieves y los siete enanitos? Hoy puede hacer la misma prueba con Toy Story". Por supuesto que hubo momentos de crisis, pero la década estuvo salpicada de pequeños logros con cortometrajes como Luxo Jr. (1986), Tiny Toy (1988, ganador del Oscar) y Knick, Knack (1989). Finalmente llegó Toy Story en el año 1995.

En Emeryville, el sentimiento de historia está diluido en un ambiente insólito para un lugar de trabajo. Incluso para el nivel de locura que suele reinar entre los animadores, Pixar lo supera todo con ese toque de relajación californiana que proyecta. Si Lasseter es el rey de las camisas hawaianas y tiene su despacho lleno de juguetes, el resto de su equipo no se le queda a la zaga. Entre las oficinas y los cubículos de trabajo de cada departamento es tan fácil ver una cabaña hawaiana como un castillo medieval, todos ellos decorados con dibujos o juguetes. Un ambiente donde los animadores utilizan patines, patinetes o skateboards para desplazarse y donde una de las salas de reuniones tiene sus paredes forradas de terciopelo rojo. Además cuentan con anfiteatro, piscina, campos de fútbol, baloncesto y voleibol, y mesas de pimpón y billar. "Es gente que ama lo que hace y que están dirigidos por alguien lleno de pasión, que no está en esto por el dinero", dice el actor Robin Williams, amigo de Lasseter y amante de la animación, campo al que ha prestado su voz en más de una ocasión. "No son como Disney, donde, como suelen decir, el ratón Mickey tiene cuatro dedos para poder coger el cheque", añade con sarcasmo tras sus roces con ese estudio. El animador español Carlos Baena resalta su fascinación por la continua combinación "entre lo difícil y lo divertido".

El estreno de 'Cars' es un nuevo reto para la compañía, pero también un buen momento para la reflexión. "Por lo general somos mucho más conscientes del campo que vamos abriendo que de la historia que dejamos atrás. Siempre tenemos la mente puesta en el reto que tenemos delante", señala Doug Sweetland, supervisor de animación. "Pero Cars nos ha dejado a todos un sentimiento extraño de nostalgia, algo que no nos pasaba desde Toy Story. Quizá sea por los chistes tan brillantes que ha puesto John en los títulos de crédito, su propia broma a nuestros 20 años de historia, o porque vuelve a ser el director. Es como si se completara un círculo". Stanton, director de Nemo, subraya que hasta la fecha siempre han sido "el mismo equipo" "desde el comienzo". Efectivamente, son pocos los que se han marchado y aún menos, por no decir ninguno, los que critican el estudio que dejaron atrás y que en la actualidad lo forman unas 775 personas, entre artistas, programadores y administradores.

Saben que se encuentran ante un momento de cambio esperado, pero también temido. Incluso algunos de los que están en el corazón de Pixar, como Docter, han expresado sus miedos en la revista Entertainment Weekly: "Cuando se anunció la fusión con Disney, me pregunté: ¿es lo que queremos?". De forma oficial, tanto Disney como Pixar prefieren soslayar esa pregunta. Según el acuerdo de compra, Catmull sumará a su título de presidente de Pixar el de presidente de la división de animación en los estudios Walt Disney. Lasseter pasará a ser el jefe creativo no sólo de Pixar, sino de Disney, más un nuevo cargo al frente de Walt Disney Imagineering, división encargada del diseño de nuevas atracciones para los parques. Un sueño hecho realidad para este hombre que, como buen californiano, trabajó de joven en Disneylandia. El negocio también es de lo más lucrativo para Jobs, dueño de la mitad de Pixar; le convierte en el principal accionista individual de Disney, con un 7% de las acciones, además de darle un lugar en la junta y el cargo de vicepresidente, que antes ocupaba el sobrino del fundador, Roy Disney.

Pero, según los analistas, para que el acuerdo funcione será necesaria una producción de dos largometrajes animados anuales entre ambas compañías, y hasta ahora la media de Pixar era de una película cada 18 meses. "Nos lleva una media de dos años hacer cada producción. Se trata de un proceso laborioso que sigue siendo manual, donde los ordenadores no son más que herramientas", ha repetido Lasseter para desmentir el mito de que los ordenadores lo hacen todo. También queda abierto el terreno para segundas y terceras partes de los numerosos éxitos de Pixar, un área donde el estudio de Emeryville ha sido muy reacio. Iger nada entre dos aguas prometiendo un buen ritmo de entregas a los inversores, pero también asegurando que velará por que Pixar no pierda su identidad. Durante la formalización de la compra, Jobs le secundó al recordar que el eje de la negociación fue cómo preservar la cultura que Pixar ha creado en estos años. Una cultura que Lasseter y su equipo ahora deberán aplicar al departamento de animación de Disney en su sede de Burbank, al norte de Los Ángeles. La distancia física que les separa con Emeryville es similar a un Madrid-Barcelona. Pero la distancia vital es mucho mayor; en Disney Lasseter se encontrará con lo que queda de un equipo desmoralizado tras la criba que dejó una plantilla de más de 2.000 personas en unas 700 en sólo dos años y donde domina el espíritu de "tú pagas, yo dibujo", tan diferente a la pasión en Pixar. En Burbank también se cultivó ese espíritu no sólo en su época clásica, sino en su segunda era dorada, en los años de La bella y la bestia, Aladino y El rey león, una temporada de éxitos y calidad que el estudio no ha vuelto a oler desde Tarzán.

"La pasión y el amor de John es conocido por todos los que nos dedicamos a la animación, y estoy seguro de que se reflejará en Disney como lo ha hecho en Pixar", afirma el realizador español Raúl García, miembro, junto con Lasseter, del comité de animación de la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood y ex animador de Disney. Sweetland alaba "la visión" de Lasseter, un comentario que Stanton se atreve a llevar más lejos asegurando que este cineasta "nació con microscopios en los ojos". Incluso su competencia, como es el caso de Chris Wedge al frente del estudio Blue Sky, creador de La edad de hielo (Ice age), reconoce su talento cuando acepta que muchos de su animadores se le han marchado a Pixar.

"Yo prefiero hablar de la comunidad de animadores en lugar de la industria de la animación, porque, en principio, no se trataba de hacer dinero, sino de amistad. Pero también soy un auténtico americano en el sentido de que me encanta la competencia", explica Lasseter, que posee acciones por valor de 25,4 millones de dólares.

Lasseter se tendrá ahora que desdoblar para dar abasto con todas sus tareas, en Pixar, en Disney y en las múltiples Disneylandias de todo el mundo. Según la revista Entertainment Weekly, es cada vez más conocida su habilidad para echarse una cabezadita en las reuniones, una muestra inequívoca de cansancio, aunque cara a cara Lasseter es un pozo de energía sin fin, siempre sonriente. Además, a pesar de que su nombre es sinónimo de Pixar, él siempre se encarga de recordar el trabajo de equipo, incluso de forma poco habitual para un americano. Son ya famosos sus grandes abrazos de oso cuando le emociona la propuesta de alguno de sus colaboradores. Lasseter tampoco dudó a la hora de incluir el nombre de su amigo y mano derecha en Pixar, Joe Ranft, como codirector de Cars después de que el artista falleciera en un absurdo accidente de coche durante la producción. "Pixar es un estudio de directores; cuando soy productor ejecutivo figuraré como la cabeza creativa del estudio, pero ellos son los que mandan", confiesa Lasseter, que en la forma de trabajo aboga por un esquema similar al que utilizó Walt Disney en los años de gloria de su estudio, cuando el peso creativo recaía no sólo en su fundador, sino en los llamados "nine old men" (los nueve veteranos), los principales talentos del estudio. En esa categoría figuran Bird, Stanton o Docter, además de Bud Luckey, veterano de Ábrete sésamo y autor del cortometraje Boundin', o Jan Pinkava, ganador del Oscar por el corto Geri's game y que iba a dirigir el próximo largometraje de Pixar, Ratatouille, sobre las aventuras de un ratón en los restaurantes de París.

Según detalla Jobs, el estudio funciona "como una silla que se apoya en cuatro patas" y sólo una de ellas lleva el nombre de Lasseter. Aun así, el californiano necesitará todo el apoyo que pueda recibir si quiere acometer uno de los secretos más esperados de su vuelta a Disney: la resurrección de su división de animación tradicional. Para empezar tendrá que recuperar las mesas de luz para animación de las que Disney se deshizo hace unos años, cuando le puso el último clavo al féretro de la tradición que le dio la vida. Mientras espera el mobiliario, el estudio ya ha comenzado a contratar de nuevo a algunos de los que contribuyeron a sus últimos grandes éxitos, como Ron Clements y John Musker o Eric Goldberg, todos ellos responsables de Aladino, aunque el silencio oficial es completo en este sentido. "Los ordenadores son una herramienta, como lo son el lápiz y el papel. Y no hay mayor reto que darle a una misma persona diferentes herramientas para ver qué es lo que pueden crear con ello", aventuró Lasseter hace unos meses al hablar de la posibilidad de una vuelta al dibujo animado tradicional.

Como todos los que forman parte de Pixar saben ya de sobra, no hay nada mejor que un reto para motivar a Lasseter y a toda esta comunidad a dar lo mejor de sí mismos, con lápiz o con ordenador. "De nuevo, citando a Walt Disney, diré aquello de que seremos tan buenos como nuestra próxima película", resumió Jobs, cauto y esperanzado ante el futuro de Pixar.

La película 'Cars', que abre una nueva etapa en la fusión Pixar-Disney, se estrena en España el 5 de julio.

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