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Reportaje:ARTE / 500 años del descubridor del Amazonas

Pop lujurioso y geometrías místicas

Toda la gente que hay en este río que hemos pasado, como hemos dicho, es gente de mucha razón y hombres ingeniosos, según que vimos y parecía por todas las obras que hacen, así de bulto como dibujos y pinturas de todas las colores, muy vivísimas, que es cosa maravillosa de ver". Es una de las descripciones que hace fray Gaspar de Carvajal en su crónica del viaje explorador con Francisco de Orellana, titulada Descubrimiento del río de las Amazonas. Y se refiere ya al color y los dibujos de los pobladores recién "descubiertos". Entre los kené, diseños tradicionales que se siguen produciendo hoy en día, destacan los de los shipibo-conibo. Intrincados laberintos de línea clara. Perfectas geometrías abstractas que se desarrollan sin fin sobre el plano de los textiles y cerámicas, a los que se atribuyen significados místicos. "Hay diferentes estudios y teorías sobre el origen o significado que pueden tener estos dibujos", explica Christian Bendayán, artista e impulsor del arte contemporáneo amazónico en torno a Iquitos. "Algunos dicen que son representaciones del cosmos, que son laberintos. Hace poco murió una anciana artista shipiba que decía que eran representaciones de cantos chamánicos, icaros, de los que se usan en los rituales de ayahuasca. Ella decía que los podía leer como cantos, como si fuera un pentagrama. Otros dicen que a las niñas shipibas les ponen en los ojos unas gotas de la hierba piri piri, que les permite ver la realidad de esa manera. La antropóloga Luisa Elvira Belaúnde en su estudio sobre el kené afirma que son ventanas al cosmos. Lo más interesante, creo yo, es que es un laberinto de composición. Es muy complejo como diseño. Ahora bien, la cultura shipiba está vinculada a la tradición del ayahuasca -no todas lo están- y en esas experiencias sí se produce geometría en las visiones".

Una cosa que diferencia este arte del resto del de Perú es la presencia de una estética pop que viene del videoclip
"Algunos dicen que son representaciones del cosmos, que son laberintos", dice el artista Christian Bendayán
"En Iquitos muchas casas están hechas de madera y en ellas se pintan murales. Cuando se mudan se llevan esas tablas", dice Bendayán

En contraste con ese arte ancestral -tan moderno, por otro lado- ha surgido en las últimas décadas un poderoso movimiento en el arte contemporáneo amazónico, particularmente en Perú. Es lo más opuesto a lo anterior: colores vibrantes, sexualidad desbordante y sin tapujos, alusiones constantes a los efectos alucinógenos del ayahuasca (un brebaje usado por los chamanes y hoy popularizado) muy ligado a la vida urbana de Iquitos, la capital del departamento de Loreto, con más de 400.000 habitantes. Un arte popular de raíz espontánea que podría ser considerado algo así como naif-salvaje. Hay murales pintados en casas y establecimientos comerciales, en plazas, calles y vehículos motorizados. Y lo curioso es que los motivos poco tienen que ver con el entorno natural que los rodea. "En el arte popular urbano hay una cierta presencia de la selva, pero a través de una exotización", comenta Bendayán. "Es gente que casi quiere olvidarse por un momento que está en la selva. En los últimos diez años han aparecido una serie de artistas que han innovado. En el caso del kené shipibo aparece Roldán Pinedo y Elena Valera, que rompen con la geometría que abarcaba todo el espacio para distribuir este diseño por zonas, empezar a crear personajes y a contar sus historias con un lenguaje gráfico figurativo más cercano a nuestro entendimiento occidental. Y todo esto sin perder la esencia del dibujo tradicional. Lo mismo hacen Rember Yahuarcani, Brus Rubio y anteriormente a ellos Víctor Churay (muere joven, lo matan en Lima). Respetan lo tradicional, sin dejar de experimentar".

¿De dónde sale ahora esa explosión de color, temas tan variados y ajenos a esa tradición? "En Iquitos tenemos una gran particularidad y es que es una isla", continúa Bendayán. "Y, por lo tanto, una isla cultural. Muchas cosas del mundo exterior no han llegado a Iquitos. Lo único que llegó primero, antes que a la capital, fue la televisión por cable. Diez años antes. Tener televisión de todo el mundo, tener la MTV, generó espacios donde se desarrolló el arte. Porque el arte popular no se desarrolló en lienzos sino en paredes. La escuela más fuerte, en los años setenta, es la de los grandes carteles de los cines. Como en India. Y es el cine de India y México, precisamente, lo que marca el estilo, en particular las tipografías. Converge todo lo mágico y mítico que tiene este cine, incluso la ciencia-ficción, con lo tradicional místico de la Amazonia. En la última producción, cuando sus características están bien definidas, hay una presencia de lo femenino y lo sensual muy fuerte. Hay también algo de fábula, que tiene que ver con este universo, donde todo en la naturaleza tiene ciertas características humanas. Incluso los objetos. En la obra de Luis Sakiray ves que las botellas, los platos, parecen mujeres, tienen cinturas. Y una cosa que diferencia este arte del resto del de Perú es la presencia de una estética pop que viene del videoclip. Uno de los espacios que más requieren a los artistas son las discotecas, los bares y los famosos video-pubs. Eso viene de la mano con la novedad de la pintura fosforescente. Y crea las dos categorías importantes de la pintura amazónica: la pintura de noche y la de día. Es muy sencillo, porque la pintura fosforescente solo reacciona a la oscuridad mediante luz negra. Y en el día tropical, con el sol ardiente, esta no sobrevive ni una semana. Se decolora, se quema. Eso marca la diferencia. Y esa impresión tridimensional que da la luz negra con la pintura fosforescente se vincula mucho a las visiones ayahuasqueras. No en vano, el artista más importante en la representación de este tipo de visiones, Pablo Amaringo (1943-2009), usó muchos colores fosforescentes".

"En la obra de día hay otra particularidad y es su capacidad de desplazarse. En Iquitos muchas casas están hechas de madera y en ellas se pintan murales. Cuando se mudan se llevan esas tablas. Lo mismo para las pinturas sobre lanchas que se mueven por el río. Últimamente proliferan las pinturas sobre mototaxis, es quizá el formato más importante ahora. Los propios artistas van de casa en casa ofreciendo sus servicios. Antes la pintura popular se encontraba principalmente en los bares, restaurantes, discotecas. Y también en un espacio curioso, los cementerios. Creo que esa producción ha sido tan fuerte, y sus cuatro artistas más representativos: Lu.cu.ma, Luis Sakiray, Piero y Ashuco, han generado tal interés que han marcado toda una tendencia en Lima".

En este movimiento están por un lado esos artistas populares urbanos y por otro los que han tenido estudios de artes plásticas. "Al principio no me interesaba mucho trabajar con los artistas de escuela. Después del interés generado en Lima sentí que había una labor, la de insertar la producción amazónica en lo que es la historia del arte peruano actual. El primer proyecto, en 2005, se tituló La cuerda de los muertos -significado de la palabra ayahuasca- y reunió a 30 artistas con una producción vinculada a la experiencia del ayahuasca. La segunda se tituló La piel de un río. El proyecto más importante de todos estos fue Poder Verde, que se presentó en Lima en 2009; en Buenos Aires, en Iquitos y este año en Lima se hizo una segunda versión. Es la producción vinculada a lo mágico, a lo psicotrópico, lo psicodélico. La primera tenía como subtítulo Visiones psicotropicales, la segunda Desborde amazónico. Está vinculado a cuestiones políticas y sociales".

Las últimas mediciones consideran al Amazonas el río más largo del mundo, con 6.800 kilómetros, que atraviesan territorios de Perú, Colombia y Brasil. La población se concentra en unas pocas ciudades, particularmente en los principales puertos de Iquitos (Perú), Leticia (Colombia), Manaos y Belém do Pará (Brasil). El fenómeno del arte de Iquitos convive con las manifestaciones dispersas en otras poblaciones de la cuenca amazónica.

Para la fotógrafa brasileña Elza Lima, de Belém do Pará, la gente y el paisaje son una fuente inagotable de estímulos para su trabajo. "Mis imágenes deben mucho a mis vivencias infantiles", afirma. "Acompañé a mi abuelo a muchos lugares de la Amazonia. Cuando me hice fotógrafa fui en busca de esos momentos, e intento plasmar en mi trabajo ese lado poético de los pueblos ribereños".

En algunas de sus fotografías crea dípticos que reflejan esa omnipresencia de la pintura popular y las vivencias cotidianas que la generan. "La pintura para mí representa el imaginario amazónico y me llama la atención la forma como ellos viajan a través de estas representaciones. Siempre uso las imágenes cuando quiero hacer un contrapunto entre mi mirada y la de ellos".

"Llevo veinticinco años fotografiando la Amazonia, es un mundo que siempre me ha atraído. Nací y me crié en la ciudad de Belém, que hoy tiene aproximadamente dos millones de habitantes, pero que guarda en sus límites un aire de la selva. No formo parte de la comunidad ribereña, pero mi alma se siente muy afín".

<i>La autonomía negada,</i> de Brus Rubio, que cuenta la historia del pueblo huitoto-murui.
La autonomía negada, de Brus Rubio, que cuenta la historia del pueblo huitoto-murui.
<i>Huarmi Boa III</i>, de Christian Bendayán.
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<i>Visión de Totem</i>, de Harry Chávez.
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