Romanticismo para 'aliens'

¿Hollywood? Buff, no sé, en cierto sentido es como vender tu alma al diablo; en otro, el sueño de muchos directores de cine. Cuando uno tiene la oportunidad debe aprovecharla. ¿Si yo la aceptaría? Digamos que por ahora me encuentro muy a gusto en casa pero que estudiaría ofertas". Gareth Edwards (1975, Londres) suelta las proféticas palabras en la recepción del hotel que sirve de sede al Festival de Sitges. El director de Monsters acude solo: nada de publicistas, nadie vigilando la puerta "por si acaso".

Apenas tres meses después, parece haber encontrado la respuesta. Es el nuevo niño mimado de Hollywood. Monsters (de estreno el 24 de enero) se ha convertido en la sucesora de District 9, en el éxito imprevisto del sci-fi de bajo presupuesto con invasores alienígenas (en Sitges, por cierto, ganó el premio a mejores efectos especiales). Su realizador acaba de firmar un contrato para dirigir el nuevo Godzilla y se ha aliado con el ruso Timur Bekmambetov (Wanted, 9) en un proyecto de ciencia-ficción épica. Algo intuía: "No esperaba que Monsters funcionara tan bien. Al principio me daba miedo que cualquiera que fuera a ver una película con ese título se largara a los diez minutos porque lo cierto es que los monstruos apenas salen, no son el núcleo de la historia".

Hecha con menos de un millón de dólares ("alguien publicó que la habíamos hecho con 15.000 dólares, lo cual es totalmente falso", dice algo mosqueado), resulta ser una fábula contemplativa donde dos desconocidos se dan de narices con el contubernio alienígena entre charlas con sustancia y puestas de sol. "Me gustaba la idea de mezclar géneros e intentar obtener algo nuevo. Sí, he oído lo de que he hecho una especie de Lost in translation con extraterrestres [carcajadas] y me gusta la descripción. Es cierto que me encanta esa película, pero no sé, tío, no sé...".

Edwards se fue a México con cuatro duros, le robaron la cartera y el equipo, se perdió en la selva y ?a lo Werner Herzog? llegó a pensar que perdería la cabeza. Pero salió de allí con una de las cintas más frescas, atrevidas y deliciosas del año. Después se encerró en casa y de su ordenador acabaron saliendo los monstruos; tímidos, pero monstruos al fin y al cabo: "Siempre me he dedicado a los efectos visuales, así que tenía que posproducirla yo para que quedara como quería. Bueno, también resultaba que yo era el tipo más barato para hacer el trabajo [sonríe]". De momento acapara elogios y premios (el último, a mejor director en los British Independent Film Awards) y se prepara para vender su alma al diablo.