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EN PORTADA

Sexo: Por puro placer

Vacíe su mente. Olvide su forma, sus aristas. Como el agua. A partir de esta línea sea sexo. Sólo sexo. Sin hipocresías, sin limitaciones. Sólo sexo. El sexo puede fluir o puede estallar en su cabeza. Lo que no puede evitar es que esté ahí. Es usted un animal, amigo o amiga mía. Enfréntese a estas líneas como tal. Deje a un lado cualquier tipo de prejuicio, inclinación política o moral. Sea sexo, amigo mío. Sólo sexo.

A plena luz de una suave tarde invernal de Madrid, un taxi se detiene en el número 48 de la calle de Pelayo. Una mujer de mediana edad, guapa, impecablemente vestida, baja por la puerta de la derecha; su compañero, por la izquierda. Juntos entran en un local llamado Amantis, tal vez la tienda erótica pionera -al menos en la capital- en cumplir el empeño de sacar de la semiclandestinidad, con puertas opacas, las inclinaciones más primarias y elevarlas, desde la categoría de bajos, a normales instintos. También tienen hermanos gemelos en Barcelona como Mailafemme o Leboudoir. Habla él: "Veníamos a recoger un pedido", le dice al dependiente. Viste traje claro, corbata roja, el pelo entreverado de canas, gafas, alianza en la mano izquierda, un poco entrado en carnes y abrigo tipo loden gris perla. Suelta una clave mágica, y el encargado regresa con una caja en la que hay un curioso artefacto de color verde, con un cuidado diseño futurista, que representa una forma fálica cercana a los 20 centímetros. "No. Queríamos el de color rosa", dice ella. Dicho y hecho. El empleado se pierde en la trastienda y regresa con otro consolador vibrador que parece fabricado con chicle de fresa ácida. Han realizado la compra por Internet; parece que es su primera incursión en los juguetes eróticos. Tras una larga conversación con el dependiente sobre métodos de actuación y consejos, la pareja abandona el establecimiento con dos tipos de lubricantes, un consolador transparente hecho como un árbol de Navidad de bolas pegadas una contra otra y el ergonómico falo de color chillón.

"Podríamos decir que asistimos a una nueva revolución sexual", afirma José Luis Sánchez de Cueto, miembro del Instituto Andaluz de Sexología y Psicología. "En los setenta vivimos lo que podríamos denominar la primera revolución. Eran tiempos de encontrar una libertad que se nos había negado. Luego llegó el sida, y la cosa se aplacó un poco; ahora la culpa ha desaparecido, y, en cierto modo, hemos perdido un poco la cabeza por el sexo". De hecho, Sánchez de Cueto asegura que las enfermedades de transmisión sexual están en aumento y advierte de que en su consulta trata casi tantos casos de adicción al sexo como otro tipo de disfunciones físicas o crisis de pareja. Pero si hay algo que tiene muy claro es que existe un elemento absolutamente determinante en esta nueva explosión de feromonas: Internet.

Haga la prueba. Teclee la palabra "sex" (sexo en inglés) en el buscador Google; obtendrá 428 millones de páginas dedicadas al asunto. Pornografía, fotografías, vídeos, fetichismos… Lo que quiera imaginar, todo está en la Red. Sin embargo, estas páginas son sólo la punta del iceberg. Los sitios que han logrado cambiar hábitos, abrir mentes y desinhibir son las webs de contactos y los foros.

Antonio tiene 37 años. Es soltero, heterosexual y sin pareja. "Es una cosa de no creerlo. Si estoy aburrido un viernes por la noche y me apetece echar un polvo, sólo tengo que encender el ordenador. Probablemente una hora después esté acostándome con una chica bastante cercana a mis gustos", asegura. Sexo rápido y a la carta. En las páginas de contactos, la búsqueda ha alcanzado tal grado de especialización que hay criterios no sólo por edad, sexo, estatura y peso, sino también por religión, raza y, por supuesto, gustos sexuales: lluvia dorada, sadomasoquismo light, fetichismo de los pies, sexo anal, tatuajes y piercing, accesorios, axilas… No hay límites. Las más utilizadas son: adultfinder.com, sexsearch.com e iwantu.com. En casi todas ellas, los usuarios colocan sus anzuelos: fotografías bastante explícitas en muchos casos, gustos extravagantes, e incluso declaran su amor por la ópera como reclamo de cortejo computarizado.

"Somos tres parejas de La Coruña ciudad, queremos crear un club de sexo. Sólo heteros. Imprescindible para hacerse socio que sea por parejas (hombre y mujer). Haremos todo lo que nos apetezca en un chalé para nosotros; no hay ánimo de lucro, sólo sexo libre y consentido. Orgías, bukkake (varios hombres que eyaculan sobre una mujer u otro hombre), intercambio, fiestas, bailes, juegos. Si os interesa la idea enviad vuestra respuesta al e-mail, si puede ser con foto, para tener una reunión. De momento sólo podremos ser 25 parejas. Se exige clase, higiene, discreción, etcétera. En la primera reunión, mínimo 10 parejas decidiremos los estatutos y normas, además de conocernos. Se envía avance de estatutos por e-mail. Animaros". Éste no es más que un ejemplo de lo que se puede leer en un foro de la Red y en una página tan poco sospechosa como el canal galicianet.com.

El español ya no se corta. "No nos avergonzamos. Hemos salido del armario", explica Sánchez de Cueto. "Internet mezcla la inmediatez con cierto anonimato, y ésa es una combinación explosiva. Además, en el ciberespacio se puede hablar de cosas con personas afines que antes quedaban en la esfera de lo privado. Ha sido determinante para el cambio de conductas sexuales", concluye. "Ahora, afectividad y sexualidad están más diferenciadas. Éste es el planteamiento de la revolución sexual. Ya se puede tener sexo sin amor, sin que sea un delito. Hombre, es mejor que se dé todo junto, pero es cierto que ahora se llega al amor por las relaciones sexuales y no al revés, como ocurría hace unos años".

Más de un millón de españoles visitan cada mes páginas de Internet enfocadas a las relaciones sexuales esporádicas. La edad más habitual del usuario se sitúa entre 25 y 45 años, y en una proporción de 10 hombres por cada mujer. El perfil: cualquiera. Profesionales, acaudalados, funcionarios, asalariados mileuristas, amas de casa. La cama empieza a no entender de clases. Javier, un abogado de 36 años, lleva más de cinco suscrito a una página de contactos para gays. Un sitio especialista de por sí, bearwww.com: para hombres fornidos y de mediana edad. "Uno de mis mejores amantes tiene tres hijos y es guardia de seguridad. Chatea conmigo casi siempre mientras su mujer está durmiendo. Él dice que no es gay, claro. Simplemente quiere que le hagan cosas en la cama que su esposa no quiere llevar a cabo", explica.

El pasado día de Reyes, tres amigas que comparten piso en Madrid se entregaron al ritual del amigo invisible. Se regalaron cosas mutuamente. "A mí me tocaron unas esposas y a otra compañera le cayó una fusta", comenta Carmen, una de ellas. En otro lugar de la capital se celebra un cumpleaños. El garito tiene nombre de máquina de escribir: Underwood. Cecilia, una estilista de 30 años, es una de las invitadas. Llega con un amigo. Deja su bolso en una mesa alta y éste comienza a vibrar. "El móvil. ¿Quién será?", se pregunta su amigo. Cecilia abre el bolso y el círculo de conocidos que la rodea descubre que lo que se mueve con fruición dentro de su bolso no es un teléfono. Se ha disparado un vibrador consolador de diseño que acaba de comprar. Cecilia vive en pareja con su novio desde hace cerca de 10 años. "Por el momento lo he utilizado yo sola", confesará más tarde, "pero claro que quiero usarlo también con mi novio".

Tatiana Escobar, Maxi Rekarte y Oli Acosta tuvieron una idea descabellada en julio de 2004: abrir una tienda erótica en el centro de Madrid, en principio enfocada a la mujer. "En aquella época, todo el mundo nos decía que nos íbamos a hundir. Que aquello no tendría éxito", cuenta Oli. Son los tres socios de uno de los locales dedicados al sexo con más éxito de España: La Juguetería. Allí fue donde Cecilia adquirió su consolador, que más tarde, en una cena, su novio enseñaría a todos los amigos presentes sin ningún pudor. Por su experiencia en el local, los tres empresarios resultan uno de los mejores termómetros de cómo ha cambiado la mentalidad del español a la hora de enfrentarse al sexo. "El ejemplo de Cecilia es paradigmático", comenta Maxi. "Lo que está clarísimo, pese a no haber encuestas que lo corroboren, es que ha sido la mujer la que ha protagonizado y protagoniza la nueva revolución sexual".

"Ellas han evolucionado mucho más que ellos. Ahora las mujeres se saben poderosas en todos los ámbitos, incluida la cama", apostilla Oli. "Empiezan a decir en voz alta lo que les gusta y lo que no. Demandan placer en la intimidad y también consigo mismas. Son las actrices de un nuevo orgullo sexual en el que el abanico de posibilidades ha multiplicado por mucho sus enteros."

Amantis es el otro bastión de los nuevos comercios dedicados al sexo, la sensualidad y la sexualidad desde su punto de vista más lúdico. Óscar Ferrater es uno de los chicos que atienden el local, especializado en aconsejar a su clientela sobre los productos que mejor les irán. Para él también es la mujer la que abandera el nuevo despertar sexual. Pero introduce un elemento más: "Una de las cosas más claras que percibo en la tienda es que el hombre heterosexual ha descubierto, por fin, su culo", afirma rotundo y con toda la normalidad del mundo.

En las estanterías de Amantis se exhiben varios artículos destinados a estimular el punto G masculino; Ferrater asegura: "Cada vez más hombres los solicitan". El sexólogo Sánchez de Cueto lo corrobora: "Hasta hace bien poco no era políticamente correcto hablar de esto, parecía que el ano era una zona exclusivamente para los gays. Ahora muchos hombres se dan cuenta de que es absurdo. Todos tenemos las mismas terminaciones nerviosas en los mismos sitios. Aún quedan hombres con mentalidad muy antigua, pero es cierto que ya hay muchas parejas heterosexuales que investigan en todos los órdenes". Para Maxi Rekarte, el fin del macho ibérico convencional está cercano: "El mayor problema que tenía la sociedad española es que gran parte de su educación sexual ha venido a través del porno. Y en el porno, pues eso, se va rápido y a lo bestia. Ahora la gente está pillando que la cosa está más en la calidad que en la cantidad. ¿Qué es un microondas comparado con un horno de leña?" La normalización es tal que una marca como Durex, especializada en la venta de preservativos y lubricantes, acaba de sacar una línea de juguetes eróticos que pueden encontrarse en las farmacias.

No todo es Internet y la cacharrería erótica. La calle también se ha revolucionado. En ciudades como Madrid y Barcelona se cuentan más de 20 locales destinados al intercambio de parejas heterosexuales. Funcionan con una regla muy sencilla: cuando alguien dice no, es no, y hay que ir acompañado si se es hombre. En el mundo homosexual, que tradicionalmente ha sido más liberal y vanguardista, incluyendo los temas sexuales, se multiplican los locales destinados única y exclusivamente al placer sexual. Éste es el menú que se puede leer en la puerta de un garito situado en la calle de San Vicente Ferrer, en Madrid: "Lunes: dildo games [juegos con consoladores]; viernes: hard sex meeting [encuentro de sexo duro]; martes: fetish fantasy party [fantasías fetichistas]; miércoles: masters and slaves [amos y esclavos]; sábados: cockring party [fiesta en la que los participantes llevan aros que estrangulan los genitales para lograr erecciones más duraderas y potentes]; domingos: underwear party [en ropa interior]". Al menos cinco locales en Madrid poseen una carta parecida; fórmula que lleva años ensayándose en ciudades como Nueva York, Londres y Berlín, y que ahora ha encontrado un perfecto caldo de cultivo en España. Hay más especialidades: noches de zapas (zapatillas), de lluvia dorada, saludos a la luna llena en encuentros nudistas, apagón total de luces o encuentros con dress code (código de ropa) muy concreto: cuero, o indumentaria de trabajo, o deportiva, o rubber (de goma), o tipo skin, o tipo bakala…

La clienta de mayor edad de La Juguetería tiene más de 81 años. "Viene a comprar lubricante para sus hijas, que no se atreven a pasar por aquí", afirma Oli Acosta. Esa mujer es algo testimonial. El sexólogo Sánchez de Cueto cree que son los jóvenes los otros grandes protagonistas de la revolución sexual que se intuye en el ambiente. "La edad de inicio en el sexo ha disminuido, y desde luego los jóvenes están en la vanguardia de las nuevas formas de actuar respecto al sexo".

En las grandes capitales existe un concepto que se ha puesto de moda entre los jóvenes desde hace algunos años, lo que se denomina un chill out. A las seis de la mañana cierra una discoteca situada en la calle de Campoamor de Madrid. Seis amigos -cuatro chicos y dos chicas- deciden seguir la marcha, pero no en un after hours, sino en casa de uno de ellos. Se aprovisionan de bebida que compran a los vendedores ambulantes que a esas horas hacen su agosto por las calles más concurridas de la capital. Durante la noche han corrido las drogas y el alcohol. En el piso, tras un principio convencional, la cosa se disparata hasta que todos los integrantes de la fiesta terminan metidos juntos y desnudos en la ducha de la casa. Más tarde, el sexo está permitido, siempre con consentimiento. La cuestión es pasarlo bien. Sánchez de Cueto advierte de que entre los jóvenes está cada vez más extendido el uso de drogas y alcohol para soltarse. "Y un dato que tenemos muy contrastado es que cada vez hacen más uso del Viagra para asegurarse una erección mayor de lo habitual y, casi siempre, para compensar los efectos de la bebida y las drogas, que pueden producir procesos de impotencia sexual", afirma. El fenómeno ha adquirido tal dimensión que un periodista del diario The New York Times se ha trasladado a Madrid para realizar un reportaje sobre el aumento del uso del Viagra entre los jóvenes.

Los dueños de La Juguetería están orgullosos de haber contribuido a que muchas mujeres españolas hayan tenido su primer orgasmo; de los orgasmos simultáneos de parejas de lesbianas que encontraron su juego perfecto; de satisfacer a clientes masculinos locos por la ropa interior femenina; de estimular a sus clientes al juego, a disfrutar de sus cuerpos y hacer de sus camas un lugar mejor.

Ha vaciado su mente. Ha leído estas líneas y ya sabe por dónde van los tiros. La tendencia. Sería aventurado decir que todo lo anterior es lo habitual. Los tiempos avanzan, es cierto, pero el sexo tradicional es, por descontado, el más extendido en España. Y la infidelidad, según afirma el sexólogo Sánchez de Cueto, supone la primera causa de crisis en la pareja. Las relaciones personales y sexuales han adelantado mucho, pero la tradición manda. No todo el mundo es capaz de satisfacer sus fantasías ni de desbocar sus instintos. Pero estamos aprendiendo. Tal vez le interese una aventura sencilla, aséptica y de nueva generación. Es la última moda. El toothing. Se trata de utilizar el dispositivo de bluetooth del teléfono móvil para ponerse en contacto con personas que no conoce. Esta práctica se ha extendido en Londres, sobre todo en medios de transporte donde la corta distancia ayuda. Usted puede recibir un mensaje más que picante de alguien. Eso no quiere decir que vaya a irse a la cama con un desconocido o desconocida. Pero ¿a quién no le pica el gusanillo de la aventura, de identificar a ese o esa amante furtivo?, ¿a quién no le gusta que le suban la autoestima? Por un momento sea sexo. Conecte su teléfono.

Este sexo mundoPor Vicente Verdú

Si en Google se teclea la palabra "god" (Dios) aparecen 385 millones de entradas, pero con "sex" se rebasan los 400 millones. Tanto una como otra evocación han experimentado una colosal expansión en la última década. La primera, como obstinada búsqueda de lo que no se ve, y la segunda, en persecución de lo más expuesto y obsceno.

En 1995 se realizaban en España cinco películas pornográficas, pero en 2005 rondaban las 100. Entre tanto, las compañías distribuidoras sirvieron al mercado español más de 1.200 títulos de diferentes procedencias extranjeras. Más de 700 millones de vídeos se alquilaron el año pasado en Estados Unidos, y, en conjunto, los ingresos de la industria norteamericana del porno, desde revistas hasta sex shops, desde páginas web hasta circuitos privados para hoteles, supera no sólo a la industria cinematográfica convencional, sino a los mayores negocios del deporte profesional unidos (béisbol, fútbol americano y baloncesto).

La revista Forbes, que elaboró en 2000 la lista de las 15 empresas más poderosas en el sector del porno, destacaba entre ellas a dos proveedoras de películas, juegos y servicios de Internet para hoteles. La primera firma y líder absoluto era On Command Corp., que cotiza en el Nasdaq y abastece hoy a un millón aproximado de habitaciones en más de 3.500 hoteles de varias decenas de países.

Gracias a lo que se llama la Triple A —anonimity, access, affordability (anonimato, fácil acceso, bajo precio)— ha mutado no sólo la clase de pornografía que se distribuye, sino el público que la recibe. Ha cambiado tanto y en tal grado que Al Cooper, psicólogo de la Universidad de Stanford, habla de una "segunda revolución sexual", contando con que en el siglo XXI Internet ha ayudado a superar las inhibiciones puritanas y a convertir a cada cual, si lo desea, en un impune usuario de material sicalíptico. O incluso, cada vez más, protagonista del mismo a través de ofrecerse a los ojos ajenos mediante las webcams.

Con todo ello, el porno tiende a tejerse como un medio más corriente que excepcional. ¿Es porno Lucía y el sexo, Eyes wide shut, Intimidad, Babel, los documentales de la BBC? ¿Son porno los anuncios de Dior, las exposiciones de la Tate Britain, los programas de Lorena Berdún?

En los últimos festivales eróticos de Barcelona se acreditan más de mil periodistas, pero muchos certámenes de esta misma naturaleza han proliferado desde Cannes hasta Las Vegas en los últimos 15 años. Y hasta los libros de fuerte contenido sexual han aumentado en cerca del 400% durante ese intervalo.

En Oriente se sigue siendo más pudibundo que en Occidente, pero ¿qué decir del turismo sexual masivo en Tailandia, Myanmar (Birmania) o Laos, y de su continuada comunicación con las producciones visuales de este hemisferio? Hace apenas unos días, la emisora egipcia Al Mehuar inauguraba el primer programa sexual de la televisión árabe, dirigido por la médica Heba Kotb. La coartada de esta atrevida emisión radica en el principio de que sólo se tiene por lícito el sexo dentro de la unión matrimonial, pero ¿quién no contempla esta restricción con suficiente ironía?

La censura china sigue controlando el espacio convencional, pero el ciberespacio es más difícil de acotar. De hecho, los niños de todo el mundo, incluso antes de cumplir 12 o 13 años, saltan las barreras para seguir las emisiones porno antes de desayunar.

¿El cuerpo desnudo? ¿La penetración? El mundo es un bulto desvestido y explorado en todos sus intersticios y anfractuosidades, recorrido en sus valles y montes, fotografiado sin cesar, poro a poro, como la pornografía que discurre sobre la superficie de la piel y el muslo.

'Naked capitalism' fue el título de un famoso artículo en The New York Times donde se mostraba el clamoroso éxito del sexo en el último capitalismo de ficción. Consumo de placer en su significación originaria y consumo hedonista como deriva de la cultura general del consumo en busca de la satisfacción candente e inmediata. Una forma de tratar con el muerdo a la energía de dos nuevos fundamentos: uno de carácter tecnológico, relacionado con la máxima comunicación y las ayudas anticonceptivas, y otro confundido con el derrumbe de la ética del ahorro.

Frente a la recta virtud de ahorrar, la redonda tentación de gastar. Frente a la limitación de las disponibilidades monetarias, la holgura de los plazos, los créditos fáciles, los endeudamientos sin sentimiento de culpabilidad. En la sociedad preconsumista, el sexo femenino debía administrarse con todo celo porque la mujer dependiente económicamente lo empleaba como el primer tesoro de su ajuar. Independizada económicamente, la contención femenina ha perdido gran parte de su valor. La sexualidad, en general, conserva su valor de uso, puesto que, en general, el sexo es muy divertido, pero no queda sujeto a la restricción necesaria para potenciar su valor de cambio social.

La liberación económica y moral de la mujer y los artilugios de fecundación paralelos han sido decisivos para la difusión del consumo sexual masivo. De ser esencialmente procreativo, el sexo ha pasado a transformase altamente en recreativo, y, ya en ese territorio, el mercado ha ampliado el surtido y la viabilidad de las ofertas, incluyendo toda clase de edades, medios, invenciones, instrumentos y perversiones. El único tabú que queda acaso sin agotar es el tabú del incesto, pero del bukkake a la pedofilia, del sadomasoquismo al voyeurismo, la actualidad se halla saturada de ocasiones para todos los gustos. Y hasta los jóvenes, con posible acceso a una experiencia sexual sin contraprestación económica, eligen adentrarse en experiencias carnales que el comercio profesional ha dispuesto con mayor sofisticación y refinamiento.

Tener sexo con alguien ha rebajado, de acuerdo a su dificultad, la carga simbólica de hace años; pero, como ocurre con las obras liberadas de los derechos de autor, su propagación se ha expandido también en direcciones insólitas. Se ha extendido al punto de que si la publicidad desea hoy llamar la atención no puede esperar gran impacto de los reclamos eróticos, y con ello se explica el recurso a temas inéditos de destrucción y muerte, de horror, siniestralidad, miseria, drogadicción o extrema indigencia, para promocionar artículos de moda.

La exacerbación de la obscenidad, la omnipresencia de la ideología de la transparencia o la máxima visibilidad ha robado al desnudo carácter de acontecimiento. Con el menor pretexto, el actor se desnuda, pero el público también. Se despojan de las ropas los concurrentes no sólo en espacios cerrados, sino en cualquier avenida, en la manifestación ecologista o antibelicista, en casi cualquier acto de fiesta o de reivindicación.

Los cuerpos desnudos atestan las avenidas, las escalinatas o los supermercados, en los sets que prepara el fotógrafo Spencer Tunick para producir arte. O, sencillamente, algunas sociedades menores, para lograr colectas. Los calendarios de Playboy han sido ya doblados por los almanaques de bomberos, enfermeras o profesores desnudos en aras de ser mejor pagados o ascendidos de categoría profesional.

El desnudo femenino sigue siendo de mayor interés, pese a todas las feministas, pero lo masculino ha empezado a circular también como objeto en el circuito general. ¿Cómo no iba a ser de este modo? La liberación sexual de la mujer la ha librado de su unívoco rol de objeto, y actualmente la tendencia lleva a convertir a hombres y mujeres en objetos y sujetos alternativos, simultáneos o confusos. Con esta facilidad de intercambios, la velocidad de operaciones se ha multiplicado por mil, y el sexo ha llegado más lejos.

Por ejemplo, antes las feministas se mostraban en contra del género pornográfico, pero ya no. En los años ochenta aparecieron empresas de porno dirigidas por mujeres y películas escritas y dirigidas por ellas con más argumento y más psicología que la de los autores. Todavía sólo el 20% de los consumidores de porno son mujeres, pero el porcentaje ha crecido al compás de las nuevas productoras.

En Francia, en 1999, Virgine Despentes retó a la censura con su película Baise-moi (Fóllame), cuya proyección fue prohibida en los cines de exhibición general por el Conseil D'État. Después, Catherine Breillart (Romance), Jeanne Labrune (Prends gard à toi), Laetitia Masson (À vendre) o Briggitte Roüan (Post coitum) ampliaron la brecha. Con una y otra acción, la manga ancha del fenómeno se ha dilatado tanto que para algunos el no-sexo a la manera de las organizaciones anticonsumo se ha convertido en signo de distinción. Este movimiento en contra se llama a sí mismo los "A", una minoría del 1%, dicen, contraria al goce de la carne. Sus siglas completas son AVEN (Asexual Visibility and Education Network, www.asexuality.org), teniendo a gala clamar que "la A-sexualidad no tiene por qué ser exclusiva de las amebas".

Fuera de estos tipos alocados, la orgía corre sin fin de Occidente a Oriente y viceversa, de niños a ancianos y de heterosexuales a gays. Nadie debe verse anegado por esta inmensa inundación, pero ¿por qué no oreado de su fragancia y resplandor tras tantas y obsesivas décadas de tenebrosidad y asfixia?

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