_
_
_
_
_
Entrevista:Elena Salgado | ENTREVISTA | PERSONAJE 2009

"Solbes tiene más paciencia, y yo, más entusiasmo"

En su despacho verde y cuadriculado, junto a la ventana, Elena Salgado (Ourense, 1949) muestra un cuadro con la lista de ministros de Economía españoles desde 1702. Todos hombres. El último, Pedro Solbes. Cuando ella acabe su mandato como vicepresidenta segunda del Gobierno y encargada de Economía y Hacienda, quedará en esa misma lista como la última y la primera. La última cronológicamente. Pero la primera mujer en la historia que ha ocupado el ministerio más importante del país.

A Salgado no le impresiona ya ese tipo de marcas. Hasta ahora, siempre ha sido la única mujer en un mundo dominado por los hombres. La única en su clase de la universidad cuando estudiaba ingeniería industrial, carrera que hizo antes de licenciarse en Económicas. La única en consejos de empresas como Renfe o Hunosa. Y así

"ha sido un cataclismo, pero no me ha cambiado mucho personalmente"
"En 2020 españa será más solidaria, más social y más emprendedora"
"tenemos un presidente que conecta muy bien con la mentalidad femenina"

Su papeleta de ahora, además, no ha sido sencilla. Después de haber ocupado las carteras de Sanidad y Administraciones Públicas, José Luis Rodríguez Zapatero la nombró para reconducir la nave en mitad de un naufragio: el mayor del sistema económico mundial desde el crack de 1929. Lo afronta serenamente, aunque dice que las cifras le hacen sufrir. Pero no pierde el entusiasmo. "Es lo que más necesitamos para afrontar lo que estamos pasando". Más cuando, anuncia, será lo último que haga en política.

No le voy a preguntar cuándo vamos a salir de la crisis porque es el cuento de nunca acabar; además, tampoco pretendo que a la primera de cambio me dé una respuesta equivocada.

Sobre todo, como de aquí hasta que se publique esto pasarán unos días

¿Y a lo mejor hemos salido?

Seguramente...

¿Cómo podemos definir este año? ¿Incertidumbre? ¿Desconcierto?

Desde luego, desconcierto, no sólo en España. En los analistas, en los organismos internacionales. Y preocupación en los gobernantes.

Cuando le ofrecieron el puesto, le debió de resultar una oportunidad y un regalo envenenado al mismo tiempo. ¿Se lo pensó?

Pues Cinco segundos.

¿Esas cosas no se meditan?

No. El presidente recuerda que recibí el planteamiento con toda naturalidad. Él nada más me dijo que había pensado que podía ser una buena ministra de Economía. Yo le respondí que me parecía un trabajo duro, pero que haría cuanto estuviera en mi mano. Al día siguiente me preguntó si había dormido bien, y le dije que sí.

Después llegaron las pesadillas.

Siempre he dormido bien. No he dejado de hacerlo ni un solo día. No he dormido mal nunca.

¿Ni una sola noche de insomnio?

No.

¿Cómo se las arregla? ¿Agotándose? ¿Mortificándose un poco a lo largo del día?

Yéndome a la cama cuando toca. Y una vez acostada, tardo 15 segundos en coger el sueño.

Defíname, por favor, la Ley de Economía Sostenible en una frase.

Crecer sin destruir.

¿Sin destruir qué?

Sin destruir empleo, fundamentalmente; el medio ambiente, la cohesión social, valores.

Pero sí un sistema anterior que nos ha llevado hasta aquí.

Ése se ha inmolado solo. Se ha derrumbado. Ahora, sobre eso, se va a levantar una nueva economía.

¿Ése es el socialismo del siglo XXI? ¿Lo sostenible?

Es el nuevo humanismo. El humanismo no sólo es patrimonio de la izquierda. Hay que reconocer la ética como un valor asociado a la democracia en conjunto.

¿Cómo cree que será la España y el mundo que se encontrará cuando deje su cargo?

Me imagino más bien la de 2020, por ejemplo. Por poner una fecha, aunque yo ya soy mayor. Creo que tendrá planteamientos éticos más consolidados, entre otras cosas porque los jóvenes los tienen. Una España donde habrá una ayuda al desarrollo fuerte, solidaria. Será una España más cohesionada, más social, con una educación igualitaria, de mejor calidad en todos los ámbitos, y ese sedimento se notará. Una España también más emprendedora.

¿Menos funcionarial?

Menos acomodaticia, con más movilidad en el trabajo, más flexible, y eso va a tener muchísimos matices. Integraremos mejor diferentes culturas en el ámbito de la religión, diferentes raíces. No habrá una sola forma de proyecto de vida como no existe ya sólo una forma de relaciones de pareja. Las relaciones serán más ricas, va a ser una España mejor en ese sentido, y eso tendrá su reflejo en el tejido productivo. Espero que con esto hayamos aprendido que todo es un continuo en transformación. Que habrá flexibilidad, apertura, bienes renovables.

¿Pero de qué vamos a vivir?

Estamos en una nueva revolución industrial que se va dilatando más en el tiempo. Empezó con Internet de una manera muy parcial y sus efectos se notan ahora. Internet es lo que más ha contribuido a transformar el mundo en algo global. Cada vez que ocurre algo parecido, la preocupación es la misma: ¿dónde acabarán trabajando quienes hasta ahora se dedicaban a cosas concretas que mueren? Siempre ha ocurrido igual. La gente se reubica en otros sitios. Ahora ocurre de una forma muy generalizada. Vamos a tener que cambiar nuestra manera de pensar. También nuestra concepción de lo que es ser rico o pobre. La idea de Stiglitz de que el producto interior bruto no mide el bienestar tiene más de filosófico de lo que se piensa. Sería absurdo sustituir el PIB por otro parámetro. Pero hay cosas que no se pueden medir con esa frialdad. Hay nuevos componentes del bienestar mucho más repartidos. En ese sentido, tampoco el dinero que tenemos en el banco es una medida de nuestra riqueza. A partir de ahora no podemos pensar sólo en nosotros mismos. Hay que pensar en el planeta que compartimos, en la madre Tierra y en las generaciones futuras. Eso no había pasado hasta ahora. Por eso, por ejemplo, creo que seremos menos individualistas que en los últimos 50 años. Vamos a empezar a pensar en el crecimiento colectivo.

En este sentido, la figura de Obama, ¿ayuda a replantear las cosas?

Claro. Los Estados Unidos siempre habían sido el paradigma de lo contrario. El esfuerzo individual estaba reconocido, pero en una sociedad con muchas desigualdades. Ahora es posible conseguir lo mismo, y cualquier persona puede llegar a presidir el Gobierno, venga de donde venga, pero sin dejar de fijarse en los bienes colectivos.

¿Vamos a entender la nueva sociedad con parámetros antiguos?

Algunos se van quedando atrás. Al PP, por ejemplo, la palabra sostenible le produce hilaridad, se mueren de risa cada vez que la oyen. Sin embargo, la repiten economistas, filósofos, gobernantes, poetas porque estamos pasando de la idea del crecimiento y el despilfarro a este nuevo estadio, y los parámetros no serán los mismos.

¿Lo sostenible es apretarse el cinturón?

Lo sostenible es eso, pensando en las generaciones futuras y en la propia, entendiendo que hay que compartir más. Que no es posible el enriquecimiento de unos pocos con la miseria de otros. Por eso digo que esta ley tiene muchos componentes éticos muy interesantes.

¿Ésta es una ley plagada de ideología, por tanto?

Es una ley ética. Contiene valores.

¿Podemos elevar ahora lo sostenible, dentro de la izquierda, a lo que representaba la igualdad, la libertad y la justicia social?

Claro. En sí mismo, encierra esos conceptos. La sostenibilidad se preocupa del entorno medioambiental, pero también del social.

¿Dónde quedarán esos ideales después de la crisis?

La igualdad y la justicia social son parte de la economía sostenible. El presidente del Gobierno ha dedicado gran parte de la explicación de esta ley al empleo femenino, por ejemplo. Para nosotros, ése es un aspecto importante. Lo que antes se llamaba justicia social podemos renombrarla ahora como sostenibilidad social. Hablamos más de cohesión social, por una parte, e igualdad, por otra, que de justicia social.

¿Pero la igualdad sigue siendo la madre del cordero de la izquierda?

Sigue siéndolo, efectivamente.

¿Cómo la consolidaremos en esa España de 2020?

Estará mucho más en nuestros genes. Ojalá no tenga que existir discriminación positiva en ese momento.

No sólo de género.

Es que la igualdad de género es muy importante. Tiene consecuencias económicas. No por casualidad, en este momento los empleos de mujeres están peor pagados que los de los hombres. No por casualidad, las bolsas de pobreza residen en gran número en mujeres. Nada de eso es casualidad. Por eso la igualdad de género es el primer paso de muchas cosas.

Hemos proyectado una España futura ideal. Pero también ocurrirán cosas espantosas. ¿Se han previsto?

No, previsto, no. Pero llegarán. Los ciclos económicos seguirán existiendo. Serán buenos, malos y regulares, y reaparecerán con sus desequilibrios.

Entonces, ¿qué estamos aprendiendo nosotros de la crisis?

Hay varias enseñanzas. Primero, que cuando se detecte seamos capaces de actuar de manera más rápida. Después, que el mundo es global.

Ah, ¿no nos habíamos enterado de eso?

No, no. Cuando empezaron los problemas con las hipotecas subprime de Estados Unidos, decíamos que nosotros no teníamos de eso. Pues teníamos. Porque alguien había colocado trocitos de hipoteca por todo el mundo. A nadie se nos había ocurrido, todos pensábamos que una hipoteca era una cosa asociada a una casa.

Y a nuestra espalda.

Y a nuestra espalda. Con esas cosas nos damos cuenta de que el mundo es global y, por tanto, en la siguiente crisis, que llegará, cuando veamos que aparece algo importante a 10.000 kilómetros, nos daremos cuenta de que puede afectarnos y actuaremos en consecuencia. Necesitamos mayor capacidad de adaptación en las organizaciones, que sean más dinámicas.

¿Qué empieza a entender hoy el Gobierno de la crisis que no entendió bien cuando ésta irrumpió en avalancha?

Lo primero, que de una crisis global no te puedes escapar, que la sufres aunque a nivel interno lo hayas podido hacer bien. Ahora, de todas formas, nos hemos dado cuenta de los pies de barro que sostenían nuestro modelo.

¿No quedará nada de ese antiguo modelo?

Sí, hombre. Quedarán cosas.

¿Qué?

Pues nuestro propio modelo financiero español. Que será el mismo que antes de la crisis. Habíamos sufrido una importante en los noventa. Lo cambiamos entonces y esos mecanismos ahora han funcionado. Del modelo sobrevivirán otras cosas. Lo qu e se ha desmoronado es la construcción fundamentalmente, y su peso tiene que reducirse a menos de la mitad. De 700.000 viviendas construidas al año tenemos que pasar a 300.000.

El sistema ha sufrido y aprendido de la crisis. Y Elena Salgado, ¿en qué ha cambiado?

Renovarse o morir. En este puesto eres mucho más consciente de los problemas que atraviesa un país en esa situación. Pero, personalmente, no creo que me haya cambiado mucho.

¿En serio? ¿O sea, que para atravesar esto necesita uno una buena coraza? ¿Mejor eso que ser permeable?

No, yo soy muy permeable. Muy sensible.

Pues un cataclismo así puede afectar a la visión del mundo.

Es que ha sido un cataclismo, cierto. Pero tampoco creo que me haya cambiado mucho personalmente. En algunos aspectos, meditas las cosas. A la hora de gastar, por ejemplo. Vuelves a pensar dos veces. Gastas de otra manera. ¿Necesito esto o no? No quiere decir gastar menos, quiere decir gastar mejor. También la idea de compartir la tengo más presente. De aquí salimos todos juntos, como una piña, o no salimos. Otra enseñanza es que nadie tiene todas las respuestas. Ni el más listo las tiene. Hemos asumido la incertidumbre.

¿Los más listos saben que se han equivocado?

Algunos siguen todavía pensando que no.

Dice que gasta de otra manera. Pero, ¿de dónde saca el tiempo para hacerlo si parece estar usted enclaustrada en esta especie de convento?

¿Sabe lo que ocurre? ¡Es que me gusta tanto lo que hago!

Ya, pero, ¿no viene bien un contacto más directo con la realidad pura y dura para aprender a pie de calle?

La realidad pura y dura está aquí. Se pasa muy mal. Los datos entran por los ojos y ves lo que significan.

¿Ah, sí? ¿Es usted capaz de traducir en su imaginación el drama personal o familiar que supone una fría cifra?

Absolutamente, y se sufre. Pero en mi caso, ahora, en este momento, estoy haciendo lo que quiero hacer, y la vida es eso. En ningún sitio está escrito que la vida sea ir de fiesta. Sino hacer lo que quieres y, a veces, lo que puedes.

Ya, pero eso no está reñido con bajar a la calle.

De vez en cuando lo hago. Yo sigo caminando por la calle. Ahora es más complicado. Antes no me comentaba nadie nada, salvo alguien que se quejaba de lo del tabaco. Ahora hay algunas personas que me dicen que están teniendo problemas, que se han quedado en paro, o que sus empresas van mal. Yo trato de explicar las cosas, pero hay gente que piensa que no hemos hecho todo lo que teníamos que hacer. Aunque también es verdad que los hay que se acercan y me transmiten ánimo. No es muy razonable que busquemos a toda costa ese contacto porque no puedes tampoco estar sometido continuamente a esa tensión. Debes resguardarte un poco. Si no, no sería fácil continuar aquí.

Desde muchos sectores, su nombramiento se recibió mal. ¿Le afectó?

Ahí caben dos posibles actitudes. Sacar el currículo y probar que lo que decían algunos no era verdad o no responder. Yo no siempre he elegido la segunda opción, que es la inteligente. En alguna ocasión solté la primera y me he enredado. Tampoco me arrepiento.

¿Qué cree que había ahí? ¿Machismo o recelos de la izquierda más purista por considerarla a usted poco ortodoxa?

Creo que las críticas hubieran sido menores si no estuviéramos en situación de crisis económica. Pero sí, machismo había.

¿Le entró la risa?

Bueno, se quedó un poco descolocado.

Los sindicatos y los empresarios también le sacaron las uñas. ¿Y ahora?

Ahora todo se ha calmado. Lo que percibes es que la crisis lo inunda todo, absolutamente todo. Eso empieza ya a cambiar. Pasa en cualquier ámbito. Los listos tratan de asustar y, si tú no te amilanas, acaban respetándote. En el caso de los sindicatos, creo que tuvo más que ver que me consideraban continuista con respecto a Solbes, y ellos no acabaron muy bien con él.

¿En qué se diferencia Elena Salgado de Pedro Solbes?

En cosas buenas y malas. Él tiene más paciencia que yo. Yo tengo más entusiasmo que él. Y esto necesita ahora mucho entusiasmo.

También pasión. Y eso en su caso no es difícil, porque su ópera favorita es 'Tristán e Isolda'.

¡Sí, será sobre todo porque mueren!

Pero de amor y de ansiedad. ¿No le perturba?

La impaciencia, que se ve desde la primera escena Pero esa ópera me gusta por la pasión que desprende la música y porque creo que Isolda, en particular, se manifiesta como es. Echada para adelante. Todo un modelo femenino a vivir. Ahora me está pasando algo curioso. Tengo la música olvidada. Me he dado cuenta de que no puedo escucharla ni disfrutarla mientras hago este trabajo. No me puedo distraer.

Hay muchos que dicen de usted que es más un sargento de hierro sin pasión que otra cosa.

A ésos no les dejo acercarse.

¿Qué es lo que más le apasiona en la vida?

La vida misma. Levantarme por la mañana y tener el día por delante. Hacer cosas.

Y cuando se quiere escapar, ¿adónde va?

A la montaña.

¿Al Kilimanjaro o algo más fácil?

Al Kilimanjaro fui en 2000. Después he subido el monte Kenia, hace dos años. Este verano he ido a los montes de Eslovaquia.

¿Qué echa en falta de su vida anterior?

El tiempo para los amigos. Dedicarles tiempo, porque si pasa y no estás con ellos, luego es difícil recuperarlos. Hay que cuidarlos.

Ha llegado lejos. De lo que aprendió de pequeña ¿qué cree que le ha servido para llegar donde está?

El esfuerzo por aprender.

¿Ser la única mujer en un mundo de hombres en muchos casos? ¿La única chica en clase en la universidad, cuando estudiaba ingeniería, y en más sitios?

Bueno, eso es amor propio también. Aunque lo del amor propio trato de no decirlo mucho. Pero también está el deseo de que no te superen, que no te ganen en el terreno de la fortaleza mental. Que en lo que sientes como propio no te adelanten. En principios, en deseo de superación, en hacer las cosas bien, en la autoexigencia.

¿En la ambición? Eso que se ve con tanto recelo, sobre todo en las mujeres.

Mi concepto de la ambición es muy particular. Pienso en cada etapa. La ambición es mala si desarrollas tu trabajo pensando en el siguiente escalón, en la siguiente etapa. La buena consiste en hacerlo lo mejor posible allá donde estés en cada momento, sin pensar en que te sirva de trampolín.

¿Es lo que ha hecho siempre a este respecto?

En este caso me estoy esforzando lo máximo posible y ya no quiero llegar a nada más. Nunca he pensado en el paso siguiente. Conozco gente que diseña su carrera vital y profesional, a mí siempre me sorprendió eso mucho. Yo deseo tener éxito en todo lo que hago, la que más, pero no como paso previo a otro lugar.

O sea, que se plantea este trabajo como la última etapa de su carrera política.

Absolutamente, aunque esto puede durar el tiempo que el presidente quiera.

Es un buen toro el que le toca lidiar.

Con éste me atrevo.

De haber sido un hombre el encargado de dirigir la recuperación, ¿se actuaría con otra sensibilidad?

Tenemos la suerte de tener un presidente que conecta muy bien con la mentalidad femenina. Creo que él se siente muy cómodo con las mujeres del Gobierno, y nosotras, muy cómodas con él. Eso ayuda. ¿Por qué? Porque las mujeres nos ponemos más en la piel del otro. Las mujeres profesionales hemos tenido que crecer en la diversidad, necesariamente. Los hombres lo han hecho en la uniformidad. Por eso somos más capaces de entender mejor el mundo en que vivimos. Vamos hacia eso, hacia la diversidad, la flexibilidad, ésa es la solución, la salida a lo que estamos viviendo: la adaptabilidad a cualquier circunstancia, la permeabilidad, son habilidades que las mujeres conocemos mejor porque para muchos hombres no han sido necesarias.

¿Eso no es una cuestión más de su generación que de las siguientes?

Yo hablo de lo que me ha tocado vivir.

Muy diferente a la generación de su hija, sin ir más lejos.

En el caso de mi hija, efectivamente, veo que muchas cosas le han venido ya dadas. Yo tuve que romper algunas barreras, y eso ha conformado también mi personalidad.

Pero quedan barreras.

En el caso de mi hija, por ejemplo, cuando tuvo que irse a trabajar a Sierra Leona un año, todos, y en eso me incluyo, veíamos muchos más inconvenientes para ella por ser mujer que por otra cosa. Porque sigue existiendo la violencia, porque somos más débiles. Me hubiese preocupado menos si hubiese sido chico. Pero ella lo veía naturalmente. Es decidida. Más que su madre. Como no ha tenido que gastar fuerzas en preocuparse de lo que yo me preocupaba, las tiene para ocuparse de otras cosas.

¿Qué le da envidia de los jóvenes?

La libertad. No hay nada prohibido para ellos. Nada que no esté a su alcance. Ninguna meta.

¿Se sorprende a sí misma de lo lejos que ha llegado?

No. Por eso se sorprendió el presidente cuando le dije sí tan rápido.

¿Duda poco las cosas?

Seguramente

Pero este año se habrá sentido perdida en más de una ocasión.

Lo que sí sé es que a veces me he equivocado.

Eso lo dicen mucho los políticos para quedar bien. Póngame ejemplos concretos.

Empeñarme mucho en algo sin buscar caminos alternativos. Pensar en que las otras personas tenían que ver las cosas de la misma manera que yo las veía. Pensar que las cosas son, en vez de parecer. Eso viene de las matemáticas, y a veces la economía no son matemáticas; la política, mucho menos, y los intereses de la otra parte, ni le digo.

O sea, que ahora se obceca menos.

Mucho menos. Pero ya venía a este puesto así.

¿De su época en Sanidad? ¿Fue una buena beca para su futuro en el Gobierno? Mire que nos puso allí firmes a todos.

Bueno, depende de los casos

La vicepresidenta segunda y ministra de Economía, Elena Salgado
La vicepresidenta segunda y ministra de Economía, Elena Salgado

Carrera política y segura

Elena Salgado

nació en Ourense hace 60 años. Su camino político hasta llegar a la cumbre de la vicepresidencia económica del Gobierno ha sido pausado y muy variado. Su formación economista aparte de la ingeniería industrial hizo que comenzara en los Gobiernos de Felipe González como directora general de gastos de personal, costes de personal y pensiones públicas. Después fue secretaria de Estado de Comunicaciones y directora general del Teatro Real antes de su inauguración en 1997.

En la etapa de Zapatero regresó al Gobierno con cartera en mano. Fue ministra de Sanidad entre 2004 y 2007. De ahí pasó a Administraciones Públicas. Salió elegida para el Congreso como cabeza de lista de los socialistas por Cantabria. En abril de este año juró su cargo como vicepresidenta segunda.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_