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LIBROS

Universo emocional

Amelia Castilla

Ya quedan pocos testigos, casi todos han muerto. Pero Peter Englund (Suecia, 1957) ha encontrado una manera personal de contar una parte de los horrores de la Primera Guerra Mundial. A través de los testimonios de 20 personas, elegidas entre las más bajas jerarquías y de una edad media en torno a los 20 años, el historiador y miembro de la Academia Sueca reconstruye el terrible conflicto en el que murieron cerca de diez millones de personas, no tanto desde el punto de vista bélico como desde el terreno emocional. Está la guerra con toda su crudeza pero Englund pone el foco en los testimonios y las dramáticas experiencias personales a las que acabarán enfrentándose una colegiala alemana, de 12 años, una enfermera inglesa del ejército ruso, un cirujano de campaña del ejército norteamericano, un ingeniero australiano y un marinero de un acorazado alemán, entre otras víctimas de la Gran Guerra. Una mínima ficha, con la fecha, el nombre del personaje elegido y un pequeño título para situarlo en el lugar del mundo donde se encuentra anuncian cada entrada de los distintos personajes hasta completar 227 microhistorias. Cada año nuevo de conflicto se acompaña de una cronología sobre la marcha de los acontecimientos. Los gritos, vítores, ondear de banderas y la emoción contenida que despierta la misma declaración de la guerra y la partida de los soldados al frente se va trasformando, a medida que avanza la guerra, en impotencia y dolor. Se trata, eso sí, de impresiones construidas a base de apuntes memorísticos, casi ninguno de estos testigos conoce el alcance real de lo que sucede, de sus reacciones se desprenden actitudes pacifistas, belicistas y delictivas. No son héroes. En lo único que coinciden cada uno de estos 20 testigos es en que la guerra les robó la juventud, la humanidad y, en algunos casos, la vida. Algunas de las impresiones anotadas en sus diarios transmiten sensaciones y sentimientos: "Era tal nuestro aturdimiento que partíamos a la guerra tan tranquilos, sin lágrimas ni espanto, y eso que todos sabemos que nos envían al puro infierno. Pero ceñido por un rígido uniforme el corazón no late con libertad. Uno deja de ser uno mismo, apenas un ser humano, a lo sumo un autómata que funciona convenientemente y que hace lo que le dicen, sin recapacitar demasiado. Ay, Dios mío, ¡ojalá pudiéramos volver a ser personas!", escribe Kresten Andresen, un soldado del ejército alemán de 23 años. La belleza y el dolor de la batalla concluye, tras la firma del armisticio, con unas notas extractadas de Mi lucha en las que Adolf Hitler constata que Alemania ha perdido la guerra y se encuentra a merced de los vencedores: "Confiar en la generosidad del enemigo podía ser solo cosa de locos o bien de embusteros o criminales. Durante aquellas vigilias germinó en mí el odio, el odio contra los promotores del desastre. En los días siguientes tuve conciencia de mi Destino".

La belleza y el dolor de la batalla. La Primera Guerra Mundial en 227 fragmentos

Peter Englund

Traducción de Caterina Pascual Söderbaum

Roca Editorial. Barcelona, 2011

760 páginas. 24 euros

Libro electrónico: 9,95 euros

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