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Reportaje:REPORTAJE

Viaje al corazónde la lengua inglesa

Parece mentira que en un pasillo tan pequeño puedan convivir tantas palabras. Compass trata de robar protagonismo a chronical, una de sus lenguaraces vecinas. Muy cerca asoma bathing, con aséptico aspecto, y a lo lejos se divisan las majestuosas emperorship, equinoccial, palaeolithic, palace... ¿De qué estarían hablando antes de nuestra llegada? ¿Qué se dirán cuando vuelvan a quedarse a oscuras?

Este corredor de apenas diez metros de longitud sirve de morada para más de 600.000 vocablos manuscritos repetidamente en alrededor de tres millones de pedazos de papel amarillentos, donde se ilustran evidencias de su uso en obras literarias, históricas o científicas y en recortes de periódicos. Preservadas de la humedad ambiental en el interior de 800 cajas de cartón, estas fichas de 16,5×9 centímetros constituyen las entrañas de la primera edición del Oxford English Dictionary, la obra gramatical de referencia en la lengua de Shakespeare, de cuyo nacimiento se cumplen ahora 80 años.

Beverly Hunt, de 31 años, ejerce de guardiana de este legado lingüístico en la sede de Oxford University Press, la editorial universitaria responsable de la publicación del diccionario. "Cada ficha constituye todavía hoy una pieza fundamental para nuestros editores", explica Hunt. Si hace más de un siglo sirvieron a sir James Murray para erigir semejante catedral de palabras, ¿por qué dejar de usarlas para revisar sus contenidos? Muy british. Todo en Oxford parece haber cambiado muy poco en los últimos siglos. El tiempo parece aquí congelado por el azote de la lluvia y el viento, por los métodos tutoriales de enseñanza en su Universidad, las togas negras de los académicos y la mugre incrustada en el suelo de los pubs. "¿Para qué cambiar el modelo de cabina telefónica si todavía hoy cumple a la perfección su cometido?", parece rondar por la mente de sus cerca de 150.000 habitantes.

Quizá por eso no llame la atención encontrar, computadora aparte, algunos de esos papelazos del archivo de la primera edición de 1928 sobre la mesa de Edmund Weiner, quien a sus 58 años comparte su amor por las palabras con la pasión por la música, la iglesia y la vida en familia. Coeditor junto a John Simpson de la vigente segunda edición del diccionario, ostenta en la actualidad el cargo de adjunto al editor jefe de la tercera edición, cuyos trabajos arrancaron a mediados de los noventa y han concluido en una cuarta parte. "Es imposible saber cuándo terminaremos la tercera edición. La lengua es algo vivo; crece permanentemente. Desde el año 2000, cuando empezamos a publicar los contenidos online, incluimos entre 100 y 200 palabras nuevas trimestralmente. Esta catedral lingüística ya existía cuando nosotros llegamos; lo que estamos haciendo ahora es restaurar sus muros".

El silencio. Es lo primero que llama la atención al adentrarse en el área de Weiner y su equipo, formado por 70 especialistas en lengua y literatura inglesa. Uno esperaba encontrar a un enamorado de la palabra lord lanzando el guante al más acérrimo defensor de lieutenant. Pero no hay debates ni enfrentamientos. Entre estos muros de papel, los editores bregan rodeados de libros bajo la ley del silencio. "También nos nutrimos de la colaboración de entre cien y doscientos consultores en materia de ciencia, lingüística, arte...", susurra Weiner. "El idioma inglés carece de una academia, como sí ocurre con el español, del que, por cierto, hemos incluido 1.650 palabras de procedencia directa. Nosotros no asumimos ese rol académico, pero sí nos identificamos con el papel que nos otorgan los usuarios, quienes se refieren a nosotros como El Diccionario, el histórico más extenso, el más completo".

El sistema de trabajo no ha cambiado mucho desde que sir James Murray, maestro de escuela y dependiente de banca de origen escocés que se manejaba con soltura en alrededor de 40 idiomas y formaba parte de la Sociedad Filológica, aceptó en 1876 el reto de alumbrar "un nuevo diccionario de inglés basado en principios históricos". A tal fin mandó construir un Scriptorium en el jardín de su casa para acoger las dos toneladas de fichas con citas bibliográficas que le hizo llegar la editorial de la Universidad de Oxford. Murray estableció un programa de lectura basado en sencillas normas que todavía constituyen el principal método empleado para revisar esta magna obra, que nunca llegó a ver publicada en su totalidad, pues falleció 13 años antes de que los 20 tomos de la primera edición vieran la luz. Entre las premisas para los colaboradores externos, distribuidas por librerías y publicadas en los periódicos de la época, se encontraba una muy sencilla que permanece vigente: "Hacer tantas citas como se pueda de las palabras ordinarias, especialmente cuando se usen de manera significativa, y relacionarlas con el contexto para explicar o sugerir su propio significado". Al buscar en los archivos no es difícil encontrar, por ejemplo, un extracto de Las peregrinaciones de Childe Harold, de Lord Byron, para explicar un posible contexto de kingless (sin reino): "They fight for freedom who were never free; A kingless people for a nerveless State (Luchan por la libertad quienes nunca fueron libres; una población sin reino para un Estado débil)".

Fiona McPherson, de 37 años, forma parte del actual equipo de Nuevas Palabras del diccionario. "Para nuestro programa de lectura contamos hoy con siete personas en el Reino Unido y 15 en Estados Unidos, encargadas de revisar las nuevas publicaciones que les enviamos. Ellos nos devuelven los libros marcados con pasajes candidatos a convertirse en citas. Entonces intervenimos nosotros, cribando las mejores. También contamos con la ayuda de lectores voluntarios, amantes de las palabras que nos inspiran constantemente". Fiona no puede especificar cuánto tiempo tarda en incorporarse una nueva palabra al Oxford English Dictionary. "Pero sí te diré que las más sencillas son las más difíciles para nosotros; por ejemplo, regard (considerar, contemplar) ha llegado a darnos muchos quebraderos de cabeza, mientras que charity-shop (tienda benéfica), cuyo contenido compuesto ofrece más información, nos resulta más llevadera".

A pocos metros de la mesa de Fiona, Edmund Weiner se levanta para despedirse. El periodista le pregunta sobre su palabra favorita. "Me he quedado en blanco", sonríe ante la insistencia. "Sólo se me viene a la cabeza la que constituye estos días mi objeto de estudio: rent (alquiler, renta). Pero prefiero que la olvides; no creo que a ninguno de los dos nos traiga buenos recuerdos".

Edificio universitario en Oxford
Edificio universitario en Oxford

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