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Tentaciones
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Reportaje:

Vuelve todo lo que odias

LOS DISCOS CONCEPTUALES

Dices "disco conceptual" y te vienen a la cabeza los setenta. Pesadillas de discos triples con títulos pretenciosos y letras indescifrables. Un estilo que culminó con Los mitos y leyendas del rey Arturo y los caba que, por un motivo aún por determinar, su autor, el teclista Rick Wakeman, decidió representar sobre hielo. "No, no tengo nada de Rick Wakeman en mi colección de discos. De hecho, no me gustan los álbumes conceptuales tal y como se entendían. Generalmente son algo muy pomposo", dice Peter Brewis. Junto con su hermano, lleva años detrás de Field Music, uno de esos grupos que todo el mundo menciona pero nadie compra. En la primavera de 2007 decidió tomarse un descanso. Cortar por lo sano. Se mudó de ciudad y se encerró en un piso. "La idea era prescindir de los medios de comunicación durante una semana. Lo hice para ver qué pasaba. Para comprobar si, como me temía, era un adicto a la actualidad".

Para superar el síndrome de abstinencia a los informativos de la BBC, centró su ate de la BBC, centró su atención en otra cosa. "Quería escribir un thriller, una historia al estilo de Paul Auster", cuenta.

La semana pasó y Brewis superó la prueba, pero aquella novela policiaca que pretendía escribir no le salió exactamente así. En cambio, tenía el esqueleto de un disco. Una historia que se desarrolla en siete canciones, cada una cubriendo un día de la semana, en la que se produce un crimen y los medios lo cubren. Un disco conceptual que suena a Peter Gabriel y Kate Bush.

Lo realmente sorprendente es que al mismo tiempo Neon Neon publicaban otro disco conceptual sobre John Delorean, Jim Noir hacía lo propio con una historia espacial y Sufjan Stevens lleva años con sus increíbles álbumes conceptuales sobre los Estados de la Unión. Definitivamente, están de vuelta. Y no son los únicos. Preparaos: muchas cosas que aprendimos a odiar están aquí.

The week that was está editado en Nuevos Medios. Actúan con Stereolab, el 22 de noviembre, en Barccelona (Razzmatazz), y el 23, en Madrid (La Riviera).

The week that was
The week that was

'GUITAR HEROES'

Aclaremos: no hay nada malo en tocar excepcionalmente bien un instrumento. Lo malo es querer dejar constancia de ello todo el tiempo. Algo que durante, cómo no, los años setenta se convirtió en una obligación. No tenías derecho a llamarte guitarrista si no eras capaz de recorrer el mástil haciendo escalas durante 15 minutos sin fallar ni una sola nota. Un auténtico coñazo que el punk convirtió en estigma cuando reveló que para tener un grupo no sólo no era necesario ser un figura, sino que ni siquiera hacía falta saber tocar. El virtuosismo quedó reducido al mundo heavy. Nombres que despertaban un respeto reverencial o un odio infinito como Joe Satriani o Yngwie J. Malmsteen. Sin embargo, ha vuelto. Sky blue sky, el último disco de Wilco, contiene punteos más que emocionantes. Y la modernidad flipa con el debú de Marnie Stern, una niña pija de Nueva York que es la mezcla imposible entre la voz de Dylan, las letras de PJ Harvey y las guitarras de Nuno Bettencourt (el de la foto).

'AOR' Y 'SOFT ROCK'

Muchos no lo recuerdan, pero mientras Sex Pistols y Ramones se buscaban las habichuelas, el mundo estaba dominado por bandas que vendían obscenas cantidades de copias con música sobreproducida y empalagosa pensada para adultos. Era el momento de los grupos favoritos de Homer Simpsom: Eagles, Kansas, Foreigner, Toto, Meat Loaf, ELO o Peter Frampton, que durante un breve periodo de tiempo fue el artista más grande sobre el planeta. Pero desde hace un par de años, de forma discreta, empiezan a llegar síntomas de una recuperación de aquellos sonidos. Por ejemplo, The trials of van occupanther, el álbum con el que los yanquis Midlake se hicieron un sitio, reivindica sin vergüenza esa época y ese sonido, y Ladyhawke, nuevo capricho moderno, parece sacado del Tusk de Fleetwood Mac (en la foto), la influencia del año, a los que, por cierto, admiran bestias pardas como Greg Dulli. Y esto es sólo el principio: hace tiempo que se está preparando un homenaje a Huey Lewis & The News, y, ay, ay, ay, en algunos foros respetables hay quien dice que Animal Collective suenan como Supertramp.

'COUNTRY'

No ha mucho tiempo se vendía una camiseta que llevaba escrito: "A mí me gustaba Johnny Cash antes de que fuera cool". Una frase muy ilustrativa de lo que el country & western era para la mayoría de los mortales: una horterada de vaqueros de derechas y una demostración del frikismo yanqui a la altura de los rodeos y la Asociación Nacional de Rifle. Gente como Dolly Parton (en la imagen) era tomada a risa y Willie Nelson no era un rebelde, sino el tío que cantó con Julio Iglesias. Una opinión que no cambió hasta finales de los noventa gracias, sobre todo, a la serie American recordings, en la que el productor Rick Rubin dio nueva vida a Johnny Cash eligiendo para él un repertorio que iba de U2 a NIN pasando por Depeche Mode. Cash era, de repente, el epítome de cool. Nos comimos nuestros prejuicios y descubrimos lo que nos habíamos perdido del country clásico y que Steve Earle, Micah P. Hinson, Bonnie Prince Billy o Ryan Adams eran buenísimos. Ahora tocan en el circuito rock bajo etiquetas como alt.country o americana, y el prestigio del género es tal que ni los más modernos del lugar son capaces de negarlo.

EL 'PROG ROCK'

El día en que el LSD se popularizó como droga creativa, se creó un monstruo que a punto estuvo de hundir el rock. Entre delirios alucinógenos, muchos decidieron ir un paso más alla. Se denominó rock progresivo, o prog rock, porque se consideraban la vanguardia. Gracias a ellos, el rock se haría adulto y alcanzaría niveles de excelencia reservadas a la música clásica. No nos explayaremos con los excesos y atentados contra el buen gusto que se realizaron en nombre de este ideal. El caso paradigmático era Emerson Lake & Palmer (en la foto) y su asombrosa empanada cósmica. A mediados de los noventa, el llamado post-rock empezó una tímida campaña de reivindicación sin atreverse a decirlo, y es curioso la cantidad de artículos que se dedicaron a Tortoise sin que nadie osase decir la palabra. Lo curioso es que sigue siendo tabú, pero cada vez menos. Su rama alemana, el llamado kraut, ya está más que asumido. Si Battles, el grupo, de 2007, tenía inequívocas trazas prog, Third, de Portishead, uno de los mejores de 2008, no oculta su respeto al género.

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