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Reportaje:PERSONAJE

El aventurero total

A los ocho años, Mike Horn recibió una bicicleta como regalo de cumpleaños. Al verla, se montó en ella e informó a sus padres de que se dirigía a visitar a su tío. Las opciones eran dos: la más lógica, que pedaleara tres kilómetros hasta casa de uno de sus tíos; la otra, mucho más remota, que recorriera 200 para visitar al otro. Al anochecer, viendo que el niño no regresaba, su padre salió a buscarlo. Lo encontró en ruta, a 160 kilómetros de su destino.

Mike Horn, surafricano, de 43 años, de profesión aventurero, lleva el reto en el ADN. "Lo que hago no es extraordinario, para mí es algo normal, porque es lo que quiero hacer". Esa "normalidad" pasa por nadar el río Amazonas, desde Perú hasta el Atlántico; por rodear el mundo sobre la línea del Ecuador (40.000 kilómetros); por ser el primer hombre en andar alrededor del Círculo Polar Ártico; por llegar a pie al Polo Norte; por subir a los picos más altos del Himalaya sin oxígeno, todo ello prescindiendo de cualquier vehículo motorizado y de elementos nocivos para el medio ambiente. Este explorador verde no busca batir récords ni recoger premios. "Mi objetivo es volver de las expediciones y mostrar lo maravilloso que es el planeta. Me gusta explicar por qué debemos conservarlo y dar esperanza".

"Nos hemos olvidado de la belleza dela naturaleza y de su enorme poder. Debemos ser humildes"
No descansa. Entre sus nuevos proyectos, una larga caminata debajo del mar, "donde está el futuro"

Son las seis de la mañana, y el Pangea, el moderno barco de 35 metros que Horn construyó en 2007 para llevar a cabo uno de los más grandes proyectos de concienciación ecológica: la Aventura Panglobal para la Acción Medioambiental, iza sus velas con rumbo a la gran barrera de coral australiana. "Un día, subido a un avión, proyecté cómo quería que fuera mi vida", confiesa sentado en cubierta. "Y aquí estoy". Horn ha dormido cuatro horas en un hueco del puente de mandos, pero no muestra signos de cansancio. Las temperaturas matutinas son frías, pero tampoco parece sufrirlas; viste camiseta de algodón y bermudas. A pesar de su robusto físico, su espíritu es el de un niño, y su hablar, pausado y sereno, transmite seguridad. No escatima horas cuando expone lo que le ocupa y le preocupa. "No hablo de ecología porque no soy experto. Pero sé que el planeta todavía es espectacular y que estamos a tiempo de salvarlo".

Lleva dos décadas nadando ríos, navegando mares, sobreviviendo en diferentes ecosistemas en condiciones extremas y enfrentándose a todo tipo de elementos naturales. Ha empujado sus límites, tanto físicos como mentales, hasta extremos insospechados, pero lo ha vivido de manera natural, como una oportunidad para conocer el planeta y a sí mismo. "El problema es que hemos perdido el contacto con la naturaleza, nos hemos olvidado de su belleza y enorme poder. La naturaleza lo es todo y tiene su propia manera de poner a la gente en su sitio. Debemos ser humildes". Cree en los mensajes positivos, y no comparte el catastrofismo de gente como Al Gore. "Si cada día te dicen que el mundo se acaba, pensarás que no vale la pena cuidarlo".

Él no se da por vencido. "Lo imposible sólo existe hasta que encuentras la manera de hacerlo posible", repite. La expedición Latitud Zero le llevó a recorrer, durante 17 meses, la imaginaria línea del Ecuador que rodea la Tierra, a pie, en bicicleta, en piragua y con un trimarán de ocho metros. La hazaña fue galardonada, entre otros, con un Laureus (considerado el oscar del deporte, y concedido por competidores de prestigio) al mejor deportista alternativo. La misma institución le invitó, años después, a formar parte como académico. "Para un explorador, el éxito no son los reconocimientos, sino regresar con vida. Si tienes miedo a perder, no debes seguir, porque perderás".

En 2002 tuvo que cancelar una aventura solitaria al Polo Norte tras 45 días. "Me até los cordones de las botas y se me congelaron tres dedos del pie; no pude conseguir mi meta. De repente me vi sentado en la tienda, en medio de una fuerte tormenta, con los dedos congelados, esperando un helicóptero". Voló a Suiza, donde le cortaron las tres falanges. Lejos de hundirlo, la experiencia le fortaleció. Un mes después quiso terminar lo que había dejado a medias. Diseñó una nueva expedición: la Arktos, todavía más ambiciosa: cruzar el Círculo Polar Ártico sin vehículos motorizados ni perros. Se convirtió en el primer hombre en recorrer los 20.000 kilómetros del Ártico sin parar. Durante dos años y tres meses -con dos duros inviernos con temperaturas de hasta 60 grados bajo cero- anduvo entre 10 y 12 horas diarias tirando de un trineo de 160 kilos.

A pesar de todas las proezas, uno de los mayores triunfos de Horn ha sido, sin duda, el que le impulsó, con 24 años, a dejar su Johanesburgo natal. Trabajaba en la empresa agrícola de un familiar cuando, con la venta de una partida de coles, ganó una considerable cantidad de dinero. "De pronto me vi con una casa, un coche y una buena cuenta en el banco, pero no era feliz. No sentía que estuviera haciendo nada; necesitaba salir de allí". Donó sus pertenencias a familiares y amigos. Únicamente conservó una mochila, algo de ropa y el dinero suficiente para un billete de avión. Un lunes se presentó en el aeropuerto y preguntó por el primer vuelo. En aquel momento, los surafricanos podían viajar a muy pocos países, por el bloqueo internacional por el apartheid. Zúrich fue el destino. Horn desembarcó en el país alpino sin hablar el idioma, sin dinero y sin rumbo, pero no sintió miedo. "Pedía comida y hospedaje a cambio de trabajo. La gente confió en mí".

Otra de sus victorias: construir un barco que le ayudara a difundir la necesidad de proteger el planeta, sin contar con los recursos para hacerlo. Le contó su sueño a un empresario brasileño, quien aceptó financiarle buena parte del proyecto (el coste total ascendió a 11 millones de euros). El Pangea -que significa "todo un mundo" en griego- es, desde hace un año y hasta 2012, la base de operaciones de este aventurero moderno. Recorrerá 100.000 kilómetros con un claro mensaje: "El planeta vale la pena". El barco, construido en aluminio por ser el material más resistente y fácilmente reciclable, cuenta con motores hidroeléctricos, placas solares, velas fotovoltaicas y la última tecnología en navegación, pero no posee ni una gota de pintura para no dejar huellas en el océano. A diferencia de los exploradores tradicionales, cuyas aventuras disfrutaban sólo ellos, Horn planteó esta plataforma para que otros, especialmente los jóvenes, también tuvieran esa oportunidad. "Ellos son quienes van a cuidar la Tierra; hay que darles herramientas para hacerlo". En diferentes etapas de la aventura Panglobal, grupos de jóvenes de entre 13 y 20 años se embarcan con Horn y otros profesionales, durante un mes, para vivir los problemas ambientales. "Se trata de mostrarles la belleza del mundo para alentarlos a contarlo y a conservarlo".

El Programa para Jóvenes Exploradores se fraguó en la cabeza de Horn tras una expedición con su mujer y sus dos hijas al Polo Norte. Asegura que aquella aventura enseñó a sus hijas a observar cada uno de los detalles de la naturaleza, a ser tenaces y sobre todo a no actuar en su contra. Horn confía en que, a su vuelta, los jóvenes que participan en el programa se conviertan en portavoces del proyecto en sus institutos, universidades y círculos de amistades. Así lo ha propagado María Puig, de 17 años, la única española que por ahora ha formado parte de esta aventura y que fue elegida para formar parte de la expedición a la Antártida (se han llevado a cabo otras dos, a Nueva Zelanda y Malaisia). "La experiencia fue dura, pero increíble; te encuentras con gente con tus mismas inquietudes y además llegas a lugares espectaculares".

En los últimos años, algunas marcas se han fijado en Horn para darle un nuevo aire a su plan de marketing. "Las cosas están cambiando", admite Horn. "Antes, las grandes firmas sólo patrocinaban eventos como la fórmula 1 o regatas importantes; ahora se abren a nuevas formas". Pero Horn insiste en cuál ha sido su auténtico descubrimiento: "El verdadero viaje no es el que te lleva lejos, sino el que se produce en tu interior. Este valor se queda contigo siempre; nadie te lo puede quitar". Entre ellas, una larga caminata debajo del mar, "donde está el futuro". "La vida son alrededor de 30.000 días. A mí me quedan 12.000, y quiero vivirlos al máximo".

Mike Horn durante un momento de su expedición Latitud Zero: 3.626 kilómetros en 5 meses alrededor del mundo. El reto era rodear la Tierra por la línea del ecuador.
Mike Horn durante un momento de su expedición Latitud Zero: 3.626 kilómetros en 5 meses alrededor del mundo. El reto era rodear la Tierra por la línea del ecuador.SEBASTIEN DEVENISH

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