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Reportaje:LA INVESTIGACIÓN POLICIAL DEL 'CASO COSLADA'

"O dejas el bar o te mato"

Las conversaciones grabadas a los agentes muestran un lenguaje y conducta de delincuentes

El sumario del caso Coslada trasluce el amplio abanico de delitos que pueden cometerse al amparo de un uniforme de policía municipal. Una investigación que partió de una decena de denuncias contra el ex jefe de la Policía Municipal de Coslada, Ginés Jiménez Buendía, procedentes tanto de hosteleros como de algunos subordinados bajo el común denominador de su extorsión. Unos, por no pagar el impuesto revolucionario; otros, por no secundar sus directrices mafiosas. El espectro delictivo detectado en los pocos meses que duró esta investigación supervisada por la Fiscalía y la policía de Madrid es el siguiente:

MULTAS ANULADAS "Habla con el jefe"

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El jefe se reservaba para sí la potestad de ejecutar algunos favores especiales, como anular multas. Su lenguaje no deja dudas: "Yo no hablo de multas por teléfono, si quieres verme, me ves en mi despacho y ya me enseñas lo que hay". Tal respuesta se produce cuando un amigo le pide por teléfono anular una multa, algo que él no rechaza por ilegal, sólo le pide más discreción. De hecho, sus agentes, han sido grabados explicando que para anular multas "hay que hablar con el jefe". De las conversaciones grabadas, se desprende, igualmente, cómo el máximo capo policial de Coslada, neutralizaba controles de alcoholemia en su zona. Con ocasión de la boda de un mando de la Guardia Civil, Jiménez ofrece por teléfono a los invitados "poner un coche camuflado oficial de escolta" para que franqueen libremente cualquier control de alcoholemia. Jiménez extendía así su red clientelar: un mando policial que aceptaba su ayuda ilegal, se convertía en algo más que amigo, su rehén.

PRESIÓN A PROSTITUTAS "Sed chulos y convincentes"

Su segundo, Carlos Martínez Gil, casi mejora el currículo delictivo del jefe: hasta cuatro prostitutas le denunciaron, en calidad de testigos protegidos, por amparar al jefe rumano del local en el que trabajaban. Este policía, en lugar de perseguir al proxeneta, les hizo desistir de denunciarlo. La paradoja es que el agente, según la investigación sumarial, acosaba a las prostitutas si no le rendían el peaje económico a su explotador. Carlos, para atemorizar a estas prostitutas rebeldes, exige telefónicamente a sus subordinados que sean con ellas "chulos y convincentes" y que "allí manden sus cojones". Carlos, según una testigo, recibía como pago de su presión relaciones gratuitas con las prostitutas. La jefa del local le explicó la razón por la que no pagaba este cliente: si se quejaba, podría hacer mucho daño al negocio. Tal regalo le blindaba de inspecciones.

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MALTRATO A DETENIDO "Le pegaron seis anoche"

Carlos Martínez, igualmente, participó presuntamente en la detención arbitraria y posterior paliza a un rumano, si bien discretamente evitó comparecer en su entrega a la comisaría del Cuerpo Nacional de Policía. El delito de este extranjero es que había tenido una discusión con el hermano de un miembro del Bloque, el grupo mafioso de Ginés, que presentan el caso como agresión a un agente. Pero las grabaciones demuestran el truco: uno de los agentes intervinientes reconoce telefónicamente que "se ralló" y la emprendió a golpes con "el borracho rumano". Y para explicar las graves lesiones del detenido, alega que el rumano "se ha dado cabezazos contra el coche". Para mayor ventajismo, invita a varios agentes a denunciar que el rumano intentó atropellarlos. Confiesa telefónicamente que ha tenido que limpiar de sangre las dependencias policiales. Para completar la farsa, este agente se autolesionó en un ojo para simular una pelea donde sólo hubo maltrato policial. Ginés les ordena que en las diligencias oficiales no aparezcan todos los agentes intervinientes, sino "sólo dos o cuatro", para que no se vea la desproporción entre la fuerza actuante y el detenido. En charlas grabadas, uno de los agentes reconoce que el incidente podría haber acabado en una infracción administrativa, pero se trataba de defender a un miembro del Bloque. Un agente informa así al jefe: "Anoche trabajaron muy bien con un rumano agresivo, le pegaron seis". Y el agente que no secunda la paliza, es un traidor: "El Del Olmo, asustado perdido".

INVESTIGACIONES PRIVADAS "Darle una curra, está de más"

El Bloque priorizaba sus investigaciones. Tras ser robada una moto a un miembro del grupo, Carlos Martínez ordena "apretar" a un rumano del que sospechan. En esta ocasión, el jefe policial, felizmente, entiende que "darle una curra, está de más". Opta por emborracharlo y sonsacarle. Para rematar tal investigación privada, se fuerzan registros ilegales de domicilios, con coacción a sus dueños. No se les permite ni utilizar abogado para presenciarlo. En otro momento, un amigo le comenta que va a quemar el vehículo para cobrar ilegalmente el seguro. Mientras el amigo le informa de que quiere "echar un mecherito y prender fuego, las llantas las tengo vendidas, el Xenon lo tengo vendido", al agente le indica otra vía: venderlo con "una tarjetita de esas que cuando se termina la operación desaparece".

COACCIONES A VÍCTIMAS Ofrece 500 euros por retirar denuncia

Carlos Martínez también neutraliza denuncias de violencia de género. Tras ser denunciado un integrante del Bloque por su ex pareja, el número dos de la policía de Coslada llama a la víctima para pedirle que la retire. Le ofrece hasta 500 euros por silenciar la agresión. Ella simula que quiere retirarla, pero, finalmente, no sólo la ratifica en comisaría sino que denuncia la extorsión de Martínez. La presión es máxima. El día que acude a comisaría son detectados coches oficiales y privados de municipales. La comisaría le brinda protección.

El sumario también apunta el uso por Carlos Martínez de inspecciones arbitrarias para eliminar competidores de un comerciante chino. El número dos, no sólo era consumidor sino distribuidor de drogas y productos tóxicos de uso deportivo. Igualmente, hay indicios de su intervención en la venta ilegal de coches de lujo importados desde Alemania, a los que se alteraba el cuentakilómetros. Su papel era validar el fraude mediante documentos falseados de inspecciones.

PRESIONES A HOSTELEROS Amenazas a punta de pistola

Felipe Guerrero apadrina a los miembros neófitos del Bloque. "Ser miembro del Bloque, no es llevarse bien con cuatro o cinco, sino con todos". Amén de recibir sexo gratis de prostitutas extorsionadas, falsear atestados para legalizar detenciones y registros en busca de la moto de un miembro del Bloque, Guerrero participa presuntamente en el robo de una caja de marihuana. Su interlocutor, otro agente, se lo explica así: "Yo te cuento la movida, el Isi ha cogido una caja, y otra la ha cogido Pedro. Una de ellas se iba a entregar y la otra se la ha quedado el Isi".

Guerrero ha sido identificado como el agente que, en compañía de Ginés Jiménez, pronunció la siguiente amenaza pistola en mano a la dueña de un establecimiento hostelero: "O dejas el bar, o te mato". La denunciante, amén de sentir el cañón del arma en su sien, sufrió una avalancha de inspecciones en su local. Finalmente, la dueña traspasó el local.

LADRONES ROBADOS Distraen 8.488 euros del botín requisado

A Carlos Martínez en Coslada le denuncian por ladrón hasta los ladrones. En una ocasión, detuvo a uno de los asaltantes de un supermercado. Entregó 31.475 euros. Pero la fatalidad quiso que su compinche fuera arrestado por honestos agentes de la comisaría local del Cuerpo Nacional de Policía. Y destapó que el dinero robado había sido mayor y les había sido "sustraído" por los municipales, entre los que se hallaba el segundo de Ginés. En total, les habían birlado 8.488 euros. Tras esta intervención, los tres municipales implicados quedan en un lugar secreto al que denominan "Coslada Cero", presuntamente para repartirse el botín.

ROBOS EN COCHES "No tiene que saber nadie que vamos a robar"

El retrato de estos policías-delincuentes queda enmarcado por un robo más que simbólico. Uno de los mentores del grupo, Fernando Jiménez, robó la propia bandera municipal del Pleno del Ayuntamiento. En conversaciones con sus mandos queda constancia de su aversión a retribuir a prostitutas: "No pagues, que yo no quiero ese rollo". Durante un registro ilegal por mor de recuperar una motocicleta de un miembro del Bloque, en el que los agentes se apoderan de una caja de marihuana, Fernando Jiménez se reserva para sí una consola Xbox 360. Tal botín no le satisface: no tiene mando ni cable de alimentación, se queja.

En su descaro, cuando se trata de desvalijar el maletero de un coche, un compinche del Bloque le define la operación que van a practicar: "Es algo que no tiene que saber nadie, que vamos a robar, colega". Fernando le insta a que tenga cuidado con las cámaras de seguridad y que emplee una gorra. Nadie diría que son dos agentes los que están hablando. Su balance del botín hallado tiene el mismo tono de chorizo: "Era puta mierda". Dicho agente, Roberto Caballero, le aclara que no se ha llevado nada porque no merece la pena pringarse por una tontería.

Fernando también se embarca en la retirada de denuncias de tráfico, si bien se queja de que ahora derivan al ámbito penal. "Ahora la historieta es que tú lo dejas en la bandeja y enseguida se tramita porque lo otro era administrativo y la denuncia la quitabas...".

Ginés Jiménez, ex jefe de la Policía Municipal de Coslada, cuando fue detenido.
Ginés Jiménez, ex jefe de la Policía Municipal de Coslada, cuando fue detenido.LUIS SEVILLANO

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