La espantosa intimidad de Maxwell Sim

Narrativa. De la intimidad de Maxwell Sim sabrá muchísimo el lector que transite por esta novela. La vida de este personaje es cualquier cosa menos portentosa, y de ahí se desprende que las experiencias que debían ser valiosas se pierdan en su memoria. Mantiene "reservas con respecto a cuánta compañía humana podía soportar en un solo día". Sabe muy poco de sí mismo, no supo mucho de su madre difunta, y con su padre apenas ha hablado. Los quince años de su matrimonio fueron una sosería descomunal, y de su trabajo en el departamento de atención al cliente de unos grandes almacenes no ha sacado nada en claro. Sim es un hombre solitario, más bien resignado a la propia vulgaridad y esta novela comienza como prescribe hoy que comience la novela de un hombre vulgar: con una depresión. Un protocolo que, no obstante, no es ninguna concesión de Jonathan Coe, empeñado en expresar, como ya hiciera en la estupenda La lluvia antes de caer (2009), la intrincada soledad actual, no lo que creemos saber de ella. Y este es uno de sus mayores méritos: descubrir el desamparo no como un estado, sino como un proceso, sirviéndose de la afligida exactitud con que perfila a los personajes tejidos con el azar malévolo de ignorancias, torpezas y equívocos que rozan la tragicomedia. En este sentido, la novela oculta amablemente su acidez, pero impregnará al lector de la melancolía que esconde.