La estela de Cerebus
Hay obras que parecen tan ineludiblemente ligadas a un contexto y a un autor que es imposible la abstracción necesaria para evaluarlas de forma objetiva. Cerebus, la inmensa saga realizada por Dave Sim, puede ser uno de los mejores ejemplos que se puedan encontrar de este hecho. Por un lado, por la fundamental influencia que ha tenido en el panorama editorial americano, publicándose de forma ininterrumpida durante más de cinco lustros defendiendo un modelo de autoedición de rabiosa y militante independencia. Por otro, la polémica y provocadora personalidad de su autor, inmerso en una larga -y sorprendente- deriva ideológica causante de encendidos debates, que lograron trasladar el protagonismo de las viñetas a los textos que acompañaban cada entrega mensual de la serie, donde el dibujante desarrollaba el corpus, su peculiar e inclasificable filosofía. Por sí mismas, razones más que sobradas para escribir largos ensayos sobre una serie que comenzó como una divertida parodia de los cómics de Conan el Bárbaro para transformarse pronto en uno de los proyectos más interesantes del cómic norteamericano de los años ochenta. Sim aprendió bien de las lecciones de autores tan ácidos como Steve Gerber para que el pequeño pero bronco cerdo hormiguero protagonista de la serie dejara el simple gag para comenzar una larga saga que se prolongaría durante más de quinientas páginas y que le permitiría reflexionar al entonces ambicioso y joven dibujante sobre la sociedad y el mundo que le rodeaba. La editorial Ponent Mon comienza la edición de la serie precisamente en este punto, donde Cerebus deja las peleas tabernarias para instalarse en la ciudad-Estado de Iest y entrar en el complejo mundo de las relaciones de interés entre el poder político y el poder económico. Cerca de tres décadas después de su publicación, es paradójico cómo el lúcido y corrosivo análisis que hace Sim de las dependencias y servidumbres entre la política y los mercados resulta especialmente actual, casi aterrador en la plasmación del maquiavélico juego de compraventa en el que se transforman las elecciones en la ciudad-Estado. Un inteligente discurso, guiado por un humor socarrón, que se sumerge continuamente en un torrente de ideas y referencias de la cultura popular (de la televisión al cómic, pasando por la literatura o el cine), dirigidas a la perfección por una concepción avanzada e imaginativa de la narrativa gráfica, apostando por composiciones de página atrevidas y una compleja puesta en escena que intenta aprovechar al máximo las posibilidades expresivas de la historieta. Una obra maestra del noveno arte que, lejos de perder ni un ápice de su frescura e interés, parece un demoledor retrato de los tiempos que vivimos.
Alta sociedad
Dave Sim. Traducción de Andrés Moon
Ponent Mon. Tarragona, 2010
520 páginas. 30 euros

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