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Crítica:LECTURAS COMPARTIDAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El fragor de los imperios al derrumbarse

Por debajo de las páginas de Vidas paralelas de Plutarco palpitan los siglos. Las biografías son relatos formidables y tremendos escritos con tanta veracidad, pasión, sutileza psicológica y brillantez narrativa que se leen como un best seller

Rosa Montero

Creo que una de las pruebas del fracaso de nuestro sistema educativo es el hecho de que la mayoría de los lectores actuales, incluso de los buenísimos lectores, no se han asomado nunca a los clásicos grecolatinos. Las obras de los antiguos griegos y romanos suenan a literatura académica, a libros difíciles de abordaje arduo, a palabras muertas clavadas en el tiempo como mariposas en su corcho. Nada más erróneo, sin embargo; desde luego hay algún pestiño, como en todo, pero también hay otros textos que no son ni plúmbeos ni arcaicos, sino que, por el contrario, resultan entretenidísimos y de una deslumbrante modernidad.

Y para mí el mejor ejemplo de esta fascinante amenidad son las famosas Vidas paralelas de Plutarco. Sacerdote de Delfos y filósofo, Plutarco fue un griego que vivió a caballo del siglo I y el siglo II después de Cristo, es decir, en la época de decadencia griega, cuando el Imperio romano dominaba el mundo. Escribió muchísimas obras, pero la más famosa es este conjunto de biografías de hombres ilustres que aparecen enfrentados en parejas, un griego uncido con un romano, de modo que los vicios, las virtudes y los momentos históricos de uno y otro quedan comparados y resaltados. Dicho así puede parecer un soberano aburrimiento, pero las biografías están escritas con tanta veracidad, con tanta pasión, con una sutileza psicológica y una brillantez narrativa tan asombrosas que se leen como un best seller, o, mejor dicho, como un compendio de best sellers de distinto tipo, porque en las Vidas paralelas hay de todo: aventuras bélicas, pasiones amorosas desenfrenadas, conjuras criminales, borracheras de poder, historias de misterio o de heroísmo. Es una de esas raras obras en las que cabe el mundo.

En total son 23 parejas, todas de personajes celebérrimos en su tiempo. Algunos siguen siendo muy conocidos, como Alejandro y Julio César, Cicerón o Pericles, y hay otros que hoy sólo conoce el erudito: por ejemplo, ¿alguien recuerda quién demonios era Filopeme? Pues bien, Plutarco nos cuenta quién fue, y consigue que nos parezca interesantísimo. El autor, que era un hombre profundamente moral, tiene el acierto de presentar a los hombres enfrentados a su destino, como una lucha entre el sentido de la vida y el sinsentido, entre la dignidad y la mezquindad. Son existencias trágicas, tumultuosas. Son vidas más grandes que la vida, aunque los personajes se comporten a menudo como unos canallas. Por debajo de las páginas de Plutarco palpitan los siglos y se escucha el lejano fragor de los imperios que se derrumban.

Fue, además, un aceptable historiador. Investigó las fuentes con cuidado y los datos que ofrece pasan por ser bastante fiables. Gran parte de los conocimientos que hoy tenemos sobre los personajes de la época provienen de estas Vidas. Por ejemplo, el autor nos cuenta que la gran Cleopatra no era en realidad una belleza, pero que su trato tenía "un gancho inevitable: ayudada de su labia (...) parecía que dejaba clavado un aguijón en el ánimo". Con su fina inteligencia, se apoderó de la voluntad de Marco Antonio, al que Plutarco pone a caer de un burro: era vanidoso, matón, fanfarrón, cobarde y cruel, además de bastante estúpido, a lo que parece. Cuando Antonio vio por primera vez a Cleopatra, toda recubierta de polvillo de oro, se quedó encandilado como el patán que era, y a partir de entonces ella le trajo "como a un niño, sin aflojar ni de día ni de noche". Plutarco desarrolla la historia de Marco Antonio en todo su hipnotizante proceso de destrucción, paso a paso hasta la catástrofe final, cuando el romano intenta suicidarse y ni eso hace bien, porque le falla el valor para arrojarse como es debido sobre su espada y sólo se hiere malamente.

La de Marco Antonio es una biografía interesantísima, pero no es la mejor. Si la cito es como reclamo, a modo de cebo para los lectores, por lo famosa y popularmente atractiva que es la pareja formada por la egipcia y el romano. Pero Vidas paralelas está llena de historias mucho mejores, de relatos formidables y tremendos. Les contaré una de mis escenas preferidas: está en la vida del romano Camilo, y cuenta la toma de Roma por los galos. Resulta que los bárbaros se enfrentaron al ejército romano en el río Alia, y las cohortes, cogidas por sorpresa, se desmoronaron y huyeron caóticamente. Muchos soldados fueron masacrados y otros se guarecieron en Roma, que ya no tenía más defensa frente a los enemigos. La ciudad entró en pánico, cosa bastante razonable dada la predisposición a la degollina de la época; algunos soldados se atrincheraron en el Capitolio y la mayoría de la gente huyó a buscar refugio en ciudades vecinas. Pero los viejos senadores y unos cuantos sacerdotes consideraron una ignominia huir, de modo que se pusieron sus ropas de gala, sacaron a la plaza sus sillones de marfil y se pusieron a esperar la llegada de los bárbaros. Me imagino a los ancianos ahí sentados, en medio de la ciudad vacía, sin otro sonido alrededor que el silbido del viento, aguardando la muerte con sus trajes de fiesta. Al tercer día, en fin, llegaron los galos a Roma, y al entrar en la plaza quedaron asombrados, dice Plutarco, "de ver aquellos hombres sentados con aquel adorno y tan silenciosos, y, sobre todo, de que marchando hacia ellos los enemigos, no se levantaron ni mudaron el semblante de color, sino que se estuvieron quietos reclinados sobre los báculos que llevaban, mirándose unos a otros tranquilamente. Era para los galos un espectáculo extraño; largo rato estuvieron dudosos sin osar acercarse, ni pasar adelante, teniéndolos por hombres de otra especie superior; pero después que uno de ellos, más resuelto, se atrevió a acercarse a Manio Papirio, y alargando la mano le cogió y mesó la barba, que la tenía muy larga, y Papirio, con el báculo, le sacudió e hirió en la cabeza, el bárbaro, sacando su espada, lo dejó allí muerto. Enseguida, cargando sobre todos los demás, les dieron muerte". A ver qué best seller es capaz de competir con esta intensidad, esta enormidad y esta belleza.

Vidas paralelas. Plutarco. Tres volúmenes. Clásicos Universales. Planeta. Barcelona. 1990/1991

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