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Crítica:PURO TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El gran momento de Clara Segura

Marcos Ordóñez

Hay tragedias de acción y tragedias de espera. Tragedias de acción: Edipo Rey, Antígona. Tragedias de espera: Edipo en Colono, Electra. Como soy muy impaciente, me gustan más las de acción. Y, ya puestos, prefiero la Electra de Eurípides a la de Sófocles. Me parece más compleja psicológicamente, con personajes y conflictos más desarrollados. Y con una humanísima sensación de vacío, de desolación, de arrepentimiento final tras el matricidio. Ventajas de la de Sófocles: breve, reconcentrada, extrema densidad. Anticipa a Racine en las espirales del odio, en su mezcla de pasiones feroces y cálculo. Como Racine, Sófocles tiene un lenguaje formidable, pero aburre un poco. La espera siempre aburre. ¿Qué espera Electra? Que vuelva Orestes para apiolar a Clitemnestra, madre de ambos, y a Egisto, su amante, porque pasaportaron a papá Agamenón. Aunque lo parezca, Electra no es Hamlet a la griega. La chica no duda: tiene clarísimo desde el primer momento lo que hay que hacer. ¿Y por qué no lo hace ella misma, se preguntarán? Esa tarea, nos dicen, le corresponde a Orestes, el primogénito, que está muy exilado. En el ínterin, Electra se dedica a comerse las uñas, comerse la olla y expandir un mal rollo de no te menees. Hasta la aparición de Orestes, la obra es la crónica de esa espera obsesiva, narrada en una sucesión de careos. Lo interesante del asunto es que todos tienen razón. A Electra le han matado a un padre (aunque mucho tiempo para conocerle no tuvo). A Clitemnestra le mataron a una hija, Ifigenia. Y el mismo Agamenón, si hablara, defendería sus motivos: lo de Ifigenia fue un sacrificio dictado por Artemisa, que estaba mosca. En fin: a mí me acaba cayendo mejor Clitemnestra que Electra. Por mucho que sufra, Electra es el bicho que picó al tren. Y Orestes y el preceptor Estrofio, justicieros gélidos y engañadores, son más malos que un dolor.

Es un singularísimo animal escénico: una actriz entre italiana y japonesa, tanto en lo trágico como en lo cómico

Oriol Broggi ha montado la Electra de Sófocles en la sala pequeña del TNC. Voy a decirles lo que me convence y lo que no del espectáculo. Empecemos por lo segundo. A) Me sobra el prólogo, innecesario y tedioso, compuesto por el traductor, Jeroni Rubió. Sófocles se las apaña muy bien para hacernos entender todo lo que pasa. B) Me sobra gran parte de la música. Marc Serra (que también encarna al mudo Pílades) toca muy bien la guitarra, pero su omnipresencia equivale a intentar leer con la radio puesta. Y me encanta el tema central del Pat Garrett de Dylan, como a todo quisque, pero aquí no acaba de pegar, qué quieren que les diga. C) Broggi se anticipa a Orestes y se carga a Egisto. Mal hecho. D) Al final los supervivientes se marcan una danza chiripitifláutica. Sólo les falta cantar "olé, olé, nos hemos cargado a mamá". Ahora vamos con lo bueno, que es mucho. También con pegas, pero mucho. Disposición central, público alrededor. Pros y contras, los de siempre: ganas en proximidad y ves cogotes actorales. El espacio es fantástico, mitad ágora mitad jardín cerrado. Losas de piedra brotadas de hierba. Un ciprés real. Y un ciprés metafórico: la estatua de Apolo, mitad africana mitad Giacometti. La cosa africana no la entiendo, pero queda bien. La traducción de Rubió es un lujo. A ratos, cuando la historia se encalla, entramos en trance con la música de las palabras, que de eso también se trata. Diré que hay momentos en que la enunciación tiene un punto radiofónico, que es lo que sucede cuando el pathos se queda en la boca y no sacude el cuerpo como debiera. Eso le pasa alguna vez a Anna Güell (cuando narra, en el rol de Estrofio, la falsa muerte de Orestes) y bastante a Borja Espinosa, un Orestes discreto. Funcionan estupendamente los enfrentamientos directos: Electra contra Crisostemis, su prudente hermana (la sobria y delicada Mar Ulldemolins) y, sobre todo, el round central entre Electra y Mercè Anglès (Clitemnestra), una actriz que cada vez está mejor: tiene una voz aterciopelada, íntima, y una gestualidad sin exasperaciones. Una buena idea de Broggi ha sido multiplicar los careos individualizando al coro: Anglés, Güell y Ulldemolins doblan sus papeles y, como voces anónimas y solitarias, increpan, indagan, cuestionan y defienden.

Electra es Clara Segura. Borda un papel cargado por el diablo: hace falta una gran fuerza física y psíquica para sostener el voltaje de la ira, los arrebatos de locura y sarcasmo, el agotamiento por la tensión. Sus cumbres son las cimas de la obra: cuando se derrumba ante las presuntas cenizas de Orestes y cuando los hermanos se reconocen. Clara Segura templa y manda desde que aparece, pero en esas dos escenas exhibe una gama apabullante: incredulidad, furia, llanto, alegría, y el instante supremo en el que su rostro (feroz, empapado en lágrimas) se transmuta, iluminado por una sonrisa de felicidad. Borja Espinosa también da el do de pecho, porque el director les ha montado a ambos un remate precioso, purísimo: Electra y Orestes se abrazan y se cantan una canción de su infancia, una nana. Cuando Broggi justifica "orgánicamente" un pasaje musical no hay quien le tosa: esa escena alcanza la misma altura emotiva que el lamento fúnebre que cerraba Antígona o la ronda final de Hamlet, a caballo del Goodnight Irene en versión de Tom Waits. Clara Segura es un singularísimo animal escénico: una actriz entre italiana y japonesa, tanto en lo trágico como en lo cómico. Ojos como tizones, sensibilidad desgarrada, agua que hierve en cuestión de segundos pero que (y ahí entra lo japonés) nunca se desborda, frenada por una voz que modula y cimbrea, como una cinta de colores, hasta el más imperceptible acorde. También hay algo japonés en el control de su cuerpo, en la combinación de flexibilidad y gravedad, aunque en la función abusa de un raro encorvamiento, tal vez para proyectar mejor la energía, pero que hace pensar en el peso del fátum o en un ataque de lumbago. El gran momento de Clara Segura viene durando tres años. Tres grandes trabajos: Antígona, ¿Estás ahí?, Electra. Y, pronto, otro bombón: Gertrudis en la reposición de Hamlet, de nuevo a las órdenes de Broggi. -

Electra, de Sófocles. Dirección de Oriol Broggi. Treatre Nacional de Catalunya. Barcelona. Hasta el 25 de abril. www.tnc.cat | Vea aquí escenas del montaje de 'Electra'

Clara Segura, en una escena de <i>Electra,</i> de Sófocles, dirigida por Oriol Broggi en el TNC.
Clara Segura, en una escena de Electra, de Sófocles, dirigida por Oriol Broggi en el TNC.DAVID RUANO

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