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La guerra contra la célula maligna

La escritora estadounidense Susan Sontag, en su ensayo La enfermedad y sus metáforas, publicado en el año 1978, recogió las diferentes percepciones cognitivas y emocionales que produce la enfermedad, como la de calificar los tratamientos como armas de combate. La historia del cáncer se presta a la utilización del lenguaje bélico más variado, sea de guerra, lucha, conquista, destrucción o radiación. Todo el armamento disponible tiene un único enemigo: la célula maligna. El doctor Mukherjee parafrasea para explicarlo la primera línea de Ana Karenina, de Tolstói: "Todas las células normales son normalmente idénticas, cada célula maligna es infelizmente maligna a su manera". Esta malignidad presenta, dentro de su singularidad, unas características comunes que están descritas en el libro y que fueron formuladas en un artículo del año 2000 titulado Las señas de identidad del cáncer por Hanahan y Weinberg. Estos atributos identitarios son: 1. Activación del crecimiento celular mediante oncogenes. 2. Inactivación de los genes supresores del crecimiento. 3. Supresión e inactivación de la autodestrucción celular programada. 4. Activación de múltiples cascadas de genes que inducen una mayor multiplicación celular. 5. Creación de vasos sanguíneos o angiogénesis que permiten captar oxígeno celular y expandirse. 6. Capacidad de invadir los tejidos adyacentes o migrar a órganos distantes. Este último fenómeno de invasión se conoce como metástasis.

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La célula maligna se comporta como una cédula de guerrilleros perfectamente entrenada para ir conquistando territorios y adaptando su comportamiento al de la célula normal, lo que dificulta el abordaje terapéutico del tumor. Entender este comportamiento tan perfectamente maligno y tan específico de tipo de tumor ha costado muchos años y está permitiendo el desarrollo de terapias individualizadas que logran bloquear receptores específicos asociados al crecimiento celular. Son las denominadas terapias personalizadas, entre las que se incluyen los anticuerpos monoclonales. También se están desarrollando terapias que bloquean el proceso de angiogénesis con el propósito de contener su crecimiento. Estas nuevas aproximaciones terapéuticas son posibles gracias a un mayor conocimiento de la biología celular y molecular de los tumores. La traslación de estos conocimientos a los pacientes ha supuesto un cambio de paradigma en la visión y en el tratamiento de determinados tipos de cáncer. Así, la contención del crecimiento tumoral convierte a algunos tumores incurables en crónicos produciendo largas supervivencias en pacientes que se solían morir antes. Además, la heterogeneidad celular se traslada cada vez más al comportamiento clínico del tumor, de forma que ya hemos pasado en unas décadas de considerar el cáncer de mama como una única entidad a poder hablar de tantos cánceres de mama como personas sufren la enfermedad. A esta complejidad biológica se une la capacidad de adaptación de la célula maligna al tratamiento hasta generar resistencias al mismo y promover un nuevo crecimiento celular anormal. Este juego del gato y el ratón entre terapia y célula ha sido denominado como darwinismo biológico por algunos oncólogos, como el doctor Germà del ICO. Este proceso biológico nos permite asegurar que cada vez que sabemos más de un enemigo llamado cáncer somos conscientes de lo mucho que aún nos queda por conocer para poder ganar la guerra. Cómo decía Susan Sontag: "Este enemigo nunca llama a la puerta antes de entrar".

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