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Tentaciones
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Reportaje:EN PORTADA

"Me he convertido en una caricatura"

LA foto más antigua que Hedi Slimane conserva en su álbum la tomó en 1985, cuando tenía 11 años. Habrá que fiarse de la descripción del diseñador de moda, fotógrafo y sacerdote del culto a la juventud porque sólo él la ha visto. "Los temas eran exactamente los mismos que hoy. Siempre he entendido la fragilidad de cuanto me rodea. La mía en aquel momento y la de mis sujetos. Nada ha cambiado en mi vida. Mi trabajo se ha hecho más conocido, pero yo siempre he hecho lo mismo".

Ese niño de 11 años es hoy un adulto de 39, padre de un universo estético que ha impregnado la moda, la música y la cultura visual de la última década. El tipo que ha definido las pintas de una época. Una que se recordará por cuerpos de alambre que ocupan lo mismo de frente que de perfil. "Cuando empecé a definir mi estilo, en Yves Saint Laurent, hacia 1999, tuve que luchar con un montón de prejuicios. Oí de todo sobre mis castings, fotos y ropa. Cuando empecé nadie estaba interesado en lo que hacía. No sé si tuve suerte por iniciar un movimiento o si fue una perdición. Porque me he convertido en una caricatura de la estética que he creado", explica a través del correo electrónico.

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EL SISTEMA SLIMANE

La primera encarnación de Hedi Slimane fue la de diseñador de moda, sobre todo, al frente de la colección masculina (llamarla línea de hombre sería echarle años encima) de Dior. Pero en marzo de 2007 dejó la casa. Las negociaciones para montar una marca con su nombre bajo el paraguas de LVMH, el grupo de lujo de Dior, se fueron al carajo y le reemplazaron por su antiguo ayudante, Kris van Assche. Ahora, rodeado de rumores sobre su vuelta a la moda, recorre el mundo exponiendo sus fotos. Instantáneas que parece tomar compulsivamente y que confirman el diagnóstico más repetido al hablar con quien le conoce. "Es un adicto al trabajo", sentenciaron en algún momento los que aparecen en este reportaje.

Mañana estará en España para inaugurar en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac) una instalación en la que, una vez más, analiza la construcción de la identidad juvenil a partir de la música. El proyecto arrancó el pasado verano cuando el museo y el FIB le invitaron a retratar el festival. Se centró en los asistentes. En ese prototipo que se denomina fibers y que, tras pasar por su cámara, se convierten en lánguidos adolescentes, solos entre la muchedumbre. "Teníamos miedo de que fuera una diva, pero nos encontramos con un hombre muy educado y un trabajador incansable que no paró ni un segundo", explica Nacho Santos, director ejecutivo del FIB. "Le montamos un pequeño estudio en el backstage y él elegía gente entre el público y la llevaba allí. Cada día, desde que abría el recinto hasta que cerrábamos. También fotografió a artistas como Amy Winehouse o The Horrors".

No sólo en el recinto. Acompañado de tres personas que seguían su ritmo con la lengua fuera, se pateó la playa, el cámping y lo que hiciera falta. ¿En busca de qué? "Gente que me llamara la atención", explica. "La cámara se dirige naturalmente hacia el sujeto, aislándolo de la multitud. Supongo que todos los que elegía tenían algo romántico, una cierta vulnerabilidad y gracia". "Lo que Slimane retrata es una prejuventud", analiza Agustín Pérez Rubio, comisario de la muestra. "El paso del niño al adolescente. Lo sexual está ahí, pero no es explícito. Es un niño que pasa de estar de la mano de sus padres a ser el líder de sus amigos. Está en el proceso de entenderse como un individuo social, y ahí aparece la vinculación con el ídolo musical. Siempre se nota un planteamiento distante de la alegría de vivir y una nostalgia por la pérdida de la inocencia. Es un neorromántico".

Y alguien de ideas claras, casi tercas. Todos los chicos y chicas que fotografió eran británicos, por ejemplo. Gloria Sallent se pasó aquellos cuatro días pegada a él como su asistente personal, viéndole comer helados sin parar y encargándose también de las negociaciones con los artistas. Que no siempre fueron fáciles. "El tour manager de Amy Winehouse era un borde y se negó a que la fotografiaran. Pero Amy, desde el camerino, oyó el nombre de Slimane y dijo que sí. Sabía que molaba. Luego, él hizo movimientos para acercarse a ella y acabaron jugando una partida de cartas", explica.

Además de la muestra, el proyecto de Slimane con el Musac incluye la publicación de un libro, Rock diary, que se compone, en realidad, de tres. Por una parte está el material de Benicàssim. Por otra, una recopilación de fotos relacionadas con el rock. Finalmente, ensayos de música y fotografía firmados por varios críticos. Entre ellos, Alex Needham, de 33 años, que lleva dos poniendo letras a las imágenes que Slimane captura de la última hornada de bandas londinenses. El resultado de sus incursiones conjuntas en los garitos de la ciudad se ha ido publicando regularmente en la revista V Magazine. Needham es el editor de cultura de la web del diario The Guardian y ostenta el honor de ser uno de los inductores de la amistad entre Slimane y Pete Doherty. En 2004, el libro Stage llegó a la revista NME, en la que trabajaba. "Pensamos que aquel tipo debería hacer algo para nosotros", explica. Se lo propusieron y, poco después, Needham y Slimane fueron a ver el concierto de un tal Pete Doherty, un músico que acababa de salir de la cárcel y que aún no era el accesorio favorito de Kate Moss.

Por supuesto, a Slimane le entusiasmó Doherty, que entonces tenía 25 años, con su voluntarioso aire de maldito y su esforzado romanticismo a lo Byron. Acabó por dedicarle un libro, London birth of a cult, y se convirtió en la encarnación definitiva del slimanismo. Que saliera hasta en la sopa vestido con sus trajes hechos un trapo fue lo que catapultó el mensaje a escala global. "Aquel movimiento tuvo lugar fuera de cualquier entorno corporativo", apunta Needham. "Al principio no era una escena afectada, había mucha sinceridad y una energía muy auténtica. Cuando Pete se hizo tan famoso todo se volvió más impostado, pero todavía aparecen cosas interesantes. Por ejemplo, esta noche Hedi y yo hemos quedado para ver a Jay Reatard. Así que seguimos con el proyecto". Needham comparte con Slimane, de quien es amigo, la vocación de reivindicar el tiempo y el sonido que les ha tocado vivir. "Es una forma de devolver a la escena musical algo de lo que me ha dado. Hay mucha gente criticando este movimiento y con Rock diary nosotros elogiamos lo que tiene de bueno".

Es cierto que Slimane ha apostado fuerte por bandas que se apuntan al revival del rock de guitarra británico, que mezcla punk, glam y pospunk de los setenta y primeros ochenta. Encargó una sinfonía de 20 minutos a Razorlight para un desfile de Dior y fue de los primeros en descubrir a The Rakes. En un momento, la aprobación de Slimane se convirtió en un pasaporte para la fama para grupos desconocidos. Pero parece que en ellos, como en todo, busque una manifestación más de esa juventud que tanto le fascina. Son los niños perdidos de este irredento Peter Pan. "Ésta es una generación absolutamente optimista, al contrario que la mía y la que le sucedió, que estaba desesperada y ansiosa por su futuro". Obsesionados con la lozanía adolescente han estado muchos antes, desde los griegos hasta Gus van Sant. ¿Se identifica con alguno? "Absolutamente. Creo que casi todos comparten la misma búsqueda por un momento muy específico en el que todo es posible y la vida es un campo de juego. La edad de la inocencia. Belleza cruda y un punto de indiferencia".

En todo caso, ésta no es una historia estrictamente infantil. Uno de sus ídolos de siempre, Paul Simonon, de The Clash, se enfundó en uno de sus enjutos trajes para ingresar en el Rock and Roll Hall of Fame en 2003. Tenía 48 años, pero la vanidad no caduca. "No puedes llegar a un punto en que el público vista mejor que la banda", declaró a The New Yorker. Neil Tennant, de los Pet Shop Boys, es otro de sus amigos adultos. Se conocieron en Venecia, en la fiesta de cumpleaños de David Furnish, el novio de Elton John, y acabaron en un hotel tomando chocolate caliente y sándwiches de jamón. Porque, conviene saberlo, por muy de cerca que Slimane retrate el desfase y la perdición, él no bebe, ni fuma, ni se droga. La comida, parece obvio, tampoco está entre sus vicios. Aunque la extrema delgadez de Slimane es en parte responsable de su entrada en la moda: de niño era tan escuálido que empezó a hacerse él mismo la ropa ante la imposibilidad de encontrar nada que le sentara bien. Tenía las herramientas a mano porque su madre era costurera.

Hedi Slimane creció en París. Su padre, tunecino, era un contable con un pasado como boxeador (peso ligero, por supuesto), y conoció a su madre, italiana, en el guardarropa del club de Saint-Germain des Pres en el que ella trabajaba. Slimane estudió arte en la escuela del Louvre durante tres años y empezó a ayudar en sesiones de fotos y desfiles como director de arte. En los noventa se fue a Nueva York. Pasó un par de años sin un céntimo, pero trabó amistad con gente como Stephen Gan, editor de la revista Visionaire. Fue ayudante aquí y allá hasta que llamó la atención de Pierre Bergé, el socio de Yves Saint Laurent, que en 1996 le fichó para la casa francesa. Slimane no tenía experiencia o formación en diseño, pero fue escalando posiciones en la división masculina. Dos años después, su nombre y estilo andrógino eran una referencia inevitable para entendidos. En 1999, Gucci compró Yves Saint Laurent y Tom Ford aterrizó en la empresa. Tanto Slimane como Bergé y Saint Laurent despreciaban al tejano. Le consideraban un experto en marketing y no un auténtico creador. Cuando Slimane se marchó, muchos se pelearon por él. Se lo llevó Dior, porque le atrajo la idea de crear algo tan grande de la nada: su colección de hombre era inexistente, poco más que corbatas para vender en aeropuertos. Se dice que lo primero que hizo al llegar al taller fue instalar 200 altavoces en el techo.

En sus siete años en Dior hizo mucho más que diseñar pantalones ajustados. Tal vez no comparta la visión de Tom Ford, pero ha sido el único, tras él, capaz de crear un universo reconocible y aplicable a un perfume, una tienda o una hoja de papel. O, ahora, a una exposición. "La verdad es que nunca he deseado ser algo en concreto", reflexiona Slimane. "Nunca he soportado las definiciones y mi trabajo se basa en borrar fronteras y convenciones. No quiero ser un artista ni tampoco sólo un diseñador. El medio no importa. Lo que cuenta es la idea con la que te comprometes. Supongo que echo de menos la moda, pero echaría mucho más de menos la fotografía si tuviera que dejarla. Eso es algo que no puedo siquiera imaginar".

El penúltimo rumor sobre el retorno de Slimane al vestir le colocaba en la órbita de Renzo Rosso, el fundador de Diesel. Hoy seguramente habrá uno nuevo. Pero su vigencia en la moda va más allá. "Todavía, en las calles de cualquier ciudad del mundo, podemos ver su estilo", apunta Agustín Pérez Rubio. "La gente se viste con su ropa o con las copias de otros. Una vez que nos vimos en París yo llevaba unos pantalones tipo Slimane. Me preguntó de dónde eran, le dije que de H & M y le pareció genial". Porque, ¿quiere volver a diseñar? "En las circunstancias adecuadas, sí. Es una gran parte de mí. Además, ahora mismo, aunque no estoy técnicamente diseñando, mi ropa y mi estética están por todas partes. La moda es reapropiación. Todo el mundo puede inspirarse en otros y reproducir un estilo a su manera".

La exposición Hedi Slimane_Musac se expone del 17 de mayo al 7 de septiembre en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (avenida de los Reyes Leoneses, 24, León) www.musac.es

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