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Reportaje:

Desesperación en llamas

Un inmigrante rumano se prende fuego ante su familia en Castellón porque no conseguía 400 euros para volver a su país

María Fabra

Llegaron hasta Castellón alentados por las perspectivas de trabajo que alababan algunos de sus compatriotas. Tras comprobar que la realidad era otra llegó la desesperación. Ahora querían regresar a Rumanía, pero no tenían dinero para el viaje de vuelta. Habían estado tratando de llamar la atención sobre su situación varios días ante la Diputación de Castellón y ayer trasladaron su desesperación hasta la Subdelegación del Gobierno, donde el delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Antoni Bernabé, mantenía una reunión con los alcaldes de las poblaciones afectadas por el incendio de la comarca de L'Alcalatén. Había cámaras y eso convirtió el momento en la caja de resonancia mediática idónea para un hombre desesperado que no se lo pensó dos veces.

La víctima presenta quemaduras de primer, segundo y tercer grado en el 70% del cuerpo
La familía sólo había conseguido trabajar en la recogida de chatarra y la venta de refrescos

El hombre, de 44 años de edad, se quemó a lo bonzo. Entre gritos y vanos intentos de disuasión se roció de gasolina y, tras amenazar durante unos minutos con un mechero, se prendió fuego. Dos guardias civiles, encargados de la protección de sede institucional, se apresuraron a quitarle la ropa envuelta en llamas. La calle se convirtió en escenario de un suceso dramático mientras sus familiares eran presa de un ataque de nervios.

Aunque en un principio fue llevado al Hospital General de Castellón, su delicada situación aconsejó el traslado a la unidad de quemados del hospital La Fe de Valencia, donde permanece ingresado en estado muy grave, con quemaduras de primero, segundo y tercer grado en el 70% del cuerpo, según fuentes de la Consejería de Sanidad. Uno de los agentes que acudió en su ayuda también resultó herido leve en una mano.

Según relató su hija, de 17 años -que, al igual que su hermano, de tres, y la esposa del herido se encontraba presente-, el acto fue una desesperada llamada de atención sobre su terrible situación. Las dos mujeres tuvieron que ser atendidas por los servicios sanitarios debido a su estado de nervios.

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La familia reclamaba una ayuda de unos 400 euros para pagar los billetes de vuelta a Rumanía pero nadie le hacía caso: la policía la habían mandado a Asuntos Sociales, y de allí a la Cruz Roja, y era, según explicaba ayer su hija, "como un círculo, nadie ayuda".

Fuentes de Cruz Roja aseguraron, sin embargo, no tener constancia de que la familia hubiera acudido a dicha organización para solicitar ayuda. Pese a que no existe ninguna línea específica, según las mismas fuentes, en casos puntuales y muy concretos "como organización humanitaria se ha pagado algún billete de regreso al país de origen".

La llegada de la familia a España se produjo hace, aproximadamente, tres meses. Algunos parientes les hicieron creer que sería fácil lograr trabajo en Castellón, donde los rumanos son la principal población inmigrante, y alquilar una vivienda en la que podrían alojarse los cuatro. Pero no fue así y tuvieron que estar viviendo con un familiar mientras crecía su desesperación.

La joven insistió en que no vinieron a España con ánimo de robar o de prostituirse, sino con el propósito de trabajar. Hasta ahora, según explicó la hija del herido en un limitado castellano, lo único que habían conseguido era trabajar recogiendo chatarra y vendiendo refrescos en la playa, hasta que la policía les alertó de que se trataba de una actividad prohibida.

Con esos ingresos, continuó, lograron sobrevivir e incluso ahorrar para comprar unos billetes de vuelta a su país donde, al menos, disponen de una vivienda. Sin embargo, aseguró que fueron estafados, perdieron el dinero y ya no confían "en nadie".

Según testigos presenciales, los cuatro estuvieron discutiendo momentos antes de que el hombre se rociara con un líquido inflamable que portaba en una botella de agua reutilizada y que posteriormente se identificó como gasoil.

Ante la "desesperación" por la falta de confianza, pues lo único que reciben "son palabras" y nadie los ayuda a regresar, según dijo su hija, el cabeza de familia se prendió fuego.

Fuentes del Ayuntamiento de Castellón explicaron que el inmigrante rumano había acudido el lunes a los Servicios Sociales del consistorio, donde había preguntado por los pasos que debía seguir para que le dieran un billete de avión para regresar a su país. Los funcionarios municipales le remetieron a una ONG, según las mismas fuentes. "No está empadronado en Castellón y, por lo tanto, no es susceptible de percibir ayudas municipales", explicó la concejal responsable de Servicios Sociales, Carmen Amorós.

En cualquier caso, tras el suceso, el Ayuntamiento de Castellón intercedió ayer para que la Consejería de Bienestar Social acogiese a la mujer y los dos hijos del inmigrante quemado en un centro de Valencia para que pudieran estar cerca del herido. Asimismo, contactaron con una psicóloga que se puso a disposición de la familia de la víctima "para todo lo que puedan necesitar". Así, a primera hora de la tarde, la esposa del herido y sus dos hijos fueron trasladados a la capital de la Comunidad Valenciana por agentes de la policía autonómica e ingresaron en el centro Nuevo Futuro.

Fuentes de la Consejería de Bienestar Social explicaron que no existe un tiempo específico de permanencia en este centro y que todo "dependerá de sus circunstancias, de cómo evolucione el herido y de los recursos con los que cuenten".

Sin embargo, el tiempo de permanencia en el centro no es indefinido por lo que se podría dar el caso de que tuvieran que abandonarlo incluso antes de que el cabeza de familia salga del hospital. Además, las mismas fuentes adelantaron que, aunque estudiarán el caso, no existe ninguna línea de ayudas tan abierta como para destinar un montante para costear un viaje, el de regreso de una familia que ayer llegó a la desesperación más absoluta.

Momento en que el inmigrante rumano se prende fuego ante la Delegación del Gobierno en Castellón.
Momento en que el inmigrante rumano se prende fuego ante la Delegación del Gobierno en Castellón.REUTERS

Un destino preferente

En España viven cerca de 500.000 rumanos, aunque poco más de 300.000 están empadronados. Esa cifra los sitúa en el tercer lugar en número de inmigrantes por detrás de marroquíes y ecuatorianos.

Aunque Madrid es la comunidad con mayor cantidad de inmigrantes de origen rumano empadronados, la Comunidad Valencia ha sido destino para cerca de un 20% de estos inmigrantes y, en concreto Castellón, el punto de llegada de unos 50.000, en una provincia con apenas 500.000 habitantes.

La agricultura, los servicios, el trabajo doméstico y la atención a niños y mayores han sido los sectores en los que han encontrado más fácilmente trabajo pero, en muchos casos, enriqueciendo la economía sumergida.

Sin embargo, el nivel de formación con el que han llegado muchos de ellos ha posibilitado también su contratación en sectores como la construcción y el azulejero. No en vano, las asociaciones empresariales han destacado la importancia de esta mano de obra en la economía de Castellón.

Las oportunidades que otorga la provincia, con una tasa de paro prácticamente inexistente, y el ingreso de Rumanía en la Unión Europea han alentado aún más a la inmigración. Pero tampoco en este caso las mafias dejan de sacar partido, ya que están en vigor una moratoria de dos años para que puedan trabajar sin necesidad de permiso.

Según fuentes de Cruz Roja, la organización realizó el pasado año más de 7.000 intervenciones en la capital de La Plana y atendió cerca de un millar de solicitudes para el plan de empleo que tiene en marcha, que en su mayoría, procedían de ciudadanos rumanos. Así, la integración de este colectivo en Castellón es paulatina y, de hecho, funcionan varias asociaciones y partidos políticos específicos o extensiones de formaciones políticas arraigadas en Rumanía y cuentan con un periódico editado en rumano.

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