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Reportaje:JESSICA ALBA

La latina que seduce a Hollywood

Las famosas curvas de Jessica Alba han adquirido otro significado desde que se quedó embarazada. Su cuerpo sigue siendo el más deseado; sus labios, los más buscados, y sus mejillas, las más envidiadas, especialmente en las consultas de los cirujanos plásticos. Pero Alba, que siempre hizo oídos sordos a su belleza, ahora sólo tiene ojos para esas curvas que día a día van transformando a este sex symbol latino en madre y futura esposa.

"Lo de mi atractivo siempre fue cosa de la prensa", afirma, desde sus resplandecientes 26 años, quien luce el brillo de su segundo trimestre de embarazo envuelto en un blusón de premamá. "Y esto", apunta ya con gesto de madre al marcado cambio en su silueta, "no es más que señal de que estoy madurando. Primero fue actriz infantil; luego, lo de sex symbol que dicen, y ahora, esto". Ése al menos es el deseo de esta pura californiana demasiado tostada y sinuosa como para ser blanca, y muy gringa y sin una pizca de español como para llamarla hispana. Pero incluso embarazada, prometida y enfundada en ropa premamá, sigue siendo el sueño de todos los mortales. Sobre todo de los varones.

Alba figura entre las estrellas más bajadas de Internet, la mujer más deseada según AskMen.com o "la tía buena del año" para los adolescentes del Teen Choice Award. También es la compañía soñada (junto con Scarlett Johansson) a la hora de conducir, según una encuesta británica; la más buscada por los 150.000 asistentes a la mayor convención de cómics durante su última edición en San Diego, y hasta ésa con los andares más sensuales, un dato apoyado por la fórmula matemática que se inventaron en Cambridge mediante la que afirman que sus 64 centímetros de cintura y sus 91 de cadera le conceden a su torso la fuerza necesaria para el contoneo ideal. En resumen, la mujer perfecta del nuevo milenio.

Pero nada. Ella sigue ciega a sus atributos, decidida a describirse como ese "pequeño chicarrón" que nunca encajaba en ningún ambiente, hija de militar que no hacía más que cambiar de colegios, cargada de puñetas en lo que se refiere a su salud y con unos rasgos latinos que no pegaban con la cultura anglo en la que se crió esta tercera generación de una familia originaria de México. "Yo me veo más como una luchadora que como una belleza", insiste.

Su físico también le trae problemas, y los hay que no la toman en serio. Ocurre entre sus propios compañeros. Paul Walker, tras trabajar con ella en Inmersión letal, lo dejó claro: "No podía quitar mis ojos de ese trasero. Lo siento, pero es tan bella", afirmó el actor, más afectado por el biquini de su pareja en el filme que por los tiburones junto a los que ambos nadaron. América Ferrera, protagonista de la versión estadounidense de Betty la fea, también se ríe de Alba, o mejor dicho, de la adoración que genera. Encuentra especialmente "hilarante" que actrices "extradelgadas" como Jessica Alba y la también hispana Eva Longoria se llamen mujeres "con buenas curvas". Como se preguntó recientemente un comentarista de Hollywood, "si Jessica no fuera Jessica, ¿la miraríamos con otros ojos?".

Empezó siendo muy joven, a los 12 años, y su filmografía no está cargada de grandes elecciones, más bien está repleta de papeles, tanto en cine como en televisión, que ya se han olvidado. ¿Les dicen algo Honey, The new adventures of Flipper, Camp Nowhere o más recientemente Awake? Poco. Incluso The eye, su nuevo estreno, lleva el mismo camino. También hay otros títulos más taquilleros: Sin City, donde no necesitó quitarse la ropa -algo que asegura nunca hará delante de las cámaras- para volverlos locos a todos, o la saga de Los cuatro fantásticos, donde esta hija de padre méxico-americano y madre de raíces francesas, italianas y danesas encarnó a la más pura heroína americana, la rubia de Sue Storm. Pero Jessica no pone excusas y habla a las claras: "Me aconseja un gran equipo de asesores, pero al final la decisión es mía.

Claro que ellos se llevan la comisión", reconoce divertida. Ahora dice haber madurado. "Está claro que mi perspectiva es diferente. Aquello que solía ser tan importante, tan dramático, en especial mi trabajo, que ponía siempre por delante, tendrá que acostumbrarse a ocupar el asiento de atrás. Ahora lo que me importa es la familia", resume con un encogimiento de hombros.

La familia siempre ha sido un puntal en su vida. Alba está más que acostumbrada a los pañales y a las papillas tras crecer como la mayor de 15 primos, un ambiente que no le importaría trasladar a su hogar, donde le parece "divertido tener muchos niños corriendo por la casa; cuantos más, mejor". Su padre dejó muy claro desde el comienzo de su carrera que Alba era su nombre y "tenía que estar orgullosa", incluso cuando lo hispano no estaba en el paladar de Hollywood. Su abuelo tampoco tiró la toalla en su deseo de que la actriz se hiciera monja, quizá de ahí provenga su decisión de no desnudarse delante de las cámaras -"mi familia se moriría", afirma-. Los suyos, siempre presentes, incluso ahora que emprende su propio hogar junto a su prometido y futuro marido, el productor Cash Warren, de 28 años, al que conoció como asistente de dirección en el rodaje del primer Los cuatro fantásticos después de una tormentosa relación con el actor Michael Weatherly, 13 años mayor que ella.

En cualquier caso, sus fuertes lazos familiares no le han impedido hacer siempre lo que ha querido. "Mi padre quería que fuera a la universidad, medicina, abogacía…", explica, "pero yo me di hasta los 18 para ver si conseguía un verdadero trabajo como actriz, y entonces llegó James Cameron con Dark angel y me dejó claro que éste era mi sitio".

La actriz afirma tener espíritu de lucha, y una vez que la vista se acostumbra a su belleza es fácil ver la determinación en sus ojos oscuros. O que detrás de su sonrisa y su encanto hay alguien que ella describe como más retraída que extravertida. "No me gusta montar el número para ganarme la atención de la gente, prefiero dar un paso atrás y observar", añade. Una aparente contradicción que explica con una sonrisa tímida: "Por eso escogí este negocio. Porque así disfruto de lo que no soy, de la extraversión de mis personajes, con los que exploro ese lado de mi personalidad que tanto me aterroriza. Especialmente si me das una comedia, mi corazón se acelera del nerviosismo".

Es normal en ella ir contra su naturaleza. Es ahí cuando le sale la Alba competitiva, la luchadora, y desde luego no le gusta que le lleven la contraria. Nunca. Se lo inculcaron desde pequeña. Contra el asma, las neumonías y hasta los problemas de riñón que sufrió de niña, Alba respondió con ejercicios, clases de natación y submarinismo (a sugerencia de su madre, que la hizo nadar antes de que aprendiera a andar), y cursillos de interpretación con el Atlantic Theatre Company, que entonces dirigían William H. Macy y Felicity Huffman. "Tenía 16 años, era la única actriz pagada entre los alumnos, y Bill y Felicity me enseñaron que este oficio es duro, que no es un juego de niños. Que es algo que tienes que trabajarte y en lo que nunca puedes ser perfecto. No fue fácil, pero su dureza me hizo tomármelo más en serio", reconoce ahora pasadas las lágrimas que en más de una ocasión provocaron en ella estas clases. Cameron también se lo hizo pasar mal y nunca pensó que Alba iba a ser su Max para Dark angel. "No fue más que un chute de adrenalina para demostrar lo que valgo", admite de estos piques que tanto la motivan, esos que la llevan a hacer sus propias escenas de acción "como Tom Cruise o Bruce Willis".

Incluso ahora, cuando se refiere a su embarazo, suena a deporte de competición. "Tengo una amiga que me hace de entrenadora durante el embarazo, porque esto es como correr un maratón", compara. Lo único que le pide a su cuerpo es que se mantenga sano, y suena a humana cuando admite las primeras "pesadillas" con las estrías que pueden quedarle en el cuerpo o con el tema de amamantar a su retoño, algo que está decidida a hacer.

Junto a su barriga, otros cambios se van apoderando de Alba, una joven que se define como parte de la "generación Gore", en lo que a su concienciación con el medio ambiente se refiere, y que ahora más que nunca siente la responsabilidad de crear para su descendencia un mundo mejor. "He empezado por hacer un hogar lo menos tóxico posible, porque los niños lo muerden todo", afirma quien ya posee el Toyota Prius de rigor entre cualquier estrella con conciencia y que está instalando paneles solares en su casa.

Otros cambios parecen más difíciles. Quiere que su bebé aprenda español como segunda lengua, un idioma que nunca se habló en su casa y que a ella le cuesta aprender aunque lo ha intentado. "Mi abuelo llegó al sur de California en la década de los sesenta y nunca le habló a sus hijos en español porque quería que se adaptaran a la nueva cultura", recuerda de una época difícil para los inmigrantes. Ahora las cosas son diferentes, especialmente en su trabajo, y, como reconoce, son muchas las puertas abiertas por estrellas como "Jennifer López, Halle Berry, Salma Hayek, Penélope Cruz; hay gran cantidad de talento", subraya en referencia a la diversidad que está pisando fuerte en Hollywood. "Ahora está Eva Longoria y Eva Mendes, o Carrie Washington…, mujeres que han cambiado la idea física y mental que acompaña a la palabra estrella", añade.

¿La maternidad traerá cambios en su profesión? Adelanta que sí. Tras la comedia que acaba de rodar junto a Mike Myers, Love guru, se tomará la merecida baja por maternidad. "Pero me gustaría continuar con mi carrera; quizá con un material más independiente, más pequeño, que ponga el acento en los personajes sin necesidad de preocuparse tanto por la taquilla o por lo comercial", adelanta. En cualquier caso, lo primero es que está deseando ser madre. "Está muy bien lo de tener una carrera, pero en la vida lo principal es la familia y el amor. Puedo hacer diez películas seguidas que sean un fracaso, y mi carrera se habrá ido al traste. Pero los hijos son para siempre", resume con una nueva caricia a ese que tanto espera.

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