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Crítica:LIBROS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una loable invitación a la empatía

Primera novela de una trilogía que sigue con Meteoro y Una vida vulgar sobre la complejidad de la vida humana y la validez de diferentes puntos de vista sobre el mismo fenómeno, Hordubal es muy diferente de las obras más conocidas de Capek (1890-1938). Había tenido notable éxito con sus distopías: La fábrica de absoluto, una "idea wellesiana en estilo chestertoniano", según un crítico de la época, a propósito de la fisión nuclear que libera energía y sustancia de Dios, santidad, y la esparce sobre los hombres, con consecuencias catastróficas; y La krakakita, otra fantasía atómica, pero esta vez en una atmósfera caótica, febril, angustiosa, dostoievskiana. Su obra de teatro R.U.R, o sea Robots Universales Rossum, donde inventó el término "robot", se estrenó en Londres y Nueva York entre otras capitales y le dio un éxito internacional. En este género de la ciencia-ficción, ideal para subrayar la paradoja entre el progreso técnico y la inalterable estupidez de la naturaleza humana, contumaz en el error, su obra maestra, y la más traducida al español, fue La guerra de las salamandras, sobre el descubrimiento en Java de una especie repulsiva de salamandras de notable envergadura a las que se explota como fuerza de trabajo, y cuya sublevación conducirá al Apocalipsis; es una alegoría sobre la ascensión del nazismo.

Hordubal

Karel Capek

Traducción de Patricia Gonzalo de Jesús

El Olivo Azul. Córdoba, 2011

180 páginas. 17,50 euros

Cuenta la peripecia del emigrante que regresa a casa para encontrar a su mujer liada con el mozo, y su hacienda llevada de una forma moderna

Capek fue activo en periodismo y en política. Era muy querido por su humanismo y cordialidad. A las reuniones de intelectuales que ofrecía cada viernes en su casa solía acudir su amigo Tomas Garrigue Masaryk, el primer presidente de la República Checoslovaca, al que dedicó tres libros de Conversaciones con T. G. Masaryk. En fin, fundó y dirigió el PEN CLUB, tribuna que le sirvió para darse a conocer en el extranjero y denunciar ante públicos influyentes la amenaza nazi sobre Checoslovaquia; esto lo hizo especialmente odioso en Berlín, y Capek tenía que ser detenido en cuanto la Wermacht tomase Praga. Tuvo la relativa suerte de morir dos meses antes de que esto sucediera, y ahorrarse lo que le pasó a su querido hermano.

Pese a todos esos éxitos que mencionamos más arriba la crítica de su país también le reprochó durante mucho tiempo su incapacidad de crear personajes que fueran algo más que meros portavoces de inventos futuristas, ideas ingeniosas y parábolas humanistas: un personaje con textura y complejidad humana. Así que en 1933 escribió Hordubal y entonces hubiera podido replicar, blandiéndola como estandarte: "¡Señores! ¿Así que no sé crear personajes? ¿Y qué me decís de este campesino pobre, analfabeto, simplón, desbordado por acontecimientos que no está preparado para comprender, lleno de buenos y amorosos sentimientos, incomprendido, moviéndose entre otros que se le parecen mucho, cuyos problemas y valores, en los que seguro que nunca os habíais parado a pensar, saco claramente a la luz, y en cuya psique me muevo con desenvoltura haciéndole explicarse en convincente y conmovedor monólogo interior?".

El relato está "basado en hechos reales", en un crimen rural del que se hizo eco Lidové Noviny, el diario con el que asiduamente colaboró Capek. Un emigrante llamado Juraj Hordubej había regresado a su aldea natal, Krivá, hoy en Eslovaquia, después de ocho años trabajando como minero en Estados Unidos, y al poco de reunirse con su esposa e hija fue asesinado.

Sobre Capek se han publicado en inglés cuatro o cinco biografías; la de Ivan Klima pone el acento en su formación filosófica y en su adscripción al "pragmatismo", cuyas ideas impregnan la trilogía. Poco antes de la Primera Guerra Mundial, Capek asistió en la Universidad Carlos de Praga a una serie de conferencias impartidas por Edvard Benes (que luego relevaría en la presidencia de la república a Masaryk; ambos hoy residen en el basurero de la Historia ¡y con todo merecimiento!). Benes divulgaba el pensamiento pragmatista o pragmático de William James, hermano, por cierto, del famoso Henry James.

Como el materialismo dialéctico, el pragmatismo se postulaba como método filosófico para encarar problemas solubles y desentenderse de los otros. La validez o no de cada concepto se decide según las consecuencias que tendría para la humanidad si se lo aplicase hasta sus últimas consecuencias. "Lo que necesitamos", decía James, "es una filosofía que no sea un ejercicio de nuestros poderes de abstracción intelectual sino que establezca conexiones positivas con este mundo nuestro de vidas perecederas". Según Klima, a esta filosofía relativista se atuvo Capek durante toda su vida. Hordubal es un paradigma literario de esas convicciones, y del escepticismo que resumió en una carta con estas palabras tan lúcidas: "Ya he llegado a la conclusión de que generalmente uno piensa algo diferente de lo que debería; dice algo diferente de lo que uno piensa; y los demás entienden algo diferente de lo que uno en realidad ha dicho".

Con estilo funcional y buen conocimiento del ámbito y la mentalidad de las familias en las aldeas de una tierra avarienta, cuenta la peripecia del emigrante que regresa a casa para encontrar a su mujer liada con el mozo de establo, y su hacienda llevada de una forma moderna y para él incomprensible, y su posición social en la aldea ocupada, y el honor manchado. Se sigue de todo esto, inevitable, la tragedia que pone fin al monólogo interior.

En la segunda parte, la investigación del caso corre a cargo de dos policías. Uno, un honesto dogmático de la ley, la razón y el orden, quiere descubrir a los culpables, hacer caer sobre ellos el peso de la ley. El otro, portavoz del autor, comprende las razones de todos los implicados y sopesa si vale más que se aplique la ley o si, ya que el crimen es irreparable y tiene sus atenuantes, y el castigo causará más daño a terceros inocentes, sería mejor para todos cerrar los ojos y dejarlo impune. Es una notable pieza narrativa y una loable invitación a la empatía, a comprender y perdonar. Y Capek por cierto un autor muy simpático.

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