Las misteriosas libretas de la bailarina

En el rincón al que nos lleva la bailarina y coreógrafa catalana Àngels Margarit (Terrassa, 1960) no hay ni espejo ni barra, ni ninguno de los elementos que a priori asociaría uno a una artista de la danza. El rincón creativo primero, donde empiezan a fraguarse las maravillosas e hipnotizantes obras de Margarit, premio Nacional de Danza 2010 que acaba de presentar en el festival Grec su último trabajo, From B to B, colaboración con Thomas Hauert, es una esquina de la biblioteca de su vivienda en un segundo piso del céntrico paseo de Sant Joan barcelonés. Margarit, que próximamente va a mover From B to B por diferentes ciudades -Múnich, Ginebra, París-, está en un momento de cambio de etapa. Deja atrás dos años consagrados a hacer una retrospectiva de su trabajo y a revisar y transmitir ese patrimonio que incluye piezas ya históricas como Corola. Ha creado y dirigido para la Compañía Nacional de Danza una obra de 25 minutos, Órbitas y derivas, que se estrenó el 17 de junio y se adentra en una época de reflexión y reestructuración, en la que ha cerrado su estudio de siempre y anda a la búsqueda de espacio nuevo. El eterno, endémico problema, la inseguridad, la provisionalidad, la falta de apoyo de las administraciones públicas, del sector de la danza en Cataluña. "Como hace 30 años, siempre volviendo a empezar otra vez", dice sin ya asomo de autocompasión o cansancio Margarit. En su rincón, su trabajo "empieza con lecturas, Zambrano, Rilke, autores con los que sintonizo, aunque luego no aparezcan explícitos, y algunas obras plásticas". En los anaqueles, volúmenes sobre Max Ernst, Miró, arquitectura modernista. "Soy muy rápida de gesto y movimiento, pero lenta en el proceso reflexivo de la creación". Uno de los elementos más característicos -y sorprendentes- del trabajo de Margarit en su rincón son las libretas Moleskine. Las usa de varios tamaños y las llena de textos, dibujos y extraños diagramas de movimientos: líneas, rayas, círculos, esbozos ininteligibles. "Dibujo la música para visualizarla", explica. Podrían ser los cuadernos de un físico o un matemático. Poseen una belleza especial, misteriosa. "Tengo centenares de libretas", señala. El trabajo, muy intuitivo, un ir tanteando, se complementa con otros pasos. "Recojo materiales que me inspiran. Hay un crecimiento por acumulación. Dibujo, construyo maquetas. Reúno objetos que me inspiran. Hago collages con mis trastos. Luego, ya fuera de aquí, empiezo los ensayos con bailarines, el trabajo físico". El baile, pues, aún no está en el rincón. Pero, advierte Margarit, ella en realidad baila en todas partes. "No sé estarme quieta".

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