"La mujer ideal de Berlusconi es una belleza con cabeza de chorlito"

¿Cómo se definiría?

Como periodista. Es el mejor trabajo, ¿no? Hay un montón de verdad y de pasión. No lo hacemos por dinero. Tenemos la obligación de ser testigos de momentos históricos.

¿Recuerda el último que presenció?

Este verano, en Egipto, noté que algo estaba pasando, que la gente ya no se callaba ante el régimen. Algo impensable hace cinco años.

¿Cuál es la mayor amenaza que afronta el mundo islámico?

La ignorancia. El modo en el que unos y otros hurtan el derecho a la educación a los más desfavorecidos. Sobre todo a las niñas. En Gaza hay más de 2.000 huérfanas que no pueden ir a la escuela porque está en Jerusalén. La única salida que les queda es acabar como esclavas a los 13 años o presas del fanatismo.

¿Ha escrito una novela?

He escrito la historia con óptica periodística de un país hasta el momento en que pareció que seríamos capaces de solucionarlo: los Acuerdos de Oslo.

¿Qué paso con ellos?

No se llevaron a cabo. Y cuando en Oriente Próximo llegas a un acuerdo y no haces nada por cumplirlo, entonces la cosa irá para atrás, seguro.

¿Queda mucho por hacer por los derechos de las mujeres?

En todas partes. En mi segunda patria, Italia, la situación es preocupante. En la directiva de las grandes empresas no hay mujeres. Hace 30 años, si tu esposa te la pegaba tenías derecho a matarla.

¿Cuánto de culpa tiene Berlusconi?

Es el macho medio italiano. El Parlamento es su casa, y su idea de la mujer ideal, una belleza con cabeza de chorlito.

¿Y por qué demonios lo siguen votando?

No lo entiendo, pero en EE UU, donde ahora vivo, votaron durante ocho años a Bush y luego eligieron a Obama. He ahí otro momento histórico.

¿Opina, como él, que se puede?

Yo soy un ejemplo. No empecé de cero, partí de menos cien.

¿Cómo lleva que la prensa amarilla airee su relación con Julian Schnabel?

Tengo tanto respeto por la dignidad de mi vida privada que lo detesto.