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Reportaje:MÚSICA

El músico que resucitó de una ola

Francesco Manetto

Despertar en medio del océano Pací­fico tiene sus ventajas. Antes de nada, la sensación cotidiana de estar viviendo unas vacaciones interminables. Las olas de Hawai, la playa, el sol y el silbido del viento marcan más allá de los tópicos. Tanto si eres un adolescente que descubre la magnética pasión por el surf como si ya has crecido y tienes otro tipo de obligaciones. Jack Johnson lo sabe, porque aprendió a caminar a orillas del mar y allí ha elaborado su filosofía personal; tal vez por eso, coge el teléfono con voz relajada y tono algo perezoso mientras en la isla de Oahu la mayoría de los habitantes acaban de levantarse de la cama. ¿Mi último disco? Vamos a ver: cuando reuní los temas suficientes decidí editarlos, y me puse a trabajar en el estudio de grabación, espeta con una capacidad de síntesis desarmante. Parece la historia de cualquier álbum contada por cualquier músico. Así de fácil. Pero no. Porque ese disco, Sleep through the static, es uno de los más vendidos de las últimas semanas en Estados Unidos y, sobre todo, porque ese músico de 33 años sólo necesita su tiempo para despertarse. Como el surfista que espera el momento más adecuado para ponerse en pie y cabalgar la ola.

Así, de repente, Jack comienza a desenfundar palabras y expresiones como espiritualidad, concienciación, influencias de los viajes, nuevas amistades y hasta ha sido un proceso parecido al que vivieron Radiohead (para referirse a su quinto trabajo en siete años y tras haber vendido más de 15 millones de discos). Un lanzamiento que llega después de unos meses sabáticos viajando por las playas de Estados Unidos, Australia, América Latina, Asia y Suráfrica. Y que confirma, una vez más, la inquebrantable fidelidad hacia su primera pasión y fuente de inspiración: la tabla de surf. Él la define como adicción, aunque en realidad no quiere quedar encasillado como simple beach boy, ni exclusivamente como músico fetiche de los trotamundos, aventureros y amantes de las olas. La gente de todo el mundo escribe canciones sobre lo que hace y lo que le pasa. Es lo normal. Yo puedo contar mi historia hasta el más nimio detalle, pero de alguna manera me considero también una víctima de lo que ocurrió, cuenta. Lo que ocurrió podría ser el argumento de una serie de televisión rodada entre chiringuitos y palmeras de algún lugar exótico, pero fue algo real: un accidente casi mortal que le cambió la vida. Pero vayamos por orden.

Jack, nacido en la isla hawaiana de Oahu en 1975, es el menor de tres hermanos que, siguiendo la tradición familiar, deciden desde la más tierna infancia convertir la práctica del surf en un oficio. Por extraño que parezca, allí las cosas funcionan así. El surf puede ser un trabajo. Así empiezan también las competiciones, los torneos juveniles, los fines de semana en la playa Y, sobre todo, Johnson comienza a alimentar su obsesión. Ya a los 12 años se siente listo para enfrentarse a olas de varios metros de altura, en particular, a una conocida en el Pacífico como pipeline.

SIN EMBARGO, UN DÍA, cuando tenía 17, el mundo se le cayó encima de repente. Fue un imprevisto, una distracción o un tiempo mal calculado: de todas formas, esa caída acabó para siempre con su sueño de convertirse en surfista profesional, estuvo a punto de dañarle la espalda de forma irreversible, aunque, por fortuna, sólo le dejó inhabilitado durante algunos meses. Así, Jack cogió por primera vez una guitarra y empezó a interpretar canciones de Cat Stevens. Tocaba sobre todo por la noche. No he recibido ni una clase en toda mi vida. No pretendía convertirme en músico, sólo quería pasarlo bien con mis amigos. Ahora, 15 años después de aquel accidente, recuerda: En realidad, ese día cambió mi perspectiva acerca de lo que quería de mi vida En ese momento casi sólo pensaba en volver a surfear, pero en el fondo podía contar con algo más: la música. Y de eso me di cuenta unos años más tarde.

Y ES QUE POR AQUEL ENTONCES, la música le venía bien sobre todo para intentar ligar e impresionar a las chicas. Por ejemplo, a Kim, su pareja desde los años de la Facultad de Cine en la Universidad de Santa Bárbara, y con la que sigue viviendo entre Hawai y California. Hasta que un día a finales de los noventa y después de una vuelta al mundo junto a unos amigos que acabó en el rodaje del documental sobre el mundo del surf Thicker than water algunas de sus maquetas llegaron al buzón de J. P. Plumer, productor de Ben Harper.

Escuché a Ben Harper por primera vez cuando estaba en el college y me inspiró muchísimo. Cada vez que menciona a este cantautor, Jack habla más despacio, subrayando todas las letras. Cuestión de admiración (la música de Ben tenía agresividad y rebelión en estado puro), y también, de agradecimiento: Plumer decidió contratarlo para editar, en 2001, los temas que conformarían su primer disco, Brushfire fairytales. Esas primeras canciones, unas sencillas historias de amor, amistad y desamor, parecen reflejar la que todavía hoy es la vida cotidiana del músico. Al menos según sus palabras, la rutina de Jack Johnson está hecha de pequeñas cosas que nada tienen que ver con los excesos tradicionales de la filosofía de los surfistas: tranquilidad, familia, música, sus dos hijos, de dos y cuatro años, y un compromiso tan firme como oportuno con el medio ambiente. ¿Ejemplos? Me gusta echar un cable a algunos amigos que organizan festivales; trabajar en el estudio de grabación [Johnson posee uno, el Solar Powered Plastic Plant, con sede en Los Ángeles, que funciona exclusivamente con energía solar y en el que se graban también vídeos de concienciación ecológica]; escuchar música, que al mismo tiempo es una manera de aprender e inspirarse; jugar con mis niños; ir a recogerlos al colegio; relajarme; cantar una canción; ver una película. Hago una vida normal, vamos. ¿Y el surf está abandonado? He dicho que hago una vida normal. Por supuesto que practico surf.

Sleep through the static está editado por Universal.

Jack Johnson
Jack Johnson

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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