_
_
_
_
_
Crónica:EN PORTADA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La nueva mirada de Campanella

Soledad Gallego-Díaz

Contar una historia trágica, ayudar a recuperar la terrible memoria de Argentina y hacerlo sin perder un cierto toque de humor, y sobre todo, sin renunciar a dar a los argentinos otra oportunidad, la posibilidad de volver a vivir la vida, es una tarea muy difícil, si no fuera por Juan José Campanella (Buenos Aires, 1959) y su cine. El secreto de sus ojos es el secreto de un director al que los argentinos adoran por su enorme capacidad de moverse entre el drama y la comedia y al que le agradecen sus historias atestando las salas de cine: más de un millón de espectadores en las cinco primeras semanas desde el estreno de esta última película, una cifra realmente impresionante para el cine argentino.

Miles de porteños siguen haciendo largas colas en los 81 cines de Buenos Aires en que se proyecta el filme

Campanella había conectado ya, mejor que ningún otro director, con los espectadores argentinos, a través de comedias románticas como El hijo de la novia, El mismo amor, la misma lluvia o Luna de Avellaneda, al margen de críticas mejores o peores, pero es probablemente con este nuevo filme cuando la conexión ha sido más completa y más fuerte. Incluso con los críticos que tanto le irritaron a propósito de Luna

..., y que ahora han caído rendidos a sus pies, casi como los miles de porteños que siguen haciendo largas colas en los 81 cines de Buenos Aires en que se proyecta simultáneamente el filme.

Hasta ahora muchos críticos argentinos han reprochado a Campanella finales felices, historias demasiado simples para su elaborado gusto o un cierto sentimentalismo al estilo Frank Capra (al que, por cierto, Campanella rinde homenaje siempre que tiene ocasión). Campanella acusaba el golpe de las críticas en su propio país, pero contestaba con sentido del humor: "Si lo que yo hago son comedias románticas, ¿cómo quieren que acaben mis películas? ¿Peleándose los protagonistas? ¿De qué se quejan?". Los espectadores, argentinos y no argentinos, no tenían tantos problemas: su cine de amplio espectro comercial y alta calidad ha contado siempre con el consenso popular.

"Campanella ha conseguido que esta nueva producción no resulte un simple melodrama", escribe Adolfo Martínez en La Nación. "El secreto de sus ojos es la menos expuesta de sus películas a sensiblerías balsámicas y apelaciones generalistas (...). Su sentido va siendo construido por el propio relato, secuencia a secuencia, como se supone que tiene que ser", mantiene Horacio Bernades, del diario Página 12.

Es verdad que El secreto de sus ojos es la película más oscura y trágica de las que ha hecho Campanella hasta ahora, un thriller relacionado con la época de plomo de los inicios de la reciente dictadura argentina. En eso no es una historia novedosa. La memoria, cómo evitar que el pasado desaparezca, arrasado por una y mil crisis consecutivas, es, quizás, uno de los temas más recurrentes no sólo en el cine argentino, sino en casi todo el cine latinoamericano de los últimos veinte años. (El último Oso de Plata, en la Berlinale, fue para una película de la joven directora peruana Claudia Llosa, sobrina del escritor Mario Vargas Llosa, que parte de la historia de una de las centenares de mujeres violadas por Sendero Luminoso). Lo novedoso en esta película de Campanella es el tono, la mirada con la que se enfoca, y esa mirada sigue siendo la propia, y característica, del director argentino, capaz de hacer que los espectadores "disfruten", una expresión difícilmente aplicable a otras películas, argentinas o no, de temática parecida. Quizás porque El secreto de sus ojos es también una historia de amor, en la que los personajes más cercanos tienen una oportunidad de, al mismo tiempo que recuperan la memoria y el pasado, recuperar su propia vida. Y eso, esa posibilidad de recobrarse, es lo que le llega al alma a muchos de sus compatriotas.

Juan José Campanella es, además, un personaje comprometido que no oculta sus opiniones sobre la realidad argentina. Hace pocos días acudió al Congreso, convocado a una audiencia para opinar sobre la nueva Ley de Medios, a la que el director dio su apoyo, sobre todo porque reserva una cuota de pantalla para el cine argentino. "El cine de Hollywood ocupa el 65% de los cines argentinos, el 85% de la televisión pública y el 90% de la televisión por cable, lo que hace imposible que el cine de este país sobreviva" (algo que desmiente, curiosamente, el enorme éxito de su propia película, que será la más taquillera de 2009, como lo es en Brasil, en un registro completamente distinto, la comedia brasileña Se eu fosse voce 2, de Daniel Filho).

Pocos meses antes, Campanella había expresado con dureza su disgusto con la clase política de Argentina a propósito de un debate popular sobre el aumento de la delincuencia y la pena de muerte (a la que se opone): "La gente dice pavadas, pero es porque está desamparada, violada, agredida, abandonada a su suerte y, encima, con unos gobernantes que deberían hacerse cargo de los problemas y que se nos ríen en la cara", protestaba en una carta publicada en el blog de un amigo. Campanella se enfurece con las cifras de abandono escolar antes de superar la educación secundaria (casi un 50%) y reconoce que los ciudadanos argentinos no tienen la menor confianza en cualquier cosa que se insinúe como Estado. "En términos de república, excepción hecha de la época de la dictadura, nunca estuvo el país peor que ahora, en términos de moral, de espíritu, de cultura, de entusiasmo... estamos cínicos y desalentados (...) Locos de frustración".

Buena parte de la carrera de Campanella ha transcurrido, y transcurre, fuera de Argentina, como director de episodios de algunas de las más conocidas series de televisión norteamericanas, como House o la polémica Ley y Orden, algo en lo que se parece al director colombiano Rodrigo García (que firmó muchos episodios de A dos metros bajo tierra o de Los Soprano). Juan José Campanella ha dicho varias veces que gana más dinero con un capítulo de House que dirigiendo películas, pero también que ningún episodio televisivo le ha producido tanta satisfacción como sus propios filmes, entre otras cosas porque en las series de televisión no puede intervenir en el guión, una de sus obsesiones, mientras que en el cine nunca ha rodado una película en la que no fuera, al menos, coguionista. Muchas veces ha trabajado con su gran amigo Fernando Castets y en esta ocasión con el propio autor de la novela que da origen a la película, Eduardo Sacheri. Es esa presencia suya en los guiones lo que hace que sus películas tengan un importante toque de humor, un humor muy de Buenos Aires, rápido y algo negro. -

El secreto de sus ojos. Eduardo Sacheri. Alfaguara. Madrid, 2009. 320 páginas. 18,50 euros.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_