_
_
_
_
_
Entrevista:PERSONAJE

En la piel de Marilyn

Harvey Weinstein no se separa de su lado. El poderoso productor que descubrió a Matt Damon y Ben Affleck, apadrinó a Quentin Tarantino y acercó el Oscar al cine independiente se siente embelesado junto a Michelle Williams. ¿Su última conquista? ¿Su nueva protegida? "Estoy aquí por algo en lo que creo, porque Michelle Williams ha restaurado mi fe en el cine americano", responde. Son muchos los que se suman a la idea y ven en esta actriz menuda e introvertida a la nueva musa del cine. Un grupo que incluye el Oscar, esa estatuilla que llamó dos veces a su puerta, con Brokeback Mountain y Blue Valentine, y se rumorea que volverá a intentarlo este año gracias al trabajo de Williams en My week with Marilyn, recién estrenada en EE UU.

"Quería ser tomada en serio, pero nunca pudo romper los barrotes de la jaula dorada que se había construido"
"Yo aprendí a pedir ayuda, a apoyarme en mis amigos, en mi familia, en una taza de té, en un baño caliente"
"Hay algo en Marilyn que desafía cualquier descripción. Una diosa con la inocencia de un bebé"

Todos creen en ella menos ella misma. "Llevo trabajando desde los 15 años y son muchos los actores que he visto de boca en boca, imparables, que desaparecen al instante siguiente. Como actriz, soy vulnerable a ese sentimiento de que vives en esta profesión gracias a los halagos de otros. He visto de todo", suspira sin perder esa sonrisa dulce y mirada calmada que la caracterizan. Con solo 31 años, Williams, efectivamente, ha visto mucho: vivió su triunfo en el campo de la televisión con la temprana fama que obtuvo gracias a Dawson's Creek (Dawson crece). Pagó su peaje en el cine de horror adolescente (Halloween H2O) sin verse salpicada. Y de ahí al cine independiente, donde arriesgó con calidad (Vías cruzadas).

Hasta 'Brokeback Mountain'. Fue su victoria contra todo pronóstico en una película donde el mundo solo tenía ojos para Heath Ledger y Jake Gyllenhaal; y también el principio de una historia de amor junto al australiano, que se convirtió en su amante, en el padre de su hija Matilda y, finalmente, en el hombre que rompió su corazón, la estrella más fugaz de esta generación, cuya muerte por sobredosis accidental de barbitúricos acabó con una brillante carrera y puso un definitivo adiós a una relación que había empezado a marchitarse tres meses antes. "No soy buena en el adiós. Es la palabra que menos me gusta del vocabulario", murmura con el recuerdo.

Quizá por eso Williams da ahora vida a esa otra estrella fugaz que ni su muerte pudo apagar, la de Marilyn Monroe, en My week with Marilyn. Muchas actrices lo han intentado, posando como ella en el caso de Nicole Kidman y Lindsay Lohan, devolviéndole la vida en televisión o, simplemente, emulando sus atributos para recrear una época como hicieron Theresa Russell o, más recientemente, Jessica Chastain. A otras les habría gustado, como a Scarlett Johansson, dicen. Y también las hay, como Angelina Jolie, que salieron corriendo en sentido contrario al menor rumor de poder encarnar a esa leyenda voluptuosa que falleció en 1962.

Al final, solo Williams se atrevió a desaparecer de su cuerpo para convertirse en la actriz más conocida de Hollywood de la mano de Simon Curtis. Como ella misma declara, "hay algo en Marilyn que desafía cualquier descripción, alguien con esa increíble habilidad de hacerte sentir el brillo del sol mientras el viento mueve tus cabellos, una diosa con la inocencia de un bebé cuando mira el mundo por primera vez". Y recuerda: "Fui consciente de lo poco que tenemos en común. Y el terror se apoderó de mí desde el minuto uno. Sabía que iba a hacerlo, pero tenía que saber cómo. Hasta que me di cuenta de que Marilyn Monroe era, en sí, el personaje, no la persona. Esa imagen que ella misma creó y cultivó".

El filme está basado en la novela del mismo título de Colin Clark, amigo de esta leyenda, a quien conoció durante el rodaje de El príncipe y la corista, una filmación tumultuosa donde la ficción del filme se hizo realidad y el entonces príncipe de los actores, sir Lawrence Olivier (papel que ahora interpreta Kenneth Branagh), chocó de frente con el método y la frescura de esa corista llamada Marilyn. "Ella quería ser tomada en serio y trabajó más que nadie para conseguirlo, pero nunca pudo romper los barrotes de esa jaula dorada que ella misma se había construido", resume Williams.

La joven intérprete también ha trabajado muy duro para ser Marilyn. Desde un primer momento, la actriz quiso ir por la esencia, no por la copia. Además, tenía que interpretar a tres mujeres: el personaje de Elsie que Monroe interpreta en la película, la Marilyn que fascinó al mundo y lo que quedaba de la verdadera Norma Jean. Todo un reto. Para ello, se lo leyó todo, su biografía, la que escribió Norman Mailer, los libros de Clark... "Me acostaba con ella", bromea. Y se despertaba con su voz, escuchando sus canciones y entrevistas. Y si en su infancia, en su Montana natal, un premonitorio póster de Marilyn decoraba su cuarto, ahora las fotografías de su alter ego la envolvieron en todo momento durante seis meses. Además de sus películas. Especialmente Con faldas y a lo loco y Vidas rebeldes, sus preferidas. "Soy de piñón fijo. De las que solo pueden hacer una cosa a la vez, una extraña bendición en este caso que me permitió envolverme por completo en su agonía. Una obsesión de la que no me quería separar para no perderla".

Además, Williams hizo posible un ingrediente imprescindible para este conjuro: los 10 millones de dólares necesarios para la producción de la película y que Weinstein financió con tal de volver a trabajar con la musa que le abrió los ojos en Blue Valentine. La transformación física de Williams le tomó a diario tres horas de maquillaje; aparte del lunar y la imprescindible peluca rubia platino, tuvo que echar mano de relleno. Lo comenta entre risas: "Ni engordando aumento donde me gustaría". Lo más importante fue capturar esos momentos Marilyn, ese movimiento que la joven actriz describe como "nadar en miel" y que consiguió atándose las rodillas con un cinturón. "Me di cuenta de que se movía en una serie fluida de poses. Fue modelo y sabía dirigir tu mirada donde ponía su mano", muestra con sus propios gestos, devolviendo a Marilyn por un instante al hotel Beverly Hilton de Los Ángeles donde conversamos. "Supongo que algo he aprendido, a sentarme mejor, a moverme como una bailarina. Pero al final siempre regreso a mí misma, alguien mucho más tímida de lo que me gustaría ser a los 31", añade.

Williams lleva años luchando contra su timidez. Su pasión artística nació al ver su primera obra de teatro. Tenía nueve años. Desde entonces, nada la detuvo, ni los estudios (completó en ocho meses tres años de escuela), ni su familia, de la que se emancipó legalmente a los 16 para mudarse a Los Ángeles. Si en algo se parece a Marilyn es en ese afán de ser tomada en serio, especialmente durante sus comienzos como actriz de televisión. Los recuerda: "En aquellos tiempos, nadie estaba interesado en conocer mi opinión o en darme una oportunidad como actriz; y yo era lo único que quería, que me tomaran en serio". Como Marilyn. Las cosas han cambiado mucho, más de lo que ella misma pudo imaginar. "Nunca supe ver en mí la energía, la bravura necesaria para salir de esa burbuja de la que formé parte seis años y medio", comenta sobre Dawson's Creek.

Williams también fue la chica de. En su caso, de Ledger. Pero si esta pareja fue el reflejo de la felicidad conyugal, su separación y el posterior fallecimiento inesperado del actor solo significó un alto en la vida de Williams, en su carrera. Con los paparazzi apostados a la puerta, una niña de poco más de dos años que criar como madre soltera y el corazón partido, Williams pensó en dejarlo todo. La idea le atrajo. "Pero me di cuenta de que abandonar mi carrera sería renunciar a una gran parte de mí misma. ¿Qué otra cosa podría hacer? Esta profesión tiene un precio, sí, pero ¿qué no lo tiene?". Así que la nueva musa se tomó un año sabático, un nuevo comienzo, y empezó a reconstruir algo parecido a una vida. "Era una vida nueva, no la que quería, pero me funcionó", admite ahora, sin querer incidir más en el tema. Una vida que, como asegura, gira en torno a Matilda, su hija, que ahora tiene seis años. "Yo aprendí a pedir ayuda. A apoyarme en mis amigos, en mi familia, en una taza de té, en un baño caliente, en la canción de un pájaro. En esas pequeñas cosas. ¿Tiene sentido lo que estoy diciendo?".

En la actualidad, Williams sabe apreciar cada buen momento que se le presenta. Como las oportunidades que ha tenido recientemente de trabajar con Leonardo DiCaprio, Gael García Bernal y Ryan Gosling. "Esto es como el tenis. Necesitas un buen rebote". O momentos duros como los que le proporcionan sus últimas películas. "Sí debe de existir una conexión masoquista, porque entro en lugares muy incómodos y duros. Papeles que duelen. Me quejo con cada película que he hecho en los últimos cuatro o cinco años, pero vuelvo a hacerlo, así que me debe de gustar. Quiero que mi hija se sienta orgullosa y sepa que no estaba con ella por algo importante, que era necesario que hiciera lo que hacía. Claro que a este paso lo único que me va a quedar es interpretar a Chéjov o Ibsen", remata con humor.

Una cadena de tragedias a punto de romperse con una Williams vestida de princesa de cuento de hadas para interpretar otra leyenda americana, El mago de Oz. En el largometraje de Sam Raimi, Oz: The great and powerful, Williams interpreta a Gilda, la bruja buena de esta nueva versión del clásico de L. Frank Baum. Un mundo mágico, un paso más en su carrera que le ayudará a que, tras el año que le espera con Marilyn, Williams se imponga al personaje. "Por mucho que me pueda identificar con Marilyn Monroe, quién no, sé que son muchos más los puntos que nos diferencian. Sobre todo, porque yo tengo una familia, un lugar llamado casa. Así que no corro el peligro de cometer sus mismos errores".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_