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Entrevista:

EL rey Leo

Lo haga como lo haga en su nueva película, alrededor del mundo la crítica escribirá que Leonardo DiCaprio ha madurado. "Llevan diez años haciéndolo, ya ni me ofende ni me halaga; parecer más joven es una ventaja para mi trabajo... ¿que tengo que escuchar una y otra vez: '¡Finalmente hace de hombre!'? Pues vale, tío, genial, lo que tú digas... Como todo en la vida, hay que ver el lado positivo". El actor zanja la cuestión con media sonrisa.

Lo único infantil en Leonardo DiCaprio es que tiene un caramelo en la boca. Es un hombre grande, con más envergadura de la que parece tener en pantalla, la cara algo abotargada. Hace años que abandonó el flequillo adolescente. Lleva barba (aunque lampiña, es cierto). Vaqueros, zapatillas blancas y un polo azul sin marca. Todo muy limpio, sin rastro del desaliño planificado de las estrellas del rock. "No me podría importar menos la moda", dijo una vez, vestido de Prada, sobre la alfombra roja de los Oscar, "es divertida y todo eso, pero no va conmigo". Sentado en un sofá, las piernas abiertas, los codos sobre las rodillas, aparenta los 35 años que tiene.

"Quiero conseguir que mi vida no se descontrole"
"Un 'thriller' hitchcockiano dirigido por Scorsese... ¿cómo podía negarme?"
"No voy a cambiar por ser famoso. ¡Voy a Disneylandia!"
"Gracias a Dios, Obama se ocupará de la ecología"

Ante el estreno de Shutter Island DiCaprio atiende a la prensa europea en un hotel londinense. Es su película número 23 y la cuarta que hace con Martin Scorsese ("un thriller hitchcockiano dirigido por Scorsese, ¿cómo podía negarme?"). Junto con los canapés se sirven copias de bolsillo del best seller en el que se basa, escrito por Dennis Lehane, autor de Mystic River. La primera pregunta la hace el actor: "¿Lo has leído?".

Shutter Island trata sobre un agente federal que investiga la fuga de una reclusa del psiquiátrico penitenciario sito en la isla del título. "Empieza como un misterio", explica DiCaprio, "pero termina tratando sobre un hombre enfrentado a sus fantasmas, obligado a cuestionar su cordura".

-¿Quién le parece el mejor loco de la historia del cine?

-Sólo hay una respuesta posible: De Niro en Taxi Driver. Es una película perfecta, en la primera mitad consigue que el tipo te caiga bien, inviertes en el personaje, y de pronto empieza a hacer cosas que hacen que te sientas traicionado. Como espectador te obliga a pensar: "Espera un momento, este tío está loco y hasta hace nada yo estaba con él, le apoyaba, me daba pena".

-¿Con quién ha aprendido más de cine?

-La primera película que hice fue lo que más me enseñó sobre la profesión.

-¿Critters III?

-Vale, ésa fue mi primera película después de hacer mucha tele..., pero me refiero a Vida de este chico. Rodar con 16 años frente a De Niro es una gran lección. Ver a aquella gente tomándoselo tan en serio me hizo tomar conciencia. "Ahora necesitas educarte", pensé, "tienes que ver todas las obras maestras".

-¿Y qué vio?

-A Montgomery Clift, James Dean, Brando, Hoffman... ese trabajo tan brutal... ¡Y yo ni sabía que existía! Pensé: "Alguna vez quiero hacer algo que se aproxime a esto". Una vez te entra esa hambre, ya nunca cesa, tienes que seguir intentándolo.

Parece que DiCaprio se ve todavía a sí mismo como un aprendiz. Preguntado por quién de su generación se acerca a aquella magia de las viejas películas, no titubea: "Daniel; él es el hombre". Se refiere a Daniel Day Lewis, el más intenso de los actores del método, el que no suelta al personaje durante los meses que dura un rodaje, el que, saturado, lo deja todo para irse a hacer zapatos a Venecia. DiCaprio no es así. "Ni lo pretendo", dijo una vez, "yo lo doy todo en el set, pero cuando me marcho me quito el disfraz y dejo el personaje; me volvería loco si no lo hiciese".

"Leo es un actor sano", corrobora el preparador de actores Larry Moss, "es una persona feliz, no sufre innecesariamente, pero tampoco le asusta bucear en su propia oscuridad". Moss ha trabajado con DiCaprio en Shutter Island ("un guión que todavía me atormenta"), Infiltrados, El aviador, Atrápame si puedes, Diamantes de sangre y Revolutionary Road, es decir, en todos sus papelones recientes. (También es el coach al que Helen Hunt y Hillary Swank agradecieron sus sendos Oscar). "Lo alucinante de Leonardo es que, a pesar de su aspecto y su estatus de estrella, es un actor de personajes: no interpreta ofreciendo una versión de su propia personalidad, sino que crea desde cero; no se conforma con investigar el pasado de su personaje, va más allá e inventa su forma de andar, cómo habla, su respiración... le fascina el proceso de crear a otro ser humano". Por teléfono desde su estudio neoyorquino, Moss se deshace en halagos: "Leo es emocionalmente abierto, físicamente libre, muy valiente, y encima, trabajar con él divertidísimo, tiene un sentido del humor muy negro". No le cabe duda, "DiCaprio es uno de los actores más importantes de su generación". Scorsese no se cansa de decirlo, también Steven Spielberg.

Y sin embargo, DiCaprio no tiene un Oscar ("me sale fenomenal la cara de perdedor", le gusta decir). Ha sido candidato por ¿Quién ama a Gilbert Grape? como actor de reparto, y como protagonista por Diamantes de sangre y El aviador. "Le darán un Oscar pronto, pero eso no importa", asegura Moss, "los actores de verdad sienten que escalan una montaña cuya cima nunca alcanzarán, Leo es una estrella, el público espera mucho de él, pero él mismo se exige mucho más".

Camino de esa cima inalcanzable, DiCaprio ha creado un ramillete de personajes complejos y maduros. Papeles antipáticos como Howard Hughes -para interpretar al maniático productor convivió con gente que sufría fobia a los gérmenes-. Comprometidos y en conflicto, como el surafricano de Diamantes de sangre, para quien creó un acento perfecto. Sutiles y profundos, como el pequeño burgués al que se le escapa el amor entre los dedos en Revolutionary Road. Incluso en sus papeles más luminosos, como el pillo falsificador de Atrápame si puedes, DiCaprio aporta hondura -para interpretarlo, y aunque Spielberg le recomendó no hacerlo, el actor contactó con el ex convicto en el que se inspira su personaje y le persiguió durante días con una grabadora-: "La interpretación es un poco como el periodismo de investigación; con Shutter Island vi muchos documentales sobre los manicomios de los cincuenta y sobre cómo trataban entonces a los pacientes: las lobotomías, los electroshocks, la medicación de caballo...". "Leo no bromea con su trabajo", confirma Moss, "es intuitivo, pero también exhaustivo". Incluso en sus primeros filmes, DiCaprio buceó sin miedo en el retraso mental de Gilbert Grape o en la angustia adolescente (Diario de un rebelde).

Entre aquel chico talentoso y este hombre, que a pesar de sus méritos parece seguir luchando por su credibilidad, hay un punto de inflexión con forma de iceberg. De esos que ocultan siete octavos de su impacto bajo la superficie: Titanic.

Es irónico, Shutter Island comienza con DiCaprio a bordo de un barco. Vomitando. El libro narra la primera travesía del personaje y el origen de su mareo: "Teddy fue incapaz de decirle a su padre que no era el movimiento lo que le revolvía el estómago. Era toda aquella agua. Extendiéndose a su alrededor hasta que parecía lo único que quedaba del mundo. Y cómo Teddy pensaba que se podría tragar el cielo. Hasta aquel momento, nunca supo lo solos que estaban".

Sustituyan 'agua' por 'fama', y el párrafo anterior es una buena metáfora de lo que supuso Titanic para su protagonista.

DiCaprio admite que no estaba preparado para tanto éxito. Nunca habla mal de Titanic (resultaría pomposo para alguien tan consciente de su imagen), pero aquel año, 1997, pasó de asistir a los Oscar. "Es un niñato malcriado", dijo entonces el director James Cameron, a quien su joven protagonista dejó la noche antes un mensaje en el contestador: "Simplemente, no es mi rollo, tío".

Tom Hanks bautizó lo que vino después como "el síndrome de estrés postitanic de Leo". La fama, las modelos (esa parte de la moda que sí le interesa), los desfases... Su pandilla -el actor Tobey Maguire, el mago David Blaine o el director underground Harmony Korine- fue tildada como el "rat pack de Mickey Mouse". Jóvenes, ricos y sobradamente sobrados. DiCaprio parodió esa imagen de sí mismo en Celebrity, de Woody Allen, donde hace de estrella descontrolada y abusona con las sustancias y con la gente.

Pero Titanic, sobre todo, le alejó de la idea del actor que quería ser. Daniel Day Lewis nunca habría aceptado un papel así. Con 23 años, DiCaprio, el actor indie, se convirtió en Leo, el guapo de carpeta. Pasó de cobrar dos millones de dólares a cobrar 20. Las niñas occidentales batían récords de visionado de la escena en la que Jack se suelta de la tabla. Los indígenas del Amazonas le reconocían al grito de "¡Titanic, Titanic!". Tras El hombre de la máscara y La playa, tardó cinco años en volver a ganarse a la crítica con su interpretación en Gangs of New York. Pero la fama global se quedó con él para los restos.

-¿Echa de menos ser un ciudadano de a pie?

-Nunca te acostumbras a ser famoso, nunca resulta fácil que te reconozcan por la calle. Es instintivamente incómodo, cuando alguien te mira fijamente, te pones en guardia. Pero voy a todas partes, hago de todo...

-¿Va en metro?

-¡Voy a Disneylandia! Es mi actitud rebelde, no voy a cambiar mi vida por ser famoso.

Y sin embargo, a Leonardo Wilhem DiCaprio -bautizado así porque dio una patada en el vientre materno ante un cuadro de Da Vinci, y por su abuelo alemán- la fama le cambió totalmente. Se crió en la parte chunga de Los Ángeles, rodeado de droga y prostitución ("había chicos duros, me pegaron mucho de pequeño"). Sus padres se divorciaron cuando era niño, pero mantuvo la relación con su padre, un dibujante de cómics underground. Baz Luhrmann, director de Romeo + Julieta, le describió como el "Zelig de la contracultura". Por casa de George DiCaprio pasaba gente como Bukowski, Crumb, Timothy Leary o Allen Ginsberg. Fue su padre quien recomendó a Leonardo interpretar, con 21 años, a Rimbaud en Vidas al límite.

Cuesta imaginar cómo se pasa de una infancia medio hippy al estricto protocolo de la élite hollywoodiense. De vuelta en el hotel, una corte de asistentes y publicistas pululan por una sala llena de periodistas que llevan semanas gestionando sus, como mucho, 20 minutos a solas con la estrella. Alguien pregunta si ya se ha pedido la comida de Leo. Alguien desaparece. Otro alguien vuelve con una nota. Y aún otra persona pide el pad thai especificado para que lo suban a la suite secreta donde se aloja el actor (la asistente en cuestión se cuida mucho de decir en alto el número ante los periodistas).

-¿No es muy esclavo vivir así, con tanta gente alrededor siempre?

-A veces se pone complicado. Muy complicado. Te sorprendes a ti mismo dando importancia a cosas que realmente no la tienen. Es raro. De vez en cuando necesitas poner los pies en la tierra. La industria encontrará maneras de consumirte, de llevarte en una dirección que no te satisface... Es una lucha constante, por eso debes recordarte por qué te metiste en esto.

-¿Cómo mantiene uno la normalidad?

-Hay que encontrar un equilibrio. Quiero continuar haciendo las cosas que sé hacer lo mejor que sé hacerlas, pero también conseguir que mi vida no se descontrole. Hay gente que lo consigue, yo quiero ser uno de ellos.

Es una típica respuesta DiCaprio, larga, amable, positiva, coherente... y vacía. Es un experto en decir muy bien, muy poco. En veinte minutos, en un día en el que contestará a otros 15 periodistas, es improbable sacar petróleo a un entrevistado. Pero revisando la hemeroteca abundan los comentarios sobre el amable hermetismo del actor. The Observer, 2007: "En persona es educado, encantador, hace bromas, te mira a los ojos. Y consigue, casi con la perfección de Rock Hudson, no dar ni una pista de su verdadera personalidad". "Es amistoso y natural, pero no tiende demasiado a la introspección" (el reportero de Rolling Stone que pasó tres días con él en 1999). La revista Time le dio una portada en 2000; para hacer el artículo más íntimo, el periodista acompañó a DiCaprio al supermercado (después de que éste le vetase su casa, un bar y el gimnasio). "Sé que este artículo acabará siendo sobre la construcción del propio artículo", dice el actor en el texto. "De eso va a tratar: ¿Por qué demonios está éste en la portada de la revista Time?". Ante el autocontrol de DiCaprio, el periodista escribe: "Es inquietante entrevistar a alguien tan consciente de sí mismo". El actor llega a admitir que, como no le gusta la prensa, pretende ser "lo más seco, soso y aburrido posible". "Y aunque siempre es agradable", dice el periodista, "lo consigue, llegando a listar en un momento dado hasta 20 especies en peligro de extinción".

Quizá, en parte, para evitar hablar con la prensa de su vida privada, esa que hace que la gente vea a la estrella en vez de al actor, hace años que DiCaprio buscó un tema de conversación: el medio ambiente. De eso puede hablar todo lo que quieras. Sólo hay que darle pie para que se atropelle...

-Con la crisis, ¿ha dejado el ecologismo de ser una prioridad para los políticos?

La crisis es una oportunidad para repensar la economía. Gracias a Dios, tenemos una Administración que se va a ocupar de ello, una vez solucione la sanidad pública, claro... Lo cual les llevará un rato, pero ése es el proceso democrático; América no es un país comunista, para cambiar algo ha de ser aprobado por un montón de gente, mucho papeleo..., pero al final cambiará. Obama es el hombre para hacerlo, se nota que quiere que pasen cosas, no quiere sólo hablar.

DiCaprio ha conocido a Obama, para quien hizo campaña, pero la persona que más le ha impresionado en su vida fue Al Gore. "Lo conocí gracias a su tío", dice señalando a Shawn Sachs, su publicista (y sobrino del asesor de la Casa Blanca Jeffrey Sachs), que permanece en un rincón de la suite supervisando las entrevistas. "Yo tenía 23 años, y el entonces vicepresidente hizo un hueco en su agenda para explicarle un par de cosas a este estúpido actorzuelo... Se sentó conmigo, dibujó la Tierra y un círculo alrededor, que era la atmósfera, y un Sol... Básicamente me explicó el calentamiento global en su despacho". Al Gore le dijo: "Si quieres involucrarte en algo, aquí tienes tu causa". Y Leo obedeció.

Siguiendo los pasos de su mentor, DiCaprio produjo en 2007 La penúltima hora, un documental sobre los peligros que acechan al planeta. Su web, www.leonardodicaprio.com, está dividida por la mitad: a la izquierda, el cine, a la derecha, el medio ambiente.

DiCaprio utiliza su popularidad para propagar su mensaje ecológico, y su fama, para ser un actor cada vez más selectivo. Quiere hacer cosas importantes. "Ésa es mi gran suerte", dice, "estar en una posición en la que puedo elegir hacer algo significativo". Sus próximos proyectos como productor-estrella incluyen el thriller bursátil Wolf of Wall Street, la adaptación de Un mundo feliz o los biopics de Roosevelt y Timothy Leary. Nada de éxitos facilones. "El problema es que es complicado conseguir financiación para producciones que no sean el típico producto hollywoodiense; una pena, porque hay guiones alucinantes ahí fuera".

-Quizá no ayude que las estrellas cobren 20 millones de dólares por película...

-Oh, vamos, ¿la culpa es nuestra? ¡Qué va!, los actores nos bajamos el caché todo el rato si el proyecto nos interesa.

-Ahora que es tan selectivo, ¿de qué decisiones pasadas se arrepiente?

-Siento mucho no haber hecho Boogie Nights con Paul Thomas Anderson. Ya me había comprometido a hacer Titanic. Si hubiese podido hacer esa película, mi carrera habría tomado un camino totalmente diferente; sería interesante ver adónde me habría llevado...

-¿A un lugar donde nadie se sorprendiese de que haya madurado?

-Exacto.

'Shutter Island', la nueva película de DiCaprio-Scorsese, se estrena en todo el mundo el 19 de febrero.

"Shutter Island", la cuarta película del tándem DiCaprio-Scorsese es un "thriller" psicológico ambientado en un manicomio de los años cincuenta.
"Shutter Island", la cuarta película del tándem DiCaprio-Scorsese es un "thriller" psicológico ambientado en un manicomio de los años cincuenta.BRIGITTE LACOMBE

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