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Reportaje:ARTE / Exposiciones

¡A vuelapluma!

En un rapto de inspiración y, nunca mejor dicho para el caso, a vuelapluma, Elena del Rivero (Valencia, 1949), española residente en Nueva York desde hace veinte años, ha concebido una potente idea poética, que casa como nunca con su personal universo artístico, lo que, conceptual y materialmente, es como la antesala de una maravilla. Desde hace años, Elena del Rivero ha rendido culto a la memoria, ese depósito que nutre la vida de verdad y de belleza, aun dejando en nosotros un poso sentimental de melancolía, pero hete aquí que ahora ha encontrado una perspectiva sutil para afrontar un tema tan grave. Ha hallado el lado ligero, flotante, acariciador que también posee el recordar; esto es: ha descubierto la memoria alada. El título de esta exposición así lo proclama incluidos los puntos suspensivos: Flying letters... Claro, los mensajes vuelan y, a veces, hasta sobrevuelan por el apremio de lo material. El dios mensajero, Hermes-Mercurio, porta alas en sus tobillos, y, adelantándose a sus correrías, tañe el arpa y sopla la flauta, inunda el aire de melodía. Elena del Rivero, tejedora de recuerdos y corresponsal, se ha percatado ahora de la importancia de las plumas, ese atributo de los volátiles gracias al cual podemos escribir. La memoria escrita vuela.

Elena del Rivero

Galería Elvira González

General Castaños, 3. Madrid

Hasta el 30 de abril

La obra de Elena del Rivero es autobiográfica, lo que significa que es íntima y procesual. Nos cuenta lo que le pasa y cómo. Así, en esta muestra, empieza por presentarnos cómo ha vivido todo el proceso desde el principio. Del Rivero es una glaneuse, una espigadora de lo real. Todo comenzó por un paseo por el parque, recogiendo lo que otros tiran, pierden o se les cae. Esta recolección la exhibe en una vitrina, donde ya captan nuestra atención las plumas. Luego, parece como si el resto fuera para ella como coser y cantar, y, de hecho, se puso a tejer una leyenda. ¿No es acaso Penélope, que, día y noche, teje y desteje, una escritora que implora el restablecimiento del amor perdido, como se pierden los amores entre ninfas despechadas que retrasan el reencuentro decisivo? La comparación entre Elena del Rivero, tejedora-escritora, y Penélope está cantada y así ha sido puesto en evidencia, pero el poder del mito sobre una mujer actual nunca restringe sus derechos, sino, en todo caso, los afila, les añade mayor agudeza. La de la aguja con la que termina anclándose una pluma en la carne mortal y deja una huella roja, que el tiempo convierte en sepia.

Elena del Rivero, tejedora-escritora, acopiadora y espigadora de recuerdos propios y ajenos, ha realizado, cosiendo retazos de papel de abacá fabricado a mano por encargo, unos laberínticos mapas de la geografía del deseo, que es también el de un objeto y su pérdida. ¿Busca con ello a su amante o a sí misma? ¡Qué más da! ¡Busca! Y ¡estampa la cartografía de sus búsquedas! Estos mapas-estandartes de la proclamación de la vida son, sin duda, hermosos, y se revisten con la soberbia caligrafía de esta prodigiosa pendolista, armada con su pluma de ave, que sirve igual para un roto que para un descosido. Entinta en negro y, cómo no, también en dorado, pero lo moja en la purpúrea sangre. Acabo de señalar que cualquiera de sus retablos de papel de grueso ramaje son hermosos, pero alcanzan ese grado de brillo porque traslucen una verdad íntima, una revelación. En todo caso, lo más sorprendente de esta exposición de esta artista sorprendente es que ahora lo que dice es fruto del don de la ebriedad. Véase si no, esos rollos orientales que despliega de varios metros de longitud, maculados con los alfabetos más diversos, que puntean un damasco emplumado. Son ellos mismos algo tan incontrolable como un manantial. Pura energía. Un arrebato. ¡Este es el gran momento de Elena del Rivero, cuando ya no se puede detener y escribe sus secretos de almohada a vuelapluma!

<i>Dreamcatcher</i> (2010), de Elena del Rivero.
Dreamcatcher (2010), de Elena del Rivero.

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