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Primer plano
Columna
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¿Adónde va el precio del oro?

Juan Ignacio Crespo

Pocos meses antes del nacimiento de una gran estrella (el índice Dow Jones Industrials de la Bolsa estadounidense) tuvo lugar la última fiebre del oro, que tantas novelas y películas inspiró. Miles de personas de todo el mundo sin empleo, o arruinadas por la crisis financiera de 1896, se desplazaron hacia el río Klondike (Canadá) en busca de fortuna. En parte, la crisis había estado provocada por la caída en las reservas de oro del Gobierno y las dudas que atenazaban a EE UU sobre si ligarse al sistema del patrón oro o adoptar un patrón bimetálico (oro y plata).

Han pasado 114 años desde entonces y la discusión sobre el papel del oro rebrota periódicamente, a veces entre verdaderas convulsiones en su precio. Una crisis como la actual no podía pasar sin su correspondiente fiebre del oro: en situaciones de inseguridad económica o política, siempre habrá quien piense que el depósito de valor más seguro se encuentra en lo que el principal economista del siglo XX, John Maynard Keynes, llamó "la reliquia bárbara".

La experiencia reciente puede haber llevado a muchos a buscar refugio para huir de la inseguridad
La probabilidad es claramente favorable a un descenso del precio desde sus niveles récord
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Las fases de la crisis

Llama poderosamente la atención que el precio del oro estuviera bajando, precisamente durante los meses en que la incertidumbre fue más alta: los seis meses que transcurrieron entre marzo de 2008, en que las autoridades norteamericanas salvaron de la quiebra a un banco de inversión (Bear Stearns), y septiembre del mismo año, en que dejaron caer a otro (Lehman Brothers), seguidos por un mes más, agónico, en que todo el sistema tembló. ¿Cómo se explica algo así? La respuesta es obvia: a la hora de buscar un refugio, el poder de atracción del dólar se reveló mucho mayor que el del oro.

Un tópico impreciso

A veces se oye decir en ambientes financieros que existe una "correlación inversa" entre el precio del oro y la cotización del dólar. O, lo que es lo mismo, que cuando el oro sube, el dólar baja. Un abuso claro de lenguaje, porque el oro expresa habitualmente su precio en dólares, por lo que ambos son la cara y cruz de una misma moneda y, por tanto, no puede subir uno de ellos si no baja el otro. De ahí que la idea de correlación pierda aquí su sentido, al tratarse de una pura definición.

Quizás fuera más correcto decir que cuando el dólar se fortalece frente al oro normalmente lo hace también frente a las divisas más importantes (para comprobarlo basta seguir la evolución de un índice del dólar contra las seis más relevantes). Pues bien, durante los meses más críticos, el dólar se apreciaba frente al oro más de lo que lo hacía frente a las demás divisas. Lo que viene a ser lo mismo que decir que tanto el dólar como el grupo de las otras monedas más importantes eran preferidos al oro. Algo que cuestiona la supuesta preferencia universal por el oro en tiempos de crisis, a la vez pone de relieve una de sus múltiples facetas y explica por qué su análisis resulta tan elusivo y lleno de lo que los escolásticos llamaban "peticiones de principio". En este caso destacaba la faceta de materia prima, por lo que el oro no hizo más que sumarse a lo que estaban ya haciendo algunos de sus congéneres (el índice CRB de Reuters, que mide la evolución del precio conjunto de las materias primas, se desplomaría un poco después).

Por qué sube el precio del oro

Las respuestas son de lo más variado: compra por el Banco de la India de 200 toneladas de oro para sus reservas; recompra por las compañías mineras de su producción vendida a futuro (ése es el caso, por ejemplo, de Barrick Gold, la mayor del mundo); aumento de la inversión financiera a través de fondos de inversión cotizados (los llamados ETF); inversores que se suman a todo lo que tenga tendencia alcista; miedo a la guerra o a la inestabilidad política, etcétera. Aunque llama la atención que entre ellas no figure la demanda de oro de joyería, que a principios de 2009 se había hundido y era la más débil desde hacía 20 años.

Muchos apuntan al temor a la inflación, ya que suponen que la inflación deteriora el valor de otros activos, pero no el del oro. Sin embargo, sólo el miedo a que las inyecciones de dinero que han hecho en estos dos últimos años los bancos centrales y los Gobiernos con el objetivo de salvar el sistema financiero y salir de la recesión apoyaría esa tesis. Tesis que contradicen, en cambio, otros activos, como un tipo especial de deuda pública emitida, entre otros, por el Gobierno de EE UU, que protege contra la inflación y que no está descontando en absoluto que vaya a haberla (tampoco la deuda pública convencional lo hace). La baja capacidad utilizada en la industria y lo improbable de la espiral incremento de precios-incremento de salarios hace que la amenaza de inflación sea muy lejana.

Probablemente, la subida del precio del oro esté provocada por todas y cada una de las razones mencionadas, aunque se ignore en qué proporción cada una de ellas. Y también puede que la experiencia reciente haya hecho refugiarse en el oro a muchos para huir de la inseguridad y de las pérdidas que han provocado los últimos acontecimientos. Para protegerse de los Madoff de este mundo; o de los depositarios que no cumplieron con diligencia su misión; o también -¿por qué no?- para suplir el papel de las autoridades que no supervisaron adecuadamente y tampoco supieron poner freno a los productos estructurados que tantas pérdidas provocaron. En fin, para protegerse del riesgo sistémico, con el anhelo ilusorio de que la posesión de oro da un mayor grado de seguridad (cuando en realidad se trata de algo muy difícil de proteger contra los robos; con un coste de almacenamiento elevado y que, si finalmente queda depositado en el custodio que sea, termina corriendo los mismos peligros que cualquier activo financiero).

¿Adónde va el precio del oro?

La respuesta a esta pregunta es de enorme trascendencia, no sólo por lo que diga del precio del oro en sí, sino por lo que dirá de la cotización del dólar frente a las demás divisas

Desde que se liberalizó su precio, el oro ha vivido dos grandes periodos alcistas: 1970-1980 y 1999-2009, ambos de 10 años de duración. En medio hubo un periodo bajista que duró 20 años: 1980-1999. Pues bien, en cuatro de las siete recesiones de la economía estadounidense que tuvieron lugar durante esas cuatro décadas se detecta la misma pauta de comportamiento en el precio del oro: tiene tendencia a subir antes y durante las recesiones, y se desploma una vez que la recesión ha terminado.

En otras dos recesiones (1970 y 2000), esa pauta se reproduce en sólo su primera parte (subida previa y durante las recesiones), ya que después de ellas cambia la tendencia. La recesión que falta para completar las siete mencionadas es la actual, que ha replicado hasta ahora también la primera parte del patrón (subida antes y durante la recesión), aunque falta por ver si completará la segunda, que es la caída.

La probabilidad es, pues, claramente favorable a un descenso del precio del oro desde los niveles récord que ha alcanzado recientemente (los 1.226 dólares la onza de hace 10 días). Ya lo ha hecho durante la última semana, y aunque tardará en estar claro si éste es el comienzo de una gran corrección en el precio, todas las precauciones son pocas frente a un activo como la onza de oro, que, a pesar de la fuerte subida de los últimos nueve años, aún no ha recuperado su poder de compra de 1980. -

Juan Ignacio Crespo es director de Thomson Reuters.

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