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Tribuna:La firma invitada | Laboratorio de ideas
Tribuna
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Competencia en tiempos de crisis

En épocas de crisis existe cierta tendencia a exigir un mayor proteccionismo y la restricción de la competencia en los mercados con el supuesto objeto de contribuir al sostenimiento de la economía hasta que lleguen tiempos mejores. ¿Es éste un argumento válido? La respuesta es un no rotundo. Garantizar el funcionamiento de los mercados es esencial para superar periodos de recesión económica. La economía no sale por sí sola de un periodo de recesión. La recuperación económica requiere de emprendedores y de innovación y, por tanto, es fundamental que las puertas del mercado permanezcan abiertas.

Hay quienes defienden que las políticas públicas en épocas de crisis deberían ir encaminadas a apoyar al tejido empresarial aunque ello llevase implícito coartar el ejercicio de la libre competencia. De acuerdo con ese razonamiento, las autoridades públicas deberían ser más permisivas en épocas de crisis autorizando a las empresas a fusionarse sin límites, permitiéndoles coordinar sus estrategias y proteger sus mercados de la entrada de nuevos competidores. El objeto de tal permisividad sería fortalecer tales empresas y contribuir al crecimiento económico y al mantenimiento del empleo.

Fomentar los monopolios y el proteccionismo es la mejor manera de perpetuar la crisis
La recuperación requiere de una dinámica competitiva que permita la creación de empresas

¿Qué efectos tendría tal permisividad sobre la actividad económica? Fomentar la creación de monopolios y el proteccionismo fortalecería efectivamente a las empresas presentes en el mercado en el corto plazo. Pero es bien sabido que la reducción de la competencia hace aumentar los precios y limita la producción, por lo que no contribuiría a la recuperación de la actividad económica sino más bien a todo lo contrario. Por otro lado, aislar a las empresas de las presiones competitivas las aislaría también de los incentivos a innovar, lo que se traduciría en una pérdida de competitividad que podría tener consecuencias catastróficas para la economía en el largo plazo. Y esto último es especialmente relevante en la economía española, cuya balanza comercial refleja el complicado reto de las empresas españolas en los mercados internacionales. Fomentar los monopolios y el proteccionismo es la mejor manera de perpetuar la crisis.

¿Cuál debe ser el papel de la política de la competencia en tiempos de crisis? La política de la competencia no entiende de crisis: los principios que la guían son válidos tanto en épocas de bonanza como en épocas de crisis. Incluso más si cabe en estas últimas, porque los posibles errores podrían tener efectos fatales. La recuperación económica requiere de un entorno estable y unas políticas macroeconómicas apropiadas, pero también de una dinámica competitiva que permita la creación y el crecimiento de las empresas y la aparición de nuevas oportunidades para los trabajadores. Y, al fin y al cabo, son las empresas y sus trabajadores los que guiarán la salida de la crisis.

Las recesiones económicas afectan a la competencia en los mercados. La disminución de la demanda y las dificultades de acceso al crédito afectan a la viabilidad de algunas empresas, que se verán avocadas a salir del mercado o a fusionarse con otras empresas. El número de empresas se reducirá y, en consecuencia, la calidad del juego competitivo. Es por ello por lo que es esencial vigilar el funcionamiento de los mercados para facilitar la entrada de nuevas empresas que contribuyan al crecimiento, al empleo y al bienestar.

El papel de las autoridades de competencia, como la Comisión Nacional de la Competencia, adquiere por tanto una importante relevancia en periodos de recesión. Por un lado, para evitar que los gobiernos caigan en la tentación de promover un mayor proteccionismo y la creación de campeones nacionales. Por otro, para garantizar que durante la crisis se mantengan los cimientos de la economía de mercado y no se impongan barreras a la actividad económica que pudieran resultar en daños irreversibles que resultasen en la perpetuación de la crisis.

Por ello, la labor y el objeto de las autoridades de competencia en materia de perseguir infracciones o de valorar operaciones de fusión en épocas de crisis permanecen inalterados. Un cártel es tan perjudicial en épocas de bonanza como en épocas de crisis. Un cártel sube los precios y reduce la producción, contribuyendo a la contracción de la economía. Si una operación de concentración reduce sustancialmente la competencia, su aprobación contribuiría a ralentizar la actividad económica más que a lo contrario.

Pero es más, la labor de las autoridades de competencia adquiere un papel más importante si cabe en la defensa activa de la competencia. En evitar que los gobiernos, en su afán de proteger la industria nacional, adopten medidas que desvíen la economía de sendas de competitividad y crecimiento de largo plazo o se dejen de implementar otras medidas que allanen el camino hacia la recuperación de la economía (como la reciente ley de servicios o la apertura de mercados que todavía contienen restricciones a la competencia).

Si bien es cierto que, a nivel europeo, se ha producido una situación de excepcionalidad en el control de ayudas públicas que pudiera distorsionar el juego competitivo, también es cierto que esta situación ha respondido al riesgo sistémico que un posible colapso de parte del sistema financiero pudiera suponer para las economías europeas. En todo caso, esta situación de excepcionalidad debe ser transitoria y reversible de forma que no dañe irremediablemente el funcionamiento de los mercados.

Sin embargo, en otros campos como en el abuso de la posición de dominio, en los acuerdos colusorios entre empresas, en el control de las concentraciones o en la vigilancia activa de los mercados, no cabe excepción alguna ya que, tanto a corto como a largo plazo, cualquier desviación contribuiría a la profundización de la crisis.

Las autoridades de competencia deben seguir aplicando con rigor la legislación, prestando especial atención a la vigilancia de los distintos agentes económicos para garantizar el buen funcionamiento de los mercados.

Los tiempos mejores requieren de nuevas oportunidades. Las puertas del mercado deben estar abiertas para recibir y aprovechar dichas oportunidades.

Luis Berenguer es presidente de la Comisión Nacional de Competencia

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