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Editorial:Editorial
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crecimiento hipotecado

Sin crédito no hay crecimiento económico; y sin crecimiento no se pagan las deudas. El estancamiento de la economía española evidencia el argumento. Los fallos en el funcionamiento de los mercados mayoristas que sucedieron al inicio de la crisis en el sistema financiero de EE UU siguen sin corregirse, condicionando la normalización de los flujos de crédito en muchas economías. Desde luego, en las más bancarizadas como la española. Uno de los lastres mayores del crecimiento económico es el elevado endeudamiento privado y las muy reducidas posibilidades de desapalancamiento. Casi todo el stock de deuda de empresas y familias españolas está en los balances de las entidades de crédito españolas, con colaterales hoy cuyo valor es cuestionado.

A diferencia de otras entidades bancarias de la eurozona, no es la deuda pública lo que pondrá en dificultades al sistema bancario español, sino la ausencia de ingresos suficientes de nuestras empresas y familias para atender el servicio de una deuda excesiva. La insuficiencia de la demanda de nuestras empresas pasa a un primer plano. Hasta ahora estas habían sido capaces de aprovechar el crecimiento favorable en economías de nuestro entorno. Pero desde el segundo trimestre todas las economías avanzadas han anunciado su desaceleración. El sector exterior apenas podrá paliar la depresión en la demanda doméstica. La morosidad seguirá en ascenso.

A una situación tal ha contribuido el desplome de un sector, el de la construcción residencial, en el que existía una excesiva concentración de actividad, de capital y de factor trabajo, la aplicación de políticas fiscales contractivas y una crisis financiera en la eurozona que se ha gestionado torpemente. Esos tres factores son también los principales responsables del elevado desempleo: más de la mitad del aumento del paro en los últimos cuatro años ha sido originado por un sector incentivado fiscalmente y estimulado por un crédito bancario proactivo. Es un sector demandante de empleo poco cualificado y ostensiblemente precario. Diversificar el patrón de crecimiento de la economía a través de los correspondientes incentivos es prioritario para que la recuperación, aunque distante, no vuelva a engendrar los problemas de la década que concluyó en 2007. A ello podrán contribuir las reformas en los mercados, pero evocar solo el espíritu reformista en épocas recesivas es un ejercicio poco rentable. Mucho menos hacerlo basándose en la confrontación, no con el método de concertación que se ha revelado mucho más útil en la historia económica española. Eso es lo que el nuevo Gobierno deberá tener presente: desde las reformas del mercado de trabajo, a las de las finanzas autonómicas o al sistema financiero, es bueno asumir como premisa que sin la confianza y cohesión social suficiente no habrá quien garantice un crecimiento que se libere de sus hipotecas y sea suficientemente sostenido en los próximos años.

Más difícil será la modernización de la economía. Lo que hay que copiar de nuestro entorno es la diversificación del crecimiento, la intervención inteligente, la dotación de capital en conocimiento y en infraestructuras, el aprovechamiento de oportunidades como el proyecto de corredores ferroviarios.

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