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Editorial:editorial
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Década convergente

Esta es la década de las economías emergentes. Es el periodo en el que las economías menos desarrolladas han conseguido reducir la enorme brecha en PIB por habitante frente a las más avanzadas. Los ritmos de crecimiento de todas las regiones han sido significativamente superiores a los de décadas anteriores, contribuyendo a la satisfacción de una hipótesis largamente incumplida que supone que las economías menos avanzadas -menos dotadas de capital físico, tecnológico y humano- pueden avanzar más rápidamente en su PIB per cápita debido a mayores posibilidades de crecimiento de la productividad del trabajo.

Desde las asiáticas hasta las africanas, todos los grupos de economías en desarrollo, según la clasificación y los datos del FMI, han crecido a un ritmo superior al de las integradas en la OCDE y, lo más relevante, seguirán haciéndolo en los próximos años. En contraste con lo ocurrido en crisis anteriores, en la distribución de los daños de la actual, las economías desarrolladas son las que soportarán la mayor carga. La recuperación en el ritmo de crecimiento económico global y en el del comercio internacional es en gran medida responsabilidad de las economías emergentes más dinámicas. China, India y Brasil, de forma destacada. Son estas las llamadas a desempeñar un mayor protagonismo en la escena económica y financiera global, y por ende en las instancias multilaterales.

Algunas razones genéricas que pueden identificarse como responsables de esa convergencia real son, en primer lugar, el escarmiento deducido de crisis anteriores y la aplicación de políticas y regulaciones mucho más cautelosas reductoras de las perturbaciones financieras y de la volatilidad del PIB. La orientación igualmente prudente de las políticas monetarias y presupuestarias y la acumulación de elevados volúmenes de reservas internacionales son otras causas comunes. Quizá lo más destacado en la perspectiva de los próximos años, y del retraso que sufrirán economías como la española, es la aceleración que en esas economías menos avanzadas han experimentado las formas de capital que más contribuyen a fortalecer la productividad de los factores y, con ello, la convergencia real. En todos ellos, la inversión en capital humano y tecnológico está creciendo a ritmos superiores a los registrados en economías desarrolladas. No es de extrañar que la competitividad de estas economías ya no sea exclusivamente la consecuencia de costes salariales más bajos, sino de un desplazamiento hacia producciones de mayor valor. La extensión de las tecnologías de la información está favoreciendo igualmente la participación de economías menos desarrolladas en los procesos de transferencia de conocimiento y habilidades y en la externalización de procesos de producción en un número cada día mayor de sectores de manufacturas y de servicios.

La continuidad de esos avances en competitividad permitirá que el principal desequilibrio de esos países, la pobreza, pueda seguir reduciéndose. También que el mundo dependa mucho menos de hegemonías simples, como durante el último medio siglo. La condición necesaria es que el clima de apertura y extensión de los intercambios de bienes, servicios y capitales no se vea alterado por esas tentaciones proteccionistas bajo la forma de guerras y manipulaciones cambiarias de diverso tipo.

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