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Tribuna:Laboratorio de ideas
Tribuna
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Europa y la competitividad

Como una constante en momentos de crisis, se vuelve a plantear la necesidad de una gobernanza europea, al menos en la zona de euro, que dé fuerza y sostenibilidad al euro como moneda común. Y también como ha sucedido en otras ocasiones, es el eje Alemania-Francia el que toma la iniciativa. A nadie se le escapa que independientemente de la crisis, la UE padece un problema de competitividad con el resto de las zonas económicas y especialmente de los países emergentes. Además de la dependencia energética que unos países sufren en mayor medida que otros, la competencia en precios de zonas productoras con costes mucho más bajos obligan a ir por la vía de ofrecer mayor calidad, diferenciar los productos e incorporar más tecnología, pero también obliga a cuidar y reducir los costes de producción.

La Unión Europea tiene un problema de competitividad con el resto de zonas económicas y sobre todo con los países emergentes
En España es necesario hallar algún indicador que mida correctamente la productividad de cada empresa y de cada sector

Alemania es el país de la Unión Económica y Monetaria que más basa su bienestar en la marcha de las exportaciones, pero España actualmente, en el que la demanda interna está muy debilitada por la crisis, la única salida que tiene es incrementar sus exportaciones para compensar el aumento de las importaciones que no paran de crecer debido en parte a la dependencia energética. Pero en el medio plazo es necesario resolver el crónico déficit exterior que padece la economía española y por eso sería de efectos muy favorables que las medidas propuestas desde Alemania tuviesen éxito y se avanzase en la gobernanza europea.

Lo que ha propuesto la canciller alemana Angela Merkel, con el apoyo del presidente francés Sarkozy, condicionando el aumento del fondo de rescate de la UE y que se debatirá en la próxima reunión del 11 de marzo en Bruselas, se puede resumir en seis propuestas algunas de las cuales como las referentes a la edad de jubilación, las limitaciones legales al déficit público y la equiparación de títulos de la educación, ya han sido iniciadas en muchos países y entre ellos España. Pero las mayores dificultades se centran en la negativa de los países a admitir algunas armonizaciones como la del Impuesto de Sociedades y sobre todo la legislación y praxis en los aumentos salariales.

La propuesta concreta en este punto es acabar con la indexación automática de los salarios con la elevación de los precios, medidos a través del IPC. Según la propuesta alemana, los salarios deberían evolucionar de acuerdo con la productividad.

Este planteamiento nos trae a la memoria el éxito de la medida que se acordó y aplicó en los Pactos de la Moncloa al dejar de indiciarse los salarios con la inflación obtenida el año anterior y comenzar a aplicar las previsiones de inflación del año siguiente. Esto permitió bajar de una inflación del 24,5% en el ejercicio 1977 a un 15,6% en el ejercicio 1980. Posteriormente se desvirtuó acordando las actuales cláusulas de revisión salarial, que complementan la inflación prevista si la obtenida es superior a la esperada.

En cualquier caso será difícil de aceptar, no solo por los sindicatos sino también por gran parte de la empresa, el fin de la indexación salarial incluso en una situación de crisis en el mercado laboral como la actual con 4,5 millones de desempleados.

Pero esta medida no carece de dificultades. Habría que determinar detalladamente el concepto y la medición a aplicar en la productividad. Para ello es necesario establecer algún indicador capaz de medir correctamente la productividad de cada empresa y de cada sector. Lo que es válido conceptualmente en términos generales para el conjunto del PIB español no lo es cuando se desciende a los términos empresariales.

A medio plazo, la productividad del trabajo se aumenta no solo por el menor crecimiento de los salarios sino con una mejor gestión empresarial, con administraciones públicas más eficientes y menos costosas, una mejora importante en la educación y formación de los trabajadores así como una aplicación avanzada de las tecnologías.

En el caso de España hay mucho camino por recorrer pero si la economía española quiere volver a alcanzar un ritmo de crecimiento sostenible que permita la creación de empleo, tiene que continuar sin miedo por el camino de las reformas ya iniciado y que todavía es insuficiente, para poder competir tanto en el exterior aumentando sus exportaciones, como en el interior del país no perdiendo parte de la demanda interna por falta de competitividad de nuestros productos, tanto en bienes como en servicios.

Carmen Alcaide es analista y expresidenta del INE.

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