_
_
_
_
_
Tribuna:Diez años de la moneda única
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Más Europa

El décimo aniversario del euro es una importante ocasión para celebrar los éxitos de la Unión Europea, de los que debemos sentirnos muy orgullosos todos los ciudadanos europeos.

El euro es, sin duda, el mejor reflejo de los enormes logros y ventajas que ha aportado la integración europea. Y no me refiero solo al importante ahorro de costes para empresas y particulares derivados de la eliminación de las fluctuaciones cambiarias, de una mayor transparencia de precios y de una mayor competencia y comercio en el área. Me refiero a que, sin el euro, ni nuestras empresas, ni nuestras economías, ni la propia Unión Europea podrían mantener la dimensión, la importancia y la internacionalidad que han alcanzado.

Una unión monetaria precisa un banco central capaz de ser prestamista de última instancia

Es importante que recordemos que la implantación del euro no fue un proceso fácil ni exento de dudas y que seguramente podemos extraer importantes lecciones y conclusiones aplicables en la actual situación de crisis de confianza en Europa.

Una crisis que requiere de una respuesta clara y contundente en una única dirección: más Europa. Ya en 2001 Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea, afirmaba que el euro nos obligaría a dar pasos hacia una mayor integración fiscal, que por entonces era políticamente imposible de alcanzar, pero que sería imprescindible cuando llegara una crisis importante.

Y la crisis llegó. La mayor crisis económica y financiera que ha vivido el mundo desde la Gran Recesión de los años treinta. Y el euro sobrevivió. Pero la enorme volatilidad en los mercados de deuda soberana europea ha puesto de manifiesto la necesidad de dar esos pasos que reclamaba Romano Prodi en 2001.

Lo cierto es que una unión monetaria necesita para ser estable de una corresponsabilidad fiscal, de una gobernanza reforzada en los sistemas de decisión y supervisión, de un sistema financiero más integrado y de un banco central dotado de la capacidad de actuar como prestamista de última instancia. Todo ello con el objetivo de evitar los fuertes episodios de inestabilidad financiera que han puesto en jaque a muchas entidades de crédito y también a países europeos.

Las medidas más recientes adoptadas por los responsables europeos en el Consejo del pasado mes de diciembre caminan en esa dirección. Atacan por fin las causas de los problemas de la crisis de confianza en Europa, y no solo los síntomas. Constituyen, por tanto, un paso muy importante hacia una Unión más sólida y eficiente, que contribuirá sin duda a mejorar los niveles de bienestar de los ciudadanos europeos.

El euro es, en definitiva, un activo de enorme valor en sí mismo y el motor de la integración económica en Europa. Y todo apunta a que será también motor de una mayor integración política y fiscal, que se concretará en los próximos meses y que nos permitirá salir reforzados de esta crisis. Porque las ventajas del euro son tantas que hacen impensable plantear una marcha atrás en la integración europea. Pero, al mismo tiempo, la crisis ha dejado patente que es inevitable dar nuevos pasos hacia una Europa mucho más cohesionada y sólida.

Emilio Botín es presidente del Banco Santander.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_