_
_
_
_
_
Tribuna:Laboratorio de ideas
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Humillación griega, altivez alemana

Antón Costas

La UE, y más en particular Alemania, están queriendo enfocar la solución al problema financiero griego de forma ejemplarizante. Es decir, como un escarmiento y un aviso a otros países con problemas fiscales, o susceptibles de tenerlos, de forma que viendo las barbas del vecino griego cortar, pongan las suyas a remojar.

Angela Merkel está escenificando la ayuda a Grecia utilizando los tres elementos básicos del teatro trágico griego. En primer lugar, trata de dejar claro la "hubris", la "soberbia" o "malversación", griega de atreverse a romper las leyes "divinas" del euro, que prohíben el endeudamiento excesivo. En segundo lugar, aparece la "némesis", el castigo de tres años de penalidades que se le quiere infligir. Por último, está la "catarsis", la purificación que experimentan los espectadores que asisten a la escenificación con sentimientos ambivalentes de piedad y temor por el escarmiento, que ha de servirles para volver al camino de la virtud.

La medicina que propone Alemania empobrecerá a Grecia y, al hacerlo, también al resto de Europa

No es nunca recomendable enfocar un problema económico como una cuestión moral. Y mucho menos teatralizarla. En este caso, al hacerlo, una arrogante y altiva Alemania no sólo está humillando a un Gobierno, sino a toda una nación. Y quien mejor debería saber que no se puede humillar a todo un país es la propia Alemania, humillada a su vez por los vencedores de la I Guerra Mundial condenándola a pagar todos los costes de una guerra provocada no por sus ciudadanos, sino por los delirios de sus élites. Esa humillación dio alas al nazismo, que buscó en la exacerbación del patriotismo nacionalista el camino para curar esa humillación. Lo que, finalmente, llevó a la II Guerra Mundial.

¿Por qué Merkel adopta este enfoque moral? Una explicación sería exigir responsabilidad a aquel al que vas a ayudar con el dinero de tus contribuyentes. Pero, ¿por qué ser tan exigente con un país en apuros que necesita unas cuantas decenas de miles de millones de euros y tan poco con los banqueros negligentes y defraudadores que han recibido cientos de miles sin castigo ninguno?

Hay algo intrigante en esta conducta. Algo que tiene que ver con lo que está ocurriendo en el interior de Alemania. Está replegando de nuevo sobre sí misma, y renacionalizando la idea europea. En ese repliegue está volviendo a la vieja idea del sociólogo alemán del siglo pasado Max Weber sobre la ética protestante y el espíritu del capitalismo. Por un lado, los europeos del norte, protestantes, laboriosos, disciplinados y austeros. Por otro, los del sur (incluyendo ahora a Irlanda), católicos, indisciplinados y manirrotos. Es una tesis falaz, sin fundamento real, pero influyente.

Desde Alemania se quiere ahora transmitir la idea de que los problemas financieros de los PIIGS (acrónimo de Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España, pero también 'cerdo' en inglés) son debidos a su falta de disciplina fiscal. Pero eso no es cierto. Puede valer parcialmente para Grecia (sin olvidar que en el encubrimiento de su lenidad fiscal contó con el "colaborador necesario" que fue la propia banca alemana). Pero de ningún modo alguno para Irlanda, España o Italia, que han tenido superávits, y en el caso de España, un bajísimo nivel de deuda pública en relación con su PIB.

Si no ha sido el despilfarro previo de los Gobiernos, ¿cuál es la causa de fondo que provoca la situación de urgencia financiera con la que nos enfrentamos? La gran recesión, provocada a su vez por la crisis financiera. Los déficits públicos no son la causa de la crisis, sino su consecuencia. Es importante tenerlo en cuenta, porque si no, la medicina será equivocada.

Al confundir causas con consecuencias, Alemania propone para Grecia una medicina que la empobrecerá durante al menos una generación. Y al hacerlo empobrece también al resto de Europa, y a sí misma. Es como escupir al cielo.

Déjenme citar una frase del gran economista británico John Maynar Keynes en un opúsculo escrito en 1919, que merece ser vuelto a leer, sobre Las consecuencias económicas de la paz que se derivaban del Tratado de Versalles, que, como dije, humillaba a Alemania. "Si lo que nos proponemos es que, por lo menos durante una generación, Alemania no pueda adquirir siquiera una mediana prosperidad; (...) si deseamos que, año tras año, sea empobrecida y sus hijos se mueran de hambre y enfermen, y que esté rodeada de enemigos, entonces rechacemos todas las proposiciones generosas, y particularmente las que puedan ayudar a Alemania a recuperar una parte de su antigua prosperidad material. Si tal modo de estimar a las naciones y las relaciones de unas con otras fuera adoptado por las democracias de la Europa occidental, entonces, ¡que el cielo nos salve a todos! Si aspiramos deliberadamente al empobrecimiento de la Europa Central, la venganza, no dudo en predecirlo, no tardará" (tomo la cita de Internet).

Los soldados aliados que ocuparon Alemania al final de la II Guerra llevaban en sus mochilas -además de cigarrillos- dos cosas. Un "Plan Marshall", de ayuda, no de castigo y empobrecimiento. En segundo lugar, una nueva institución de control de las cuentas alemanas, el Bundesbank. Eso es lo que ahora hay que hacer en Grecia. Ayudarla y exigir responsabilidad. Y controlar sus cuentas desde las nuevas instituciones europeas.

¿Qué enseñanzas útiles se pueden sacar de la tragedia griega actual y de la historia? Dos. La primera es que hay que exigir a Grecia, y a cualquier otro país, honestidad en las cifras sobre su déficit. De lo contrario, la deuda es penalizada. La segunda es que la solución que hay que dar a los déficits públicos es el crecimiento, no la economía de la miseria.

Antón Costas Comesaña es catedrático de Política Económica de la UB.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_