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Reportaje:

Manual de construcción y derribo

Cómo una región rica perdió en una década sus tres entidades de crédito

Íñigo de Barrón

Hay ejemplos que son un tratado completo sobre el comportamiento descabellado que tanto mal ha hecho a las entidades financieras valencianas. Caso real: en el consejo de Bancaja se planteó una fuerte inversión en el aeropuerto de Castellón, ese que ahora sirve de pista de patinaje. Un ejecutivo de la caja presidida por José Luis Olivas defendió el proyecto estrella del entonces presidente de la Diputación provincial, Carlos Fabra. Su argumento: el aeropuerto sería rentable porque, en el futuro, para los ejecutivos británicos sería una moda trabajar en Londres y venir a dormir a Castellón.

Increíble, pero cierto. Con este peregrino argumento y tras un escaso debate, como era habitual en el Consejo de Bancaja, se aprobó la inversión. Hoy es otra más imposible de recuperar... como tantas en suelo, en promociones en quinta línea de playa, en proyectos faraónicos promovidos por la Generalitat de Eduardo Zaplana, de Francisco Camps, etcétera.

Los expertos vaticinan daños en empleo y apoyo a las pymes

El hecho cierto es que la Comunidad Valenciana, la cuarta región más rica de España, que representa el 10% de la economía nacional, asiste incrédula al derrumbe de sus tres entidades financieras. Las dos cajas fueron la tercera y la cuarta del sistema, y el Banco de Valencia, con 111 años de historia, fue orgullo de la burguesía y participó en la fundación del Banco Central. Estas entidades fueron motor de gran número de empresas de la región.

Las últimas noticias del intervenido Banco de Valencia son que declaró 14 millones de beneficios en marzo, cuando tenía 548 millones de pérdidas. Se estima que el agujero será de unos 800 millones. De la Caja Mediterráneo (CAM) también llegan informaciones funestas: a la subasta solo se ha presentado el Banco Sabadell, tras el desdén de Santander, BBVA y La Caixa. "La CAM es lo peor de lo peor", dijo el gobernador del Banco de España, Miguel Fernández Ordóñez. Parece que los grandes banqueros coinciden con él.

¿Y qué ha pasado con Bancaja? ¿Está en mejor que las demás entidades? Los expertos lo niegan y su perfil inversor (suelo, construcción), le delata. Pero no ha caído. "Sencillamente porque fueron más listos que los alicantinos y se fusionaron con Caja Madrid. Formaron Bankia, y las vergüenzas se taparon. Ahora las dos cajas han creado una entidad débil pero sistémica, es decir, demasiado grande para caer, lo que no deja de ser algo parecido a un seguro de vida", explica un catedrático conocedor del sistema financiero que pide el anonimato. El precio pagado es que Bancaja ha quedado desdibujada y subsumida en Bankia, donde los directivos de Caja Madrid, con Rodrigo Rato a la cabeza, tienen el control.

Los expertos coinciden en las razones que ha llevado a esta debacle: la codicia, la mala gestión, la docilidad frente a los políticos, las deficientes estructuras de control de riesgos, la nula intervención del Banco de España para evitarlo y el error de creer que era más importante crecer antes que ser solvente.

Algunos financieros justifican esta caída "porque la Comunidad Valenciana es la zona cero del cataclismo inmobiliario. Forzosamente deberían estar contaminadas", se defienden. Pero hay un caso real que desmiente esta teoría de autojustificación: Caja Murcia. Esta entidad, que ahora capitanea el Grupo BMN, ha sufrido por el ladrillo, pero sigue en pie gracias a que tuvo una gestión profesional y no se dejó llevar por las recomendaciones políticas.

Ahora que se está en el recuento de bajas, conviene señalar lo que esta región ha pagado por dejar en la ruina a las entidades. Si las tres se hubieran fusionado formando un banco solvente, la región tendría ahora al cuarto representante de ranking español. Un gigantesco banco de 200.000 millones de activos; el más importante después del Santander, BBVA y La Caixa. Obviamente, por encima de Caja Madrid.

¿Es importante para los ciudadanos y para la economía de la región? La factura de este caos se notará en una cuantiosa pérdida de empleos y un empobrecimiento de la región, según historiadores económicos. Manuel Illueca, profesor de Economía de la Universidad Jaume I, cree que la marcha de los centros de decisión a Madrid "supondrá la desaparición de las relaciones de años entre las pymes y las cajas. Muchas no tienen ni auditorías, y es difícil concederles créditos si el centro de riesgo está a 350 kilómetros". Illueca cree que el mueble, la cerámica o el textil son los sectores que peor lo pasarán.

Illueca y Joaquín Maudos, catedrático de la Universidad de Valencia, también recuerdan el daño económico que supone la pérdida de los servicios centrales de las tres entidades. Estos centros generan puestos de trabajo indirectos en informática, márketing, publicidad, impresión, etcéctera, que no seguirán en la región.

Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta, consciente de estos perjuicios, no quiso perder las cajas. El problema es que las unió en Novacaixa, una entidad problemática que tendrá dificultades para dar créditos. En Euskadi, que se vivió con resignación la marcha del BBVA a Madrid, se han fusionado las cajas vascas "como proyecto de país", como define gráficamente su presidente, Mario Fernández. Estas cajas sólidas sí podrán crear riqueza y empleo. Un ejemplo lacerante para los valencianos.

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Sobre la firma

Íñigo de Barrón
Es corresponsal financiero de EL PAÍS y lleva casi dos décadas cubriendo la evolución del sistema bancario y las crisis que lo han transformado. Es autor de El hundimiento de la banca y en su cuenta de Twitter afirma que "saber de economía hace más fuertes a los ciudadanos". Antes trabajó en Expansión, Actualidad Económica, Europa Press y Deia.
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