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Reportaje:Primer plano

El casino del Ártico

La crisis del sistema financiero deja muchos parados de alta cualificación

Claudi Pérez

La tentación de la metáfora. Islandia es un país de excesos -de vikingos y poetas, según la definición acuñada por John Carlin- y es difícil resistirse. "Sí, ríase, pero aquí sabemos bien qué es eso de la bola de nieve en los mercados financieros". Así habla Geir Oddur Olafsson, un joven de 30 años que apura una bebida de nombre impronunciable en un local concurrido que desafía a la recesión en el centro de Reikiavik. "La liquidez se congela; la banca es un Titanic; somos el casino del Ártico", dispara con buen humor.

Oddur trabajó durante los años del boom en Landsbanki, el banco actualmente más odiado de la isla: es el responsable de Icesave, que deja una factura de casi 50.000 euros por familia y ha desatado un monumental cabreo. El tipo cuenta una historia sabrosa, mitad triste, mitad esperanzadora: "Me pagaban unos 6.000 euros mensuales más el bonus vendiendo derivados [armas financieras de destrucción masiva, según la definición de Warren Buffet, que ha ganado y perdido algunos millones con ellos] y operando en el mercado de divisas. Pero llegó octubre de 2008 y a las primeras de cambio me echaron a la calle, como a tantos otros. Unos meses después, la cuota de la hipoteca se multiplicó por dos, como por arte de magia".

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Tras unos meses en paro -"en estado de shock, como todo el país"-, abrió una consultora financiera con dos ex compañeros. Lo acabaron dejando. Habla varios idiomas y es licenciado por la Universidad de Reikiavik y máster en Economía por la de Copenhague. Pero al final ha dicho basta de finanzas. Sus padres regentan un pequeño hotel en un fiordo, no demasiado lejos de Reikiavik, y una pequeña agencia de viajes. Ése será su futuro. Pero no su presente: acaba de ser padre y disfruta de tres meses -tres- de permiso de paternidad. Vuelve la vista atrás y recuerda "un buen ambiente de trabajo en medio de un ecosistema supercompetitivo y apenas ninguna pista de lo que iba a pasar hasta que prácticamente lo tuvimos encima". "Competíamos por llevarnos los clientes a esquiar a Suiza, al fútbol a España; era algo tan absurdo como general. Un día le contaré a mi hija que brindábamos con champán a mil dólares la botella y no se lo creerá. Porque yo nunca había visto un crash anteriormente, aunque lo estudiara en los libros, y probablemente a ella le suceda lo mismo". Hay que aprender de la historia para escapar de ella.

Su retoño es uno más de los kreppa babys, los hijos de la crisis. La natalidad aumentó un 3,5% en Islandia el pasado año, uno de los ritmos más elevados de las últimas décadas. La familia como refugio en tiempos de crisis: Ragnhildur Jónsdóttir tiene 30 años, está apenas a dos semanas de dar a luz -le esperan al menos seis meses de permiso de maternidad- y también tiene un historial en banca que ha pasado a mejor vida. "Trabajé en el banco central y después en Glitnir, una de las grandes entidades financieras, en el servicio de estudios y después en el área de banca privada. Hasta que llegó la crisis y decidí dejarlo. Me fui a California y estudié para convertirme en profesora de pilates, aunque tengo una licenciatura y un máster en Economía colgado en alguna pared de casa. Tal vez no gane lo mismo, pero lo prefiero de largo", explica. Olafsson y Jónsdóttir dejan en el aire una frase redonda y prácticamente idéntica: "Es mejor trabajar en algo constructivo". Es de suponer que por contraste con el trabajo que consiste en hinchar burbujas, en "acumular aire refinado", decía Daniel Defoe. -

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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