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Reportaje:

En manos de los emergentes

La resolución de la crisis europea mediatiza la cumbre del G-20, que se celebra este viernes en Cannes

Alejandro Bolaños

El G-20, el grupo de países avanzados y emergentes, se apresta a celebrar su sexta cita al más alto nivel desde que la crisis financiera precipitara, en noviembre de 2008, su bautismo como gobierno económico mundial. El acto fundacional, en Washington, dio carta de naturaleza a la creciente importancia de las potencias emergentes (China, India, Rusia y Brasil). Tres años después, la nueva cumbre, que tendrá lugar este viernes en Cannes (Francia), será la consagración del poder emergente. Esta vez es la extrema debilidad europea lo que permitirá a los nuevos actores económicos ganar influencia.

"Europa está en el meollo de la crisis, hay riesgo de una nueva recesión y se ha confirmado que la crisis es sistémica". Gonzalo Caballero, profesor de economía de la Universidad de Vigo, resume así el desasosegante balance del último año, desde la cumbre de Seúl. "Tal y como sucedió con la Gran Depresión y la crisis petrolera en el siglo XX, podemos estar en una crisis que conlleve un giro en la forma de pensar sobre el funcionamiento económico", añade en un análisis publicado este jueves por la Fundación Alternativas.

Europa pide ayuda a China y al FMI para intervenir en el mercado de bonos
Solo un recorte de tipos en la zona euro puede alterar la relación de poder

No es ya que el motor del crecimiento económico suene solo en Asia o América Latina una vez que se ha vuelto a gripar en Europa y EE UU. En una decisión más que simbólica, la zona euro optó esta semana por condicionar parte de la ampliación del fondo de rescates -el ansiado cortafuegos contra la crisis en los balances bancarios y públicos-, al apoyo de los fondos soberanos de China, Rusia o exportadores petroleros -Japón es el único posible prestamista que se tanteará entre los países avanzados- y del Fondo Monetario Internacional.

"Afortunadamente, ahora tenemos el G-20 para debatir estas cuestiones", sostiene Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano. Para los emergentes, y singularmente para China, estabilizar la crisis es esencial, ya que el frenazo de los países avanzados amenaza su desarrollo a través de las exportaciones. Pero también, apunta Steinberg, "es una oportunidad de ganar influencia". Y el G-20 es el foro que facilita la negociación: asistencia financiera (respaldada por las reservas acumuladas en los últimos años) a cambio de poder político.

El FMI volverá a ser el escenario principal de las escaramuzas entre emergentes y avanzados. El primer asalto se saldó con un acuerdo para triplicar los recursos del Fondo y un reparto de las cuotas en el organismo que dio más derechos de votos y cargos directivos a los emergentes.

"Si queremos que el Fondo tenga un papel relevante en la estabilidad financiera mundial, necesita muchos más recursos", recalca Steinberg. El debate ya llegaba lanzado a Cannes, pero ahora la petición de que el FMI ponga dinero en la compra de bonos europeos lo acelera. "Los emergentes no se contentarán solo con más cuota, exigirán un cambio total en como se establece el reparto de poder en el FMI", vaticina el profesor de economía de la Autónoma de Madrid.

Solo un recorte de tipos de interés de la zona euro, que el Banco Central Europeo debatirá un día antes de la cumbre, ya con Mario Draghi al frente, puede alterar algo la relación de poder establecida en las últimas semanas. En todo caso, el pulso de los emergentes, y la debilidad de los países europeos, tendrá incidencia en los muchos debates aún abiertos en el G-20.

- La larga marcha hacia otro sistema monetario. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, con la aquiescencia de China, ha relanzado la idea de un nuevo sistema monetario internacional, en el que dar protagonismo al yuan. "El G-20 debería avanzar hacia una moneda de reserva global que implique, a cambio de, una revaluación del yuan, una mayor participación de las monedas de los países emergentes", indica el profesor Gonzalo Caballero. China es el principal exportador mundial, pero su Gobierno no permite la flotación en el mercado de su divisa, lo que deja al sistema monetario cojo y permite a Pekín ganar competitividad mediante una devaluación artificial. Nada indica que el G-20 vaya a pasar aquí del debate teórico ya planteado en seminarios organizados por la presidencia francesa.

- Guerra de divisas y otros desequilibrios. El principal avance de la cumbre de Seúl fue sentar a todos los países a debatir por qué algunas orientaciones de política económica (crecimiento basado en el gasto y la deuda frente a crecimiento guiado por la exportación y el ahorro) habían contribuido a acrecentar la crisis. En estos meses, se han definido criterios estadísticos para aislar a los países con comportamientos más desequilibrados (EE UU y China son los primeros candidatos) y se ha facultado al FMI para establecer recomendaciones específicas en estos casos. Pero las escaramuzas en la guerra de divisas -el Senado de EE UU reclama aranceles para las exportaciones chinas- complican la solución.

- Paraísos fiscales en la reforma financiera de nunca acabar. Sarkozy aireó su intención de revisar a fondo las medidas adoptadas contra los paraísos fiscales. "No esperamos grandes avances", enfría Susana Ruiz, de Intermón Oxfam. Las ONG han comprobado que solo uno de cada tres convenios de información firmados desde la cumbre de Londres, en 2009, se ha ratificado por los parlamentos. Y el G-20 no ha dispuesto ningún mecanismo para comprobar si esos tratados han dado lugar a intercambio de información alguno. Si este capítulo de la reforma, como el de las agencias de calificación, se ha cerrado en falso, otros llegan aquí a su fase final -los recargos de capital a la gran banca-. Y otros tantos, como la protección al consumidor o la supervisión de la banca en la sombra, apenas echan a andar. -

El adiós de Zapatero

"El presidente Zapatero ha tenido un papel relevante en la defensa de la tasa a las transacciones financieras. Ayudar a que ese compromiso sea adoptado por el mayor número de países posibles sería la mejor manera de despedirse", plantea Susana Ruiz, de Intermón Oxfam. La cumbre de Cannes, a pocos días de las elecciones generales, será la última a la que acuda José Luis Rodríguez Zapatero como máximo mandatario español.

La participación en las cumbres del G-20 es la mayor herencia diplomática de Zapatero. La Administración socialista logró lo que el Gobierno de José María Aznar (PP) intentó sin éxito: incorporar a España al principal foro económico mundial, antes el G-8, ahora el G-20. El Ejecutivo español, que ha impulsado trabajos dentro del G-20 para avanzar en la financiación innovadora del desarrollo, no estará solo en la defensa de la tasa, con la que Oxfam calcula que se pueden recaudar 300.000 millones de euros al año. La zona euro, con Alemania a la cabeza, abandera su aplicación. Suráfrica también la apoya. Y los países latinoamericanos (Argentina, México, Brasil), que por primera vez pretenden actuar en bloque en el G-20, son receptivos. Otro bloque, el anglosajón (Canadá, Australia, EE UU y Reino Unido), es el principal obstáculo a la medida, que China tampoco ve bien.

"La recaudación debería ir a programas contra la pobreza y el calentamiento global, aunque entendemos que las necesidades presupuestarias tienen su peso ahora", asume Ruiz. Francia, que ha pedido un informe a la Fundación Bill Gates sobre el tema, también impulsa la adopción de medidas para limitar la volatilidad del precio de alimentos básicos y energía en los mercados financieros.

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