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Tribuna:Diez años de la moneda única
Tribuna
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El turismo español se populariza

Parece que fue ayer y ya han transcurrido diez años desde el nacimiento de la moneda única europea. Apenas despertaba el año 1999 y España, junto a otros 10 países de la Unión, entraban a formar parte de la zona euro y sus respectivas monedas, entre ellas nuestra peseta, dejaban de existir como sistemas independientes en 2002.

Mucho se habló entonces, y ahora ha vuelto a resurgir la polémica, sobre las ventajas e inconvenientes que este hecho sin precedentes iba a deparar. Mi opinión es que el euro ha aportado a la economía española una serie de ventajas muy claras: proporcionó a España más credibilidad internacional y ha ayudado a la entrada de inversores extranjeros en nuestro país; no hay que olvidar que los años de nuestra pertenencia al euro, desde su creación hasta 2007, fueron los de mayor crecimiento de la economía española. Con el euro hemos podido disfrutar de unos tipos de interés más bajos: recordemos que en los años noventa los tipos de interés en España rondaban el 14%. Y, además, la moneda única ha contribuido a mantener unas tasas de inflación reducidas, pasando de niveles de dos dígitos a cifras por debajo del 3% desde su implantación. Disponer de una moneda única ha permitido a las empresas que operan dentro de la zona euro bajar el coste de las transacciones comerciales.

Ninguna economía europea puede sobrevivir con financiaciones al 7% de interés

Desde el punto de vista de la actividad turística, el euro ha supuesto un catalizador de la popularización del turismo en nuestro país, pues su fortaleza animó a los españoles a viajar al extranjero descubriendo destinos a los que siempre había deseado ir, pero no se decidía por su carestía o por la incomodidad de tener que realizar cambios de moneda. Desde 1999 es muy cómodo viajar entre los diferentes países de la zona euro, es más fácil tomar la decisión de elegir el lugar de vacaciones y la comparación de la relación calidad-precio entre las diferentes ofertas de los países.

Claro que no todo han sido ventajas. Una consecuencia de los años de crecimiento que nos proporcionó la moneda única fue el encarecimiento de las materias primas y los costes salariales, con el consiguiente aumento de precios; lo que provocó que España dejase de ser el destino barato al que acudían gran número de británicos, alemanes y escandinavos, ávidos de sol y playa.

Y esas fuertes tasas de crecimiento económico español crearon un nivel de optimismo, sobre todo en las entidades públicas, lo que les llevó a elevar la tasa de endeudamiento a niveles que en este momento no pueden amortizar.

Si eso se acompaña de una bajada de la actividad económica, donde los ingresos se han reducido, nuestro país se encuentra con importantes problemas para financiar la deuda, teniendo que sufrir un aumento considerable de la prima de riesgo, lo que está afectando a las entidades financieras españolas en su coste para captar recursos y repercutiéndolo a las empresas, con los consiguientes costes financieros mucho más altos.

La situación actual hay que reconvertirla con urgencia, pues está claro que ninguna economía europea puede sobrevivir con financiaciones al 7% de interés. En ese sentido, el Banco Central Europeo, con un adecuado control del gasto público de cada país, debería financiar a los países del euro a precios por debajo del 3% y que, de esa forma, las entidades financieras puedan captar recursos para financiar a las empresas a estos tipos más asumibles.

No hay que olvidar que tipos de interés entorno al 3% pueden incentivar al empresario a invertir y crear empleo. Pero también hemos de reconocer que los españoles tenemos una gran parte de responsabilidad en la situación a la que hemos llegado; de ahí que debamos afrontar con urgencia todas aquellas reformas estructurales (adelgazamiento con mayor eficiencia de la Administración, reducción del gasto público, reforma laboral efectiva con reducción de costes, austeridad, productividad, competitividad, entre otras) que coadyuven al imprescindible cambio de escenario.

Simón Pedro Barceló es copresidente del Grupo Barceló.

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