_
_
_
_
_
Reportaje:ICONOS DE LA ADOLESCENCIA

¿Adónde fue Bambi?

Juan Diego Quesada

En la habitación de un hotel de cinco estrellas del centro de Madrid, un rato antes de que entre Miley Cyrus, la actriz de 16 años que interpreta a Hannah Montana, aparece su padre, el conocido cantante de country Billy Ray Cyrus. Maquillado y sonriente, lo primero que hace es aclarar que el líquido rojizo que se tambalea en el interior del vaso que lleva en la mano es zumo. Está aquí para presentar la película que protagoniza junto a Miley. Habla de la fe, de superar los obstáculos que te pone la vida y un par de cosas más. Antes de salir, cuando tiene un pie en la puerta, le interrumpen:

-¿Cuál es el secreto de vuestro éxito mundial, Billy Ray?

-Sé tu mismo y haz las cosas de corazón, con pureza.

En eBay se ha llegado a pagar hasta 1.500 euros por uno de sus conciertos. Los de U2 rondan los 250 de media

Quienes le escuchan se quedan en silencio. O no han entendido nada o creen que Billy Ray se ha ido con el secreto en el bolsillo.

Ni Bambi ni el ratón Mickey Mouse, símbolo de la factoría durante décadas, pisan ya la alfombra roja. La generación tween, chicos de entre 2 y 17 años, ha encumbrado a una hornada de artistas adolescentes (de carne y hueso) que hacen de todo. Cantan, bailan y ponen su cara a tazas y tubos de pasta de dientes. No usan piercings ni tienen tatuajes. Al contrario: leen la Biblia, cobran una paga mensual y alardean de mantener aún la virginidad. Hablamos de The Jonas Brothers, una banda de pop formada por tres hermanos quinceañeros de Nueva Jersey; de la propia Miley Cyrus, y de Zac Efron y Vanessa Hudgens, los protagonistas de High School Musical (HSM). Mueven entre todos 2.900 millones de dólares al año. El mundo se ha rendido a estos jóvenes con acné y pinta de haberse quitado hace poco el corrector de dientes, que serían sin duda los amigos favoritos de los padres de muchos adolescentes.

Hace 58 años, Bob Iger nació en una familia de clase media en Long Island (Nueva York). El padre, trompetista de jazz, trabajaba como publicista. Iger recuerda haber visto, de pequeño, los dibujos animados de Mickey, sentado ante un viejo televisor en el salón de casa. Hace poco confesó a la revista Fortune que se había bajado la sintonía de aquella serie a su Ipod. Es la nostalgia, quizá porque no le queda otro remedio. Iger, estudiante ejemplar y empleado metódico, presidente de Disney desde 2005, dirige una mastodóntica compañía que ha vivido momentos difíciles. Con Mickey y Minnie lejos de los focos, los adolescentes son ahora la imagen y el sello de Disney. El secreto de Iger, según los analistas, consiste en sacar el máximo rendimiento a todas las divisiones de la compañía: la versatilidad de los artistas, que cantan, bailan y actúan, da para hacer películas, series, conciertos, musicales, giras promocionales... Todos recuerdan a Iger, en medio de una tormenta bursátil, anunciado que la tercera parte de HSM estaba a punto de estrenarse. Era un aval.

A Billy Ray le señalan como el hombre que se esconde tras la chica que convierte en oro todo lo que toca. No le preocupa en exceso, ni siquiera cuando le dicen en Madrid que ese mundo color de rosa que pregona no existe. "No somos perfectos", replica, "pero la religión y los valores son muy importantes para nosotros". El filme que promociona fue el más taquillero durante su primer fin de semana (2,7 millones de euros de recaudación) y la banda sonora ocupa el número uno de ventas.

Billy Ray, compositor casi anónimo de una canción pegadiza que llegó a España con el título No rompas más mi pobre corazón, recuerda una tarde de hace cuatro años, cuando se presentó con una guitarra y Miley ante los ejecutivos de Disney. Ellos planeaban lanzar en el canal de cable una serie sobre la vida de una cantante adolescente de éxito (Hannah) que, por el día y con otra identidad, intenta llevar una vida corriente. Los eligieron, la serie arrasó; la historia ha dado el salto al cine en 2009 y los discos que han grabado son éxitos en todos los países. Miley, a la que la revista Forbes sitúa ahora entre las veinte estrellas más poderosas por debajo de los 25 años, acumula una fortuna personal cercana a los 1.000 millones de euros.

En la propia Disney cogió por sorpresa tanta gloria, la de Hannah y la de los demás artistas adolescentes. Abrumados, los ejecutivos de la factoría casi no tenían palabras para explicar el fenómeno. Pero no perdieron ni un minuto y pusieron en marcha la maquinaria. Además de discos y películas, tu vida podría girar en torno a Hannah, HSM o The Jonas Brothers: pijamas, peines, maletas, MP3 y un largo etcétera. Baila como ellos, vístete como ellos y cuando lleguen a tu ciudad ve corriendo a comprar las entradas para el concierto.

José Vila es el vicepresidente y director general de Disney Channel para España y Portugal y a él también le parece espectacular cómo la compañía está explotando estas franquicias para adolescentes. "En esta nueva época ofrecemos algo más actual, que combina música y baile con historias próximas a los niños. Son historias universales", dice. Y señala que la fuerza de Disney radica en su flexibilidad, en que un producto hecho para televisión se puede trasladar al negocio musical, a los DVD o a los productos de consumo.

Al igual que millones de padres, Antonio Del Valle, comercial de 36 años, se pregunta: "¿Qué demonios puedo hacer?". Irene, su hija de 11 años, devora mientras tanto el menú infantil de una hamburguesería. "En Navidad le compré ropa de Hannah Montana y las joyas. Para el cumpleaños, el videojuego y el disco. Hasta nos pasamos a la televisión de pago", relata Antonio. Irene ríe como un ratoncillo y cuenta que también sus amigas son fanáticas. "Hannah tiene las mismos problemas con los chicos que nosotras", añade. Los padres, ahora más que nunca, consultan a los hijos qué comprar y los publicistas consideran que con la generación tween se abre un mercado apetecible, muy inflado por padres generosos y abuelos cargados de regalos. Susan Linn, profesora de la Universidad de Harvard, considera que los padres se ven obligados a creer que sus hijos "tienen que tener experiencias adultas pronto", como acudir a un concierto de masas. La autora de un libro titulado Niños Consumidores explica que los padres tienen un miedo excesivo a decepcionarles y no cumplir con sus expectativas.

Los jóvenes de Disney llevan tres años copando portadas de revistas. Una de ellas es Bravo, una publicación juvenil de gran éxito. A su directora, Katrin Senne, nada de esto le ha pillado por sorpresa. "¿Estrellas adolescentes que triunfan? Nada nuevo. Lo novedoso es que ahora nos implican a los mayores, que los acompañamos al cine o al concierto. Y al día siguiente lo comentamos en el trabajo". José María Castillejo, uno de los fundadores de Pocoyo, una serie española para pequeños de calidad, le da la razón y apunta que a ellos, que en muchos casos toman como referencia a Disney, les obsesiona gustar a los padres. "Tiene que ser algo entretenido, para toda la familia", añade. El éxito de estos teens, para el experto en psicología Ramón Soler, se remonta a que antes los adolescentes, en las sociedades tradicionales, tenían que superar una serie de pruebas para convertirse en adultos. Los ritos "hoy han desaparecido y los chicos suplen la pérdida proyectándose en sus ídolos", dice Soler. Hay otros que son muy críticos, como José Manuel Errasti, profesor de psicología de la Universidad de Oviedo, quien destaca que estos personajes son cantantes, no trabajadores de la metalurgia ni parados. "Disney crea una vida ficticia en la que los jóvenes se sienten seguros, pero es irreal", comenta. Errasti cree que la factoría vende un set completo con ropa, música, cine, discos e.... ideología. "Es la ideología conservadora americana, la que obliga a dejar las cosas como están. Se vive en un universo donde lo importante es ver qué chico te gusta y cómo te peinas".

En eBay se ha llegado a pagar cerca de 1.500 euros por un concierto de estos chicos, cuando la media de grupos como U2 o Sprigsteen ronda los 250. Kevin, Joe y Nick son tres hermanos que forman la banda Los Jonas Brothers y que se enrolaron con Disney para grabar la película Camp Rock, en la que hacían de grupo invitado a un campamento para aspirantes a cantantes. El padre de los chicos es músico y pastor, y la madre, cantante y actriz. Es el producto perfecto para la factoría. Educados y caballerosos, los tres sacan brillo a su castidad. "Ellos son personas", les ha defendido el progenitor en varias ocasiones, "no se fabricaron en un laboratorio de productos de Disney".

Los críticos de música han llegado a comparar el furor que desatan los jóvenes de Disney con aquel que produjeron en los setenta cuatro chicos que se hacían llamar The Beatles. ¿Quiénes son estos adolescentes, cómo se atreven?, se preguntan muchos. En apariencia no son nada arrogantes y huyen de ese aura de jóvenes, ricos y malditos. Britney Spears, otra chica de la factoría que se desvió del buen camino, es todo lo que ellos no quieren ser. Hace un par de días, Miley Cyrus escribió en su Twitter que la gente no pierda el tiempo llamándole gorda, después de que ella misma bromeara con sus muslos. "Leed la Biblia", aconsejó a sus detractores. -

La actriz Miley Cirus, como Hannah Montana, durante una actuación de la gira de conciertos que ofreció en 2008.
La actriz Miley Cirus, como Hannah Montana, durante una actuación de la gira de conciertos que ofreció en 2008.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_