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Reportaje:TIMO EN LA COMUNIDAD BUDISTA

Estafa al karma

Cientos de budistas españoles invirtieron en un supuesto invento genial, pero ninguna empresa lo ha comprado. Se sienten engañados

Juan Diego Quesada

Los lamas tibetanos exiliados recibieron una llamada en su residencia de Nepal. Unos budistas españoles querían consultarles su opinión acerca del negocio que estaban a punto de emprender: iban a financiar las patentes de un nuevo sistema de apertura y cierre de latas. Una novedad mundial, según ellos. Los maestros, tras hacer una serie de meditaciones espirituales, contestaron: "Adelante con el negocio".

Los inventores de la idea, Klaus Dieter Zorn y Genoveva Serra, casados hace cinco años, se dedican a crear utensilios que después intentan vender a importantes empresas. El cierre de latas parecía su mejor invento, la patente que les haría un hueco en la historia y que llenaría de dinero sus bolsillos. En 2004 le vendieron la patente a un amigo de la infancia, el médico José Manuel Sánchez Ruano, entonces socio destacado de un centro budista. Éste se encargó de buscar financiación entre sus compañeros de rezo con la promesa de triplicar la inversión en tres meses, tiempo suficiente para que una multinacional comprase la idea. Eso nunca pasó. Los budistas, tras consultar de nuevo con los lamas tibetanos, denunciaron que su dinero se había esfumado. El matrimonio y el médico fueron detenidos un año después acusados de estafa. El juicio aún no se ha celebrado.

Soñaban con emular al creador de la apertura de latas con forma de anilla: chorros de euros diarios y todo el día en la piscina

Para llegar al templo budista de Pedreguer, en Alicante, adonde van a orar muchos de los afectados, hay que adentrarse en una lujosa urbanización franqueada por dos guardias de seguridad. Una vez en el templo un encargado recibe a los visitantes con amabilidad, pero afirma que no tienen nada que decir ante el escándalo. "Dejemos hablar a la justicia", propone. El maestro del centro, Thupten Nyima, no se encarga de estas cosas tan mundanas.

Tras unos kilómetros por carretera se llega al chalé donde viven Klaus y Genoveva, a las afueras de Denia. La parcela está rodeada de naranjos. El césped está sin cortar y la piscina no se ha abierto a pesar del buen tiempo. No tienen dinero. Aunque amasan una gran suma que consiguieron con la venta del cierralatas, el juzgado número 4 de Denia acordó bloquear todas sus cuentas bancarias y embargar las dos viviendas que tienen en el pueblo. "Se han pisoteado nuestros derechos. Fuimos detenidos por vender algo. ¿Es eso lógico?", se pregunta Klaus en el jardín, quien asegura que no tenía ni idea que los budistas habían invertido en el negocio.

A su mujer, Genoveva Serra, el afán inventor le viene de familia, pues su abuelo patentó el cambio de marchas de las bicicletas en 1934. Los ciclistas, a partir de entonces, no tendrían que bajarse para cambiar manualmente de plato. La nieta es algo más bohemia, diseña bolsos, pinta cuadros, escribe poesía, pero durante varios años ha trabajado con su marido, un alemán enamorado de ella y de la costa levantina, en descubrir lo que los fabricantes llevan años intentando descifrar: cómo diantres cerrar una lata una vez que ha sido abierta. Aseguran que ellos lo lograron y lo bautizaron como "el hilo abridor".

El matrimonio hizo el registro de la patente a nivel internacional. Eso es muy caro y por ello hablaron con el médico budista. Sánchez Ruano les compró dos patentes por un total de 2,4 millones. La pareja muestra los bocetos del invento, los contratos de compra-venta y asegura que todo es legal. "Yo vendí una idea y lo que este señor hiciese con ella es su problema. No entiendo por qué me involucran", explica Klaus. "No sabía que el médico había buscado inversores. Mi detención es injusta".

El alemán y su mujer suponen aún hoy que los royalties de este invento podrían generar unos 80 millones de euros en los próximos 20 años. El matrimonio pretendía emular la vida del inventor de la apertura de latas con forma de anilla de granada, un inglés que vive en una urbanización cercana. El hombre facturaba miles de euros al día mientras pasaba los días en la piscina. "Los jardineros dicen que construyó unas cataratas lujosísimas". Soñaban con llevar una existencia similar.

El médico budista, en cambio, dice que quería utilizar el dinero para curar la diabetes de su hijo con un costosísimo tratamiento que sólo se aplica en Rusia. Por eso vio el cielo abierto cuando su amiga Genoveva le propuso un negocio tan fácil. Aunque compró las patentes y las puso a su nombre, el médico dice que siempre pensó que se trataba de un negocio al 50%. "Éramos socios", clama. El caso es que por esa época fue por el templo contando la idea y captando inversores para poder mantener los registros. Incluso puso 150.000 euros de sus ahorros. Jura que todo el dinero que recaudó lo fue ingresando en las cuentas del matrimonio.

Se corrió la voz entre la comunidad budista española. Sánchez Ruano, uno de los fundadores el templo de Pedreguer, era el hombre que multiplicaba los panes y los peces. "Yo ya no tenía que buscar a nadie. Venían a mí", describe asombrado. Más de doscientas personas, casi todos budistas, firmaron contratos con él. Le dieron 3,2 millones de euros. El médico y el matrimonio negociaban a su vez con empresas para colocar el invento. Consta en un gran fichero todas las cartas y las negociaciones vía fax que mantuvieron. Un encargado de una multinacional confirma que recibió los inventos, pero que se dio cuenta de que "no eran aplicables" a su línea de producción. Es más, duda de que lo fuese en otras empresas.

El caso es que pasó un año y nadie compró la idea. Nadie se peleaba por el invento del siglo. Los budistas, reunidos en el templo, con los bolsillos vacíos, enfadados, creyeron que les habían dado gato por liebre y unos tras otros fueron a la policía a denunciar. "Me he equivocado. No supe ver a tiempo que me engañaban. Mi intención era limpia", se defiende Sánchez Ruano.

Tanto el médico como el matrimonio están imputados por un delito de estafa. El juzgado de Denia se inhibió en noviembre de 2007 a favor de la Audiencia Nacional, al entender que no era su competencia juzgar un caso de estafa masiva que afectaba a personas de varias provincias. El juez Grande-Marlaska argumentó dos años después, por el contrario, que tampoco era su competencia y será el Tribunal Supremo quien dirima este conflicto negativo de competencias entre juzgados. Han pasado ya cinco años.

Muchos tiempo para Carmen Campos, una mujer a la que el budismo le ha hecho ser paciente. Pero no tanto. Cuando en el templo le dijeron que había "un negocio muy limpio" que iba a multiplicar su dinero no se lo pensó dos veces. ¿Por qué no? Refinanció su hipoteca y le pidió a su hijo la entrada a un piso que tenía guardada. Puso 114.000 euros. "No me imaginé que un budista pudiese estafar a otro", lamenta al otro lado del teléfono, segundos antes de echarse a llorar. Lo ha perdido todo y paga unos intereses descomunales al banco. Desde entonces toma antidepresivos. Su amiga, Pilar Colomar, profesora de ética que puso sobre la mesa 400.000 euros, conocía al médico de los cursos que ofrecían los altos lamas. Lleva el tema como puede, con mucha paciencia y sufrimiento interno. Ella no pierde la compostura al teléfono. Sólo llora por dentro.

Genoveva Serra y Klaus Zorn, ante el ordenador en el que muestran un boceto de su invento. Debajo, José Manuel Sánchez Ruano (en el círculo) durante la inauguración en 2001 del centro budista de Pedreguer, en Alicante.
Genoveva Serra y Klaus Zorn, ante el ordenador en el que muestran un boceto de su invento. Debajo, José Manuel Sánchez Ruano (en el círculo) durante la inauguración en 2001 del centro budista de Pedreguer, en Alicante.NATXO FRANCÉS

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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