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Reportaje:MÁLAGA | ESPAÑA, UN ESTADO DE ÁNIMO

He aquí una ciudad feliz

Juan Cruz

Un símbolo volátil.

López Cuenca: "Una ciudad muy moderna también en el sentido negativo de la modernidad; cree que el mundo comienza con ella"
Soler enumera 'futuros': "Todo el puerto va a cambiar, el AVE vendrá en el 2006 o 2007, el metro estará en el 2007; la gente piensa que eso no es un sueño"

Justo Navarro nos lo dijo: "El espeto de sardinas, ése es el símbolo. Es la única comida que se sostiene en el aire". Si se permite otro símbolo, éste sería la risa. Ríen todos. Si les preguntas cuáles son los problemas más permanentes se quedan pensativos y ahí ni siquiera entra el asunto de la inmigración ("aquí todos somos inmigrantes"), y, por supuesto, quedan muy lejanas aquellas amenazas del terrorismo veraniego de ETA, la situación que dio origen a una de las pintadas más célebres de la historia de Málaga y de España: Vazcoz, qué raroz soiz, reproducida luego en Triunfo por Luis Carandell... Hemos llegado por la calle Larios, y ahí ya hay un símbolo de la historia de Málaga: esa estatua del marqués de Larios, que en el siglo XIX hizo de esta ciudad fenicia una ciudad industrial; en el 36 su monumento sirvió de símbolo para lo que sucedió aquí: el obrero que lo constituye en parte sustituyó al marqués, que fue arrojado al Mediterráneo. El franquismo devolvió la figura del marqués a su lugar, y desde allí sigue saludando.

En esa calle Larios convocamos a un grupo de malagueños. Les pedimos una palabra sobre Málaga: Isabel Carmona, arquitecta del Museo Picasso: "marítima". Rogelio López Cuenca, semiólogo, artista, sociólogo, estudioso de Málaga: "Malagana". Esperanza Peláez, periodista, documentalista: "abierta". Rafael Martín, el otro arquitecto del Museo Picasso: "hedonista". Justo Navarro: "clara". Félix Bayón, escritor y periodista, que también se suma a la conversación: "amistosa...". Antonio Soler, novelista que tiene a Málaga como su inspiración, se suma a todas las palabras, y añade: "Málaga no te engaña". ¿Y por qué Malagana, Rogelio? "Porque así titulé un trabajo sobre Málaga, una combinación de su nombre con la desgana, con el desinterés, que no han sido siempre distintivos de Málaga. Esa misma iniciativa de quitar al marqués de Larios de su estatua; el hecho de que el primer diputado comunista de la historia, Cayetano Bolívar, saliera de Málaga (en 1933), son cosas que despiertan emoción... Cuando en 1999 empecé un trabajo sobre los símbolos de la ciudad me di cuenta de que todos eran abstractos: El cautivo, el Cristo que sale cada lunes de Pasión; El cenachero, el vendedor de pescado tocado con el sombrero cordobés..., y acabé titulando el ensayo con un símbolo más, Malagana, que se puede consultar en: www.malagana.com".

La alegría de las ruinas.

Le sacan partido a todo. Peláez conoce los detalles: en un viejo balneario derruido, un chico (al parecer, ruso) hace su agosto desde que hace calor montando un chiringuito que ha llegado a ser el más popular de la ciudad... Al ruso se le suman camareros que sirven té moruno y cuscús en lo que fue un lugar lujoso de la ciudad, ahora en ruinas. Otro chiringuito de prestigio está debajo de un puente, allí se sirven los mejores espetos; la ironía popular le ha puesto Puente Romano, como uno de los lugares más chic de la Costa del Sol. Soler ve una característica del malagueño: el trapicheo, que afecta tanto "al que se ocupa de obras mayores como al tío que va con la moto destrozada buscándose la vida... Es gente que vive al día con cierto aire de picaresca y de alegría...". La malagana. López Cuenca acentúa aún más el origen de esa desgana alegre del malagueño: "Siempre está presente en él la idea de futuro... Antes de que se hiciera el Museo Picasso yo escribía siempre que me refería a su posibilidad, en mayúsculas: futuro Museo Picasso, y aquello caló y la gente decía también futuro Museo Picasso, como si diciéndolo así lo acercaran más al presente. Siempre pensamos que algo nos va a solucionar la vida". Antonio Soler enumera futuros: "Todo el puerto va a cambiar, el AVE vendrá en el 2006 o 2007, el metro estará en el 2007; la gente piensa que eso no es un sueño...". Peláez ve que aun así "todo eso llega tarde" porque en esta ciudad falta planificación. Pero esto también es un símbolo de Málaga, como si la solución estuviera siempre en el futuro. "Es el trapicheo", insiste Soler. "El trapicheo con el futuro".

El espíritu inasible.

A la ciudad la distinguen el mar y el aire, "ese espíritu inasible", dice Soler, que tiene el propio espeto de sardinas al que alude Justo Navarro. Un símbolo sabroso. Ese simbolismo inasible es lo que hace a los ciudadanos, señala Antonio Soler, "mutables, vitalistas, desorganizados, y bienhumorados", nadie está de mal humor aquí. Málaga, dice Navarro, "es una extraña mezcla del oriente y el occidente de Andalucía, una ciudad doble, una ciudad aeropuerto: un trasiego continuo, como si estando dentro de ella jamás acabaras de llegar a ningún sitio. Aquí me siento un forastero, y esa es una buena sensación para un escritor". Y es también un eslogan, dice López Cuenca, "una ciudad muy moderna también en el sentido negativo de la modernidad; cree que el mundo comienza con ella". Y comenzó bien pronto, llamándose Malaka, siendo fenicia y despertándose como tal en el siglo VIII antes de Cristo. [En el Museo Picasso hay ruinas de aquel periodo: un holandés que salía del museo nos dijo: "Lo único que me ha gustado son las ruinas fenicias"]. Peláez creía que al volver a Málaga, después de haber estudiado y trabajado en Madrid, se iba a encontrar una ciudad como la de antes, en la que nunca se iba a implicar. Y se equivocó, "y ahora sí tengo conciencia de pertenecer, de ser de aquí, de estar en la ciudad (...). Antes sólo sentía que pertenecía a mi barrio de Pedregalejo, que fue de pescadores y que ahora es residencial, al monte y a las playas de mi infancia. Ahora puedes ver que gente que vive o trabaja sobre escombros tiene una enorme vitalidad". Soler nació aquí, "y a pesar de ello también me siento forastero. Un día paseé con Fernando Quiñones por Cádiz, él me enseñó los lugares de su infancia y yo le dije: 'Pues yo no podría hacer lo mismo en Málaga, esos sitios ya no están...'. Aquí hay poco apego a la memoria... Como escritor, eso me ha estimulado para construir un espacio de la memoria. Si ésta fuera una sociedad más estática me sentiría casi un escritor costumbrista. Y con el tiempo me he ido acostumbrando al espíritu de esta ciudad inasible". Si fuera una persona, ¿cuál sería el estado de ánimo de Málaga? Esperanza: "Sería bueno. Somos bastante descreídos, no esperamos grandes cosas... Sentimos curiosidad por el terreno que pisamos". Soler: "Es un estado de ánimo vital: que el día de mañana sea lo mejor posible, eso dice Málaga". Navarro: "Tiene buen carácter, tiene temperamento, es orgullosa, independiente... Es orgullosa de ser valiente, y es valiente; Borges decía que de ser valiente no se arrepiente nadie". Rogelio: "Es una señora muy mayor; el tratamiento de rejuvenecimiento se lo están haciendo en Marbella. Esas operaciones de lifting le afectan sólo a la fachada... Y ese arreglo de fachada lo vemos los que vivimos en las ingles de esa señora como si fuéramos turistas de la fachada, somos turistas de nosotros mismos. ¿Inglés? La carretera de Cádiz, los barrios de Bailén, Miraflores...". Soler añade: "Málaga es una señora joven, satisfecha consigo misma, tiene futuro, no posee grandes ambiciones...".

"Al fin, Picasso es de Málaga".

Antes de ir a Málaga hablamos con uno de los grandes malagueños, el actor (y director) Antonio Banderas, que además va a dirigir la novela tan malagueña de Soler, Las bailarinas muertas. Nos dijo Banderas: "El museo será un factor de crecimiento cultural; y yo quiero implicarme también en la ciudad, quiero hacer una escuela de actores, quiero volver a la ciudad en algún momento y percibo éste como un instante de esperanza para Málaga. Claro que no es la Málaga que dejé, en la que no había nada, todo olía a after sun y ahora huele a otras cosas, hemos pasado de tener la casa de la (in) cultura a tener otra vez no sólo la ilusión del callejeo, sino que ahora tenemos sobre todo el Museo Picasso. Ésta es una ciudad que lo ha asimilado todo, y esa es una gran cosa: hemos asimilado fenicios, cartagineses, romanos, hemos asimilado religiones..., es una ciudad futurista e integradora. El malagueño es hospitalario y dicharachero, tiene el sentido positivista del sur de Europa, combina el humor con la ironía, somos anárquicos, muy de nuestro padre y de nuestra madre, y si no que se lo pregunten a don Pablo Ruiz Picasso, que por fin es malagueño...". Navarro sigue el sonido de Banderas: "La gran imaginación de Málaga es haberse inventado ahora a Picasso aquí. Nació aquí, en 1881, pero sólo estuvo 10 años; el nexo profundo de Picasso y Málaga se lo inventa una de las partes, y ésta no es Picasso... Inventarse una Málaga picassiana es una obra de arte picassiana, lo que demuestra que Málaga no está tan lejos de Picasso". Peláez: "El museo es la reinvención de Málaga como destino turístico; contribuye a mejorar la fachada de la ciudad, tendrá repercusión en su turismo y en su comercio". Todos echan de menos que aún el Museo Picasso no se haya propuesto como dinamizador de la cultura de la ciudad. ¡Falta tiempo!, dicen los arquitectos. López Cuenca cree que el museo pone a Málaga "en el mercado de las imágenes". Soler: "Sirve para proyectar una imagen moderna de la ciudad. Tengo un amigo surrealista, Luisito Sanjuán [profesor, es personaje de novelas del propio Soler; sobre su carácter surrealista da una idea que recientemente se hizo en Cadaqués un simposio sobre él, y Sanjuán disertó ante el castillo de Dalí sobre la repercusión de la turmix en la cultura occidental], que me dijo, cuando se iba a abrir el museo: 'Voy a poner junto al museo una tienda que se llame Espumillas Málaga [espumillas es nailon aquí], porque de espumilla azul claro son los calcetines de todos los turistas. Y me voy a forrar. Sólo va a haber turistas".

La cáscara del museo.

Sobre el que fue palacio de Buenavista (siglo XVI) hicieron Rafael Martín y su mujer, Isabel Cámara, con el arquitecto norteamericano Richard Gluckman, lo que hoy es el Museo Picasso. Un monasterio blanco para el artista más poderoso del siglo XX. Caminamos con ellos por el museo; nos cruzamos con marineros italianos que consultaban los libros en la biblioteca, y con aquel holandés que admiró las ruinas; en medio del calor mayor de Málaga nos explicaron cómo habían disimulado las ventanas de aire acondicionado entre los artesonados renacentistas y mudéjares que ilustran de madera las habitaciones blancas. Estuvieron siete años trabajando, con una experiencia: la exposición de Picasso que habían contribuido a organizar con Carmen Giménez (Giménez, con Carmen Calvo, ahora ministra de Cultura, es la fuerza que hay detrás del museo) en el palacio del Obispo. A la nuera de Picasso, Christine, aquella experiencia le apasionó: la enorme colección que ahora se guarda en aquel palacio que nace de las ruinas fenicias es consecuencia de aquel gesto. Aquél fue el inicio de este retorno de Picasso a los aledaños del lugar donde nació y donde creció viendo volar las palomas que él odió y que su padre pintaba. Al salir nos dijeron los arquitectos: "Ha sido una reconstrucción pura, queríamos que fuera una mezcla del edificio histórico restaurado, combinado con una parte nueva totalmente contemporánea".

Casidetodopicasso.

Rogelio está buscando por toda la ciudad la repercusión que tiene el museo, aparte del gran arco pintado por Eugenio Chicano en la calle Larios. Un restaurante se llama Picassitio; una inmobiliaria se llama Picaso; un chiringuito es Picasso (a su lado comimos espeto, el símbolo sabroso de la ciudad); una autoescuela se denomina Picasso, y un quiosco de casi todo se llama muy ajustadamente Casidetodopicasso. El museo se abrió en octubre de 2003. Cuando salió de verlo su primer visitante, un malagueño ya mayor dijo: "No tengo palabras. ¡La gente no tiene ni idea de lo que hay ahí dentro!". Por cierto, de todo lo que vimos en el museo les aconsejamos todo, pero sobre todo la cerámica del biquini; ya verán ustedes cómo estos malagueños también le sacan punta a esos pechos y a ese culo que Picasso pintó de amarillo...

"... Y después tomo Málaga".

Antonio Muñoz Molina nos contó esa frase tremenda del fascista sevillano Queipo de Llano: "Primero me tomo un café y después tomo Málaga". A Banderas se la dijimos. Nos dijo: "Es muy difícil tomar Málaga, ni para Queipo ni para nadie... Y es cierto que estuvo muy machacada por el fascismo; sé lo que me contaron mis padres, que salvaron su vida huyendo de la barbarie. ¿La cicatriz? Se ha cerrado; las nuevas generaciones ya no hablan de esas cosas". Al menos nosotros les hicimos hablar. Esperanza habla del crimen de Almería, miles de malagueños acribillados por tierra y por aire (y por mar: desde la fragata Canarias) por los italianos que ayudaron a Franco; fue en torno al 7 de febrero de 1937... Aquellos ciudadanos se fueron de la ciudad, acuciados por el miedo; eran entre 70.000 y 100.000 personas, y se estima que hubo al menos 5.000 muertos. "El bombardeo de Gernika dio la vuelta al mundo, y la matanza de Málaga fue silenciada por el fascismo y atenuada por la República: su preocupación estaba en la defensa de Madrid...". A Justo Navarro le ha contado el poeta malagueño José Antonio Muñoz Rojas, que padeció el terror, que desde entonces tiene una cicatriz en el cuello y cree que esa es "la cicatriz del miedo...". Antonio Soler conoce la historia en primera persona: "Mi madre se llamaba Libertad y tuvo que cambiar su nombre por el de Carmen. Su familia era socialista, estaban muy amenazados y se unieron a la caravana de huidos que fueron por la carretera de Almería; hubo anécdotas terribles: vieron a una mujer dándole el pecho a un bebé, ambos estaban muertos; un hermano de mi madre, de ocho años, se perdió en la huida y ya en la posguerra lo hallaron en Murcia. Andaban sobre caña de azúcar masticada, y ese sonido vivió siempre con ellos... Los italianos fueron decentes, les prometieron protección si volvían; volvieron, y mi abuelo se convirtió en un topo durante cuatro años. La represión posterior fue tremenda; se oían en las tapias del matadero aún durante muchos años los ruidos secos de los fusilamientos". Muchos años después, también, cuando Arias Navarro aparecía en la tele muchas madres decían, por lo bajo, Carnicerito, como si lo estuvieran conjurando".

Una ciudad abierta, hedonista y feliz. Y amistosa. El puente de los Alemanes es símbolo de ese carácter: al principio del siglo XX encalló en la costa un navío alemán, muchos murieron, y también murieron pescadores malagueños que fueron a salvarlos. Aun hoy Alemania sufraga el mantenimiento del puente que regaló a la ciudad para recordar aquella tragedia y aquel gesto.

Rogelio López Cuenca, Antonio Soler, Esperanza Peláez y Justo Navarro pasean por el centro de Málaga.
Rogelio López Cuenca, Antonio Soler, Esperanza Peláez y Justo Navarro pasean por el centro de Málaga.JULIÁN ROJAS

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