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Reportaje:JUSTICIA

Les prometió el paraíso

Paul Schäfer, ex miembro de las juventudes nazis, fundador en Chile de la Colonia Dignidad, ha sido condenado por torturas y abusos sexuales a miembros de su secta

Juan Jesús Aznárez

Más de cuatro decenios atrás, en febrero de 1966, el ciudadano alemán Wolfgang Kneese denunció ante el mundo que un pederasta alemán, ex miembro de las juventudes nazis, había logrado fundar en Chile un hogar de menores, exento de impuestos, con los estatutos en regla y las bendiciones de las autoridades estatales. Sus confesiones fueron recibidas con incredulidad. Kneese era un fugitivo de la Colonia Dignidad, una finca de 13.000 hectáreas, el tamaño de Isla de Pascua, fundada en 1961 por Paul Schaeffer, que prometió a un grupo de compatriotas construirles un paraíso en Suramérica. Pero la disciplina del enclave fue brutal, carcelaria, administrada por un pervertido que castigó y sodomizó a niños en el tétrico recinto del Parral, situado a 341 kilómetros de Santiago.

Espiaba a los colonos para anticipar sus planes y movimientos y grabar las conversaciones íntimas
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Sólo el tiempo, los testimonios de sus víctimas y el advenimiento de la democracia en Chile, a partir de 1990, consiguieron activar la acción de la justicia, que la pasada semana condenó a Schaeffer, de 87 años, a tres años de cárcel por torturar a siete miembros de la secta con descargas eléctricas. Hace dos años le cayeron siete años por tenencia ilegal de armas de guerras y explosivos, y otros veinte por cinco violaciones de niños y 20 abusos deshonestos. Los cumple en un hospital penitenciario de la capital chilena. El sentenciado imperó en la colonia asociado a la ultraderecha chilena y ofreció la privacidad de sus instalaciones a la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990), que la aprovechó para asesinar a detenidos y preparar redadas contra la oposición política.

Ex presos políticos afirmaron que cabecillas de la denominada Villa Baviera facilitaron el adiestramiento de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) en técnicas de interrogatorio, y que Schaeffer participó en las torturas. Otros testimonios mencionan a grupos de colonos "cazando rojos" en el Parral. Una bodega de la finca almacenaba un arsenal de ametralladoras, lanzagranadas, fusiles, escopetas y revólveres. El cuidado en preservar las armas era grande: las paredes del subterráneo fueron cubiertas con grasa vegetal y animal para evitar la corrosión.

"La historia demostró que en realidad (la colonia) iba a ser el infierno, no un paraíso. Allá en Chile se me hizo evidente que el asunto era un gran engaño", declaró el fugitivo Wolfgang Kneese al Canal 13 chileno. "No me sentí dispuesto a sepultar toda mi vida, todo mi futuro, mis sueños, mis planes, mi juventud y mis deseos para hacer solamente lo que a Schäfer le parecía".

Al ex miembro de las falanges hitlerianas, residente en Alemania hasta el año de su aventura americana, le satisfizo crear una Alemania nazi a escala, un régimen interno ajeno a la legalidad chilena. Con esa herramienta sometió a su voluntad a los cerca de 300 colonos alojados en la llamada Villa Baviera, peones agrícolas de sol a sol que fertilizaron las yermas tierras del Parral hasta transformarlas en un vergel.

El organigrama era criminal: los padres eran separados de sus hijos, éstos no sabían que tenían hermanos, nadie podía vivir en pareja, apenas se tenía contacto con el exterior y las relaciones sentimentales o conyugales fueron restringidas. La escuela y el hospital del enclave alemán en territorio chileno aceptaron la entrada gratuita de familias de la zona para ganarse su complicidad. La carta abierta de un colono, publicada hace dos años, admitía la aberrante situación: "Unos se convirtieron en los esclavos de Schäfer, verdaderos autómatas atentos sólo a obedecer sus órdenes, a trabajar sin descanso ni horario, y a no disgustarlo (...) Y aún hoy muchos padres no comprenden cómo pudieron aceptar la renuncia de su responsabilidad para con sus hijos (...) Hoy día, después de reconstruir las familias, muchos cargan con sentimientos de culpa".

La desobediencia o la pura venalidad encolerizaba a Schäfer hasta deshumanizarle.

Ruth Szurgelies y su marido, Andreas Schmidtke, abandonaron voluntariamente la colonia. Sus testimonios en el Canal 13, concordante con la documentación desclasificada del Departamento de Estado norteamericano, certifican la crueldad del trato:

-¿Cómo fue tu juventud en la colonia?

-Ruth: ¿mi juventud? No tenía juventud. Siempre trabajando. Pero lo más duro fueron los golpes por los errores. Tenía que esconderme en el hospital para que no me viera la gente que estaba tan hinchada la cara.

Ruth se casó en 2002 con Andreas, con quien nunca había hablado: un matrimonio a ciegas. No sabía que su marido llevaba más de 30 años dopado con tranquilizantes. Con sólo doce años había recibido pastillas para dormir, Valium 10, tres veces al día. Todo para eliminar cualquier tipo de rebeldía. Al cumplir los 13 años, él y otros 14 niños de su edad fueron encerrados por seis meses en una de las salas del hospital de Villa Baviera.

-¿Te pegaron?

-En la noche sí, bastante.

-¿Con un palo?

-También, pero tenían otras cosas, tenían una... ¿cómo se dice? ...para manejar vacas con corriente... una picana eléctrica.

-¡¿A los niños?!

-Sí, a los niños.

-¿Schäfer estaba ahí?

-De vez en cuando vino también. Mirando.

-Nos picaban en las piernas, en el cuerpo, todo.

-¿En tus genitales?

-Sí.

-¿Dolía?

-¡Claro! ¡Gritábamos!... Sólo sentí corriente, electricidad (...) Tenían que desnudarse y todos saben que cuando están desnudos, sin tapado, se empieza... me da vergüenza pero...

-¿Hay una erección?

-Sí, se podía...

Una de las hipótesis es que Schäfer les aplicaba descargas para inhibir el deseo sexual de los niños.

El delincuente alemán tardó en ser castigado porque utilizó las leyes chilenas en su beneficio. "Por eso fue tan complicado probar que es un criminal", según declaró Kneese. No se estaba ante un delincuente común y corriente. Es un hombre con una carrera delictiva que dura toda su vida, que a lo largo de todos estos años "ha conseguido construir un sistema presionando, confundiendo a la gente, con dinero y refinamientos, con todos los trucos imaginables".

Los horrores concluyeron con el allanamiento de la enigmática finca en 1996. Dos años después, se dictó una orden de detención en su contra por abuso sexual de menores, niños alemanes y huérfanos chilenos, pero no pudo detenerse al vicioso germano porque había huido a Buenos Aires, donde fue capturado hace tres años por la Interpol. El anciano sonreía beatíficamente, ya detenido, en una silla de ruedas.

Carismático y brujo, enfermero de profesión, Schäfer y sus escuderos concibieron un sistema de espionaje mediante la delación y los micrófonos ocultos, que le permitió anticiparse a los movimientos y planes de los colonos y grabar sus conversaciones íntimas. El tirano manipulaba después la información y publicaba fragmentos a conveniencia, para demostrar a los colonos más ingenuos que nada se le escapaba porque tenía las facultades adivinatorias de los chamanes andinos.

Además de los cargos imputados en las distintas causas, la colonia fue refugio para nazis que huyeron de la Alemania derrotada en 1945, según el periodista argentino Raúl Kollmann. Más tarde lo fue también para quienes se sintieron en peligro tras la detención de Adolf Eichmann en Buenos Aires, en 1961. "En esa época se creó un conjunto de colonias para ir pasando criminales de guerra de uno al otro lado de la cordillera. Por ejemplo, el creador de cámaras de gas, Walter Rauff, y el integrante del séquito de Hitler, Walter Hoeckner, transitaron por Dignidad". -

El jefe de Colonia Dignidad, Paul Schäfer, tras su detención en Buenos Aires en 2005.
El jefe de Colonia Dignidad, Paul Schäfer, tras su detención en Buenos Aires en 2005.REUTERS

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